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La legislatura llega a su Rubicón. Todos los actores políticos nacionales tienen claro que los comicios en los que algo más de 5,7 millones de catalanes decidirán mañana la composición del nuevo Parlamento de Cataluña no determinarán solo quién será el próximo presidente de ... la Generalitat. Los resultados pueden descompensar la compleja red de alianzas construida por Pedro Sánchez para sostener su Gobierno. Pero, en un plano más profundo, servirán también para validar o reprobar su estrategia respecto al independentismo.
Nada está escrito. Después de los óptimos resultados obtenidos en las generales del pasado 23 de julio –un 34,7% de los votos emitidos en la comunidad autónoma–, los socialistas daban por hecho algo que han venido confirmando todas las encuestas: que su candidato, Salvador Illa, volverá a ser el más votado y que está en condiciones de obtener un resultado histórico, desconocido desde los tiempos en los que el PSC competía contra Jordi Pujol, de alrededor de 42 escaños. Pero eso es casi lo único que apunta a la certidumbre.
A lo largo de la campaña, eclipsada en su primera semana por los cinco días en los que el jefe del Ejecutivo amagó con dimitir, tanto Illa como el PSOE se han esmerado en contrarrestar la idea, claramente instalada en el ambiente, de que, al margen de cuál sea su ventaja numérica, dejarán gobernar a Carles Puigdemont para no poner en riesgo el apoyo de Junts a Sánchez. «Ese – replican con desprecio en la Moncloa– es el sueño húmedo de la derecha».
Los socialistas tienen claro que ver a Illa convertido en presidente de la Generalitat supondría un poderosísimo mensaje de aval a una estrategia –la de los indultos, la derogación de la sedición y la mil veces negada amnistía– a la que llegaron más por la vía de la necesidad que de la convicción moral, pero que han acabado esgrimiendo como fórmula eficaz para la contención de un secesionismo que la derecha les acusa de alimentar y fortalecer. Insisten en que su opción preferente es un Gobierno en solitario y en que no regalarán nada.
En el Ejecutivo descartan además reacciones automáticas de Junts, pese a las amenazas de sus líderes, y esgrimen que desmontar el bloque de investidura es mucho más difícil de lo difícil que fue armarlo. «No creo que haya consecuencias en el Congreso –defiende un miembro del núcleo duro del partido y el Gobierno sobre la eventual búsqueda de alianzas de Illa para poder gobernar–. Si nosotros somos primera fuerza, como todo apunta, y ellos no suman, ¿qué nos pueden reprochar?».
La reflexión conduce a la que, en realidad es hoy la verdadera partida: ¿habrá o no mayoría independentista? Si la hay estará liderada, según apuntan todos los sondeos, por el expresident prófugo. «Ese no es buen escenario – reconocen en el entorno de Sánchez–, porque Junts interpretará que es una invitación a continuar en la página del 'procés'. Habrá que ver qué hace en ese caso ERC, pero seguramente la presión del mundo 'indepe' será muy fuerte». Alianza Catalana, la ultraderecha xenófoba de Silvia Orriols y sorpresa de la campaña, ha mostrado su disposición a un pacto en el que todo el secesionismo se ha negado, por escrito, a apoyarse.
En Moncloa admiten ya sin ambages que Junts se ha visto beneficiada por el «'efecto Puigdemont'». En 2021 su nombre también encabezó las listas del partido pero de manera puramente simbólica. La candidata a la Presidencia de la Generalitat era Laura Borràs. Los postconvergentes fueron tercera fuerza a un escaño de ERC, que empató en 33 con el PSC, el más votado. Ahora, con la perspectiva de poder regresar para ser «restituido» en el cargo gracias a la amnistía, que el Congreso aprobará definitivamente, en principio, el día 30, su ventaja sobre los republicanos es clara.
La peregrinación de sus simpatizantes para seguir sus mítines en el sur de Francia ha sido continua e intensa y en su partido sostienen que sus datos apuntan a que en la última semana (en la que la ley electoral impide publicar sondeos) han ido recortando distancias con el PSC hasta «pisarle los talones». Afirmación que los socialistas no desmienten. Las últimas contiendas han demostrado, que cada vez más, el voto se decide en los últimos días. ¿La brecha se acorta? «Todo depende de los indecisos y de lo que logremos movilizar», dicen en Ferraz.
