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Ander Azpiroz
Viernes, 26 de abril 2024, 19:47
Ningún partido catalán se esperaba la carta de Pedro Sánchez y su anuncio de la necesidad de tomarse cinco días de reflexión antes de decidir si renuncia a la Presidencia del Gobierno, propone una cuestión de confianza al Congreso o, directamente, abre el proceso ... para una convocatoria de unas nuevas elecciones generales. El socialista Salvador Illa, favorito en todas las encuestas para erigirse ganador de los comicios del 12 de mayo, sostiene que conoció a través de las alertas de los medios de comunicación la carta que Sánchez publicó en redes sociales. O lo que es lo mismo, que quien fue su jefe en el Consejo de Ministros no se puso en contacto con él pese a la importancia de estas elecciones para los socialistas.
Si al candidato de su propio partido en Cataluña le causó sorpresa la misiva del jefe del Ejecutivo, mayor fue aún para el resto de candidaturas ante el 12 de mayo. Muy especialmente para las independentistas. La supervivencia de la coalición PSOE-Sumar depende de los apoyos de ERC y Junts, pero ambas fuerzas soberanistas necesitan a la vez a los socialistas para aprobar una ley de amnistía que el PP se ha esforzado en paralizar en el Senado y que, de caer este Gobierno, tendría como destino final la papelera Una de las muchas consecuencias sería que sobre la cabeza de Carles Puigdemont volviera a sobrevolar una pena de cárcel por malversación de dinero público que se puede castigar hasta con 12 años de cárcel.
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Tras conocerse la carta de Sánchez, Esquerra ya avanzó que apoyaría una cuestión de confianza a favor del líder socialista. «Yo lo único que puedo decir al presidente del Gobierno es que así no, que así no salga», resumió Gabriel Rufián, portavoz de los republicanos en el Congreso. Puigdemont se mostró menos empático al asegurar que «a la política se viene llorado de casa». En cualquier caso, el expresidente catalán no cerró la puerta a que sus siete diputados respalden al igual que ERC una cuestión de confianza que mantenga, de momento, a Sánchez en la Moncloa.
Lo que no quiere el independentismo, en cualquier caso, es que una posible dimisión del presidente del Gobierno favorezca un voto de simpatía hacia el PSC e Illa cuando faltan poco más de dos semanas para las autonómicas.
A la espera de lo que anuncie Sánchez el lunes próximo, el futuro de la Generalitat catalana sigue siendo todo un galimatías. Illa anunció ayer que no aceptará los votos del PP para ser presidente, lo que reduce sus posibilidades a un pacto con ERC que debería incluir muy probablemente a los comunes de Ada Colau. El problema es que los republicanos reniegan a día de hoy de una nueva versión del tripartito progresista que gobernó Cataluña entre 2003 y 2010.
Desde Junts, Puigdemont mantiene que llamará al día siguiente de las elecciones a su adversario republicano, Pere Aragonès. El problema radica en que las dos formaciones secesionistas se guardan una profunda animadversión y en que ninguna de las dos está dispuesta a ceder ante la otra.
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