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David S. Olabarri
Jueves, 21 de diciembre 2017
La CUP fue el único partido que se presentó a estas elecciones abogando abiertamente por la vía unilateral hacia la independencia de Cataluña. El resto de fuerzas independentistas han mantenido durante toda la campaña una cierta ambigüedad cuando se les preguntaba qué postura tomarían tras ... los comicios. Es decir, no aclaraban de forma nítida si tratarían de tender puentes con el Gobierno central o, si por el contrario, persistirían en el choque de trenes que se produjo tras la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) y la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Los anticapitalistas fueron, de hecho, el único partido que habló claro en este sentido: para ellos, los comicios de ayer eran «ilegítimos» -en la medida en que habían sido convocados por Rajoy tras la intervención de las instituciones catalanas- y sólo tendrían sentido si servían para dar el paso definitivo para la desconexión de Cataluña con España.
En este contexto, en estas elecciones existía la incógnita de si, como ocurrió hace dos años, los electores independentistas volverían a hacer crecer en votos y escaños a la única formación que apostó abiertamente por una ruptura radical, sin espacio para el diálogo, tras el 21-D. Pero los resultados de ayer no fueron precisamente buenos para el partido que ha encabezado Carles Riera, que sustituyó a Anna Gabriel. La CUP se dejó prácticamente 145.000 votos y seis escaños respecto a los comicios autonómicos de 2015, una cita electoral en la que rompió todos los pronósticos al lograr 337.800 sufragios y 10 diputados.
🗣️"En aquestes eleccions hem derrotat el 155. El cop d'estat, perpetuat per l'Estat espanyol i la UE, ha quedat clarament deslegitimat" @carlesral #Dempeus #21D pic.twitter.com/acnpNPnDMz
— CUP Països Catalans (@cupnacional) 21 de diciembre de 2017
Es cierto que, en aquella ocasión, la formación antisistema consiguió capitalizar el desencanto de miles de simpatizantes de ERC que se sintieron traicionados por el pacto de Oriol Junqueras con los conservadores de la antigua Convergència (ahora denominados PDeCAT) para impulsar Junts pel Sí, una marca unitaria hacia la independencia. Los efectos colaterales de aquella coalición elevaron a los antisistema hasta cotas desconocidas, les pusieron prácticamente al nivel del Partido Popular y de la coalición que lideraba Podemos y, sobre todo, les convirtieron en la llave para llevar adelante el 'procés' independentista en el Parlament.
Rota la alianza entre Puigdemont y Junqueras, la CUP se ha deshinchado, aunque ha conseguido mejores resultados que los logrados en 2012, cuando consiguió tres diputados y 126.000 papeletas. Pese al batacazo electoral, los anticapitalistas volverán a tener un papel determinante en la política catalana en la medida en que sus votos podrían servir para revalidar la mayoría independentista en el Parlament. Eso sí, han garantizado que sólo volverán a unirse a un frente soberanista si Junqueras y Puigdemont persisten en la desobediencia al Estado. Si no es así -dicen- boicotearán al nuevo parlamento.
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