En la batalla nacional, el éxito de Puigdemont puede ser el único argumento reivindicable (como una suerte de «ya te lo dije») para el PP de Alberto Núñez Feijóo. Sus posibilidades de ser decisivo son casi nulas, pero su aspiración era al menos reconstruir su espacio después de haber sido fagocitado por Ciudadanos en 2017 y haberse quedado en unos escuálidos tres escaños, muy por detrás de los 11 de Vox, en 2021. El objetivo de llegar a los 12-13, un resultado mínimo para poder ser competitivo frente al PSOE en las generales en una comunidad de mucho peso, parece más complicado de lo previsto. Si las encuestas no fallan, los de Abascal se mostrarán rocosos.
PSC
Salvador Illa, tras ser ministro de Sanidad durante la pandemia, concurre por segunda vez como candidato socialista a la presidencia de la Generalitat. Hace cuatro, el PSC fue la fuerza más votada y empató en la primera plaza con ERC en número de escaños. Un acuerdo secesionista dejó a Illa como líder de la oposición, igual que le ocurrió a Inés Arrimadas (Ciudadanos) en 2017.
Para no volver a quedarse con la miel en los labios, los socialistas necesitan una victoria amplia, que vaya más allá de los 40 escaños sobre los 135 del Parlament. Y precisan también que Carles Puigdemont no juegue al bloqueo y no dinamite la gobernabilidad española si no es elegido presidente de la Generalitat, tal y como ha amenazado durante la campaña. La llave de la Presidencia de la Generalitat puede tenerla Pedro Sánchez en función de los intereses que guarda con Junts y ERC. El jefe del Gobierno necesita una victoria clara del PSC para que no se le enrede aún más la legislatura, después de su amago de dimisión.
Dependerá del resultado, pero Illa tiene todas las opciones abiertas. Su apuesta es un Gobierno en solitario o un tripartito con ERC y los comunes. No hay que descartar un pacto entre los socialistas y Junts, si Puigdemont deja paso al sector más afín de Junts a la antigua Convergència. Incluso se apunta a que pueda hacer 'un Collboni': salir investido con los votos de PP y los comunes sin acuerdo previo. Pero esta opción no parece posible por una cuestión aritmética. Illa aboga por abrir una nueva etapa en Cataluña, que ponga fin a la ya larga década del 'procés', marcada por las mayorías independentistas y la inestabilidad continua.
Junts
Carles Puigdemont tiene más vidas que un gato. Cuando parecía defenestrado, una carambola electoral le situó en el centro del tablero nacional y el pacto con Pedro Sánchez le ha devuelto todo el protagonismo. El expresident va a por todas. Junts ha ido de menos a más y ha acabado la campaña lanzado, respirándole en la nuca a los socialistas. La promesa de su regreso inmediato a Cataluña, en cuanto sea amnistiado, ha logrado movilizar a la parroquia juntera. Él asegura que acudirá a la sesión de investidura tanto si tiene los votos para salir elegido presidente como si es para escuchar el discurso del candidato. Su órdago es un todo o nada: si no es investido, se irá a su casa. Si vuelve a ser proclamado presidente de la Generalitat, que «se preparen en Madrid», dijo en el mitin final.
Aunque ha hecho una campaña muy templada, hasta el punto de que por momentos parecía la antigua Convergència, amenaza con retomar el 'procés' en el punto en el que lo dejó cuando Mariano Rajoy, armado con el 155 de la Constitución, lo destituyó y huyó a Bruselas. Y amenaza también a Pedro Sánchez. Por dos flancos. El primero, el reivindicativo. Tras la amnistía, la carpeta que queda es la del referéndum y el pacto fiscal. Si el presidente del Gobierno quiere alargar la legislatura, tendrá que hacer más concesiones. Pero además, Puigdemont advierte de que no permitirá jugadas extrañas para que Illa sea investido. Junts ha firmado junto al resto de las fuerzas soberanistas que no se apoyará en la ultra Aliança Catalana, pero puede toparse con un dilema si la ultra es determinante.
Comuns
Comuns Sumar, tras romper con Podemos, afronta unas elecciones complicadas, en las que consideraría un éxito mantener sus actuales ocho diputados. Jéssica Albiach es la única candidata que ha abogado abiertamente por un tripartito de izquierdas con el PSC y ERC. Esa es su apuesta. Ser decisiva para que se conforme un Gobierno progresista, al que quiere entrar con consejerías propias. Yolanda Díaz también se la juega después de los fracasos electorales en Galicia y el País Vasco.
La CUP, en paralelo, también celebraría como un triunfo mantener sus nueve escaños. Los anticapitalistas han condicionado la política catalana en los últimos años, vendiendo caro su apoyo a la investidura, primero de Puigdemont y más tarde de Torra y Aragonès. Su objetivo es seguir siendo decisivos para evitar la vuelta al «autonomismo».
ERC
En Cataluña se la conoce como la maldición del segundo mandato. Ningún presidente de la Generalitat, a excepción de Jordi Pujol, ha conseguido revalidar su presidencia. Artur Mas fue reelegido para una segunda legislatura, pero fue a los dos años de ser investido por primera vez. Ni Tarradellas ni Maragall ni Montilla ni Puigdemont ni Torra, todos ellos por diferentes razones, tuvieron continuidad en sus liderazgos.
Todo apunta a que Pere Aragonès, que recuperó 2021 la presidencia para ERC tras 40 años de democracia, no seguirá en el cargo. Hace tres obtuvo 33 escaños, los mismos que Salvador Illa, y una mayoría independentista permitió su investidura. En las elecciones de hoy aparece como el tercero en discordia, tras Illa y Puigdemont.
Los republicanos llegan al día de las urnas descolgados en las encuestas respecto a los socialistas y los junteros. Su apuesta por un independentismo de mano tendida con el Gobierno no será premiado con una victoria electoral. Sin embargo, Esquerra tendrá la llave de la gobernabilidad. En sus manos estará propiciar un tripartito de izquierdas para que Salvador Illa sea el president o para reeditar un nuevo frente independentista que devuelva el poder a Carles Puigdemont. Decida lo que decida y en función del resultado, ERC es un partido que no acostumbra a digerir demasiado bien las derrotas electorales. Hundimientos en el pasado acabaron con crisis de partido y cambios de liderazgo. Hasta su apoyo al Gobierno puede quedar en suspenso. En caso de repetición electoral, Esquerra se guarda la baza de concurrir con Oriol Junqueras, si es amnistiado.
PP
En la dirección nacional del PP están convencidos de que la cuarta plaza será esta noche para su candidato, Alejandro Fernández, y no para su adversario de Vox, Ignacio Garriga, aunque ya no se atreven a pronosticar el margen de su victoria, que ha ido estrechándose con el paso de la campaña. El propio Alberto Núñez Feijóo prometió esta semana a los suyos que no habrá sorpresas. «Estoy convencido de que vamos a ser la cuarta fuerza», aseveró el miércoles en un foro económico.
Hasta entonces, ningún dirigente había querido poner el listón tan alto tras comprobar la resistencia de los de Santiago Abascal, a los que las encuestas nunca acompañan pero que en 2021 obtuvieron 11 escaños frente a los menguantes tres con los que se quedó entonces el PP capitaneado por Pablo Casado. El actual líder de los populares ha asumido la dificultad de ser decisivos en el tablero que arrojen las urnas, pero tiene claro que quiere volver a convertir las siglas de su partido en el referente del centroderecha en Cataluña. Y ésa es la gran pelea que se jugará esta noche por esa banda.
De ahí se entiende también que el PP haya asumido en los últimos días parte del discurso de sus rivales sobre la inmigración ilegal, la seguridad ciudadana y la lucha contra la okupación. Sin dejar de lado la amnistía, que en las próximas semanas dará pasos clave. En Génova entienden que la aprobación de la norma será un punto de inflexión de nuevo y de máxima debilidad para Sánchez y, por ello, han vuelto a convocar una manifestación en Madrid el 26 de mayo que servirá además para movilizar a su electorado de cara a los comicios europeos.
Aliança Catalana
Son independentistas y al mismo tiempo se declaran islamófobos. La extrema derecha tiene en Cataluña su versión secesionista y puede irrumpir por primera vez en el Parlament. Aliança Catalana se presentó en sociedad ganando las elecciones municipales en Ripoll (Girona) el año pasado y en solo doce meses ha dado el salto a la política autonómica.
Los sondeos le otorgan dos o tres diputados pero alguna encuesta le dispara a los seis. Su líder, Silvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, reclama al Parlament que reactiva la declaración unilateral de independencia, mientras aboga por el cierre de mezquitas, la expulsión de los inmigrantes y que se priorice a los catalanes de origen en las ayudas sociales. Se ha comprometido a darle una segunda oportunidad a Puigdemont y le cedería sus escaños para la investidura. Junts, de entrada, lo descarta.
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