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La situación epidemiológica que vive Cataluña y la coyuntura política y social, alejada de la concepción de este 14-F como un día histórico en la región, ha tumbado la participación en las elecciones catalanas a su mínimo histórico, el 53,56% (dato con el 98% de los votos escrutados). Lo que supera el anterior dato máximo de abstención, que se produjo en 1992 con la victoria de Jordi Pujol (54,87%).
La jornada ha transcurrido con protocolos de seguridad ante la covid-19 y franjas horarias: de 9 a 12 horas, para colectivos de riesgo; de 12 a 19 para la población en general; de 19 a 20, para positivos de coronavirus y contactos estrechos.
El conseller de Acción Exterior, Relaciones Institucionales y Transparencia de la Generalitat, Bernat Solé, ha concretado la participación en las cuatro provincias: Barcelona, con un 53,76% del censo (68,58% en 2017); Girona, con un 54,77%% (68,16%); Lleida, con 54,64% (66,65%), y Tarragona, con el 50,40% del censo (66,84% en 2017).
Por un lado, en cuanto al efecto del coronavirus en las urnas, ya se vivió una situación similar el último año en las autonómicas del País Vasco, donde la participación fue la más baja desde 1994, con un índice que con el cierre de los colegios se situó en el 52,87%. También en Galicia, donde la abstención creció cinco puntos en comparación con los anteriores comicios. Todo ello en medio de una situación epidemiológica delicada.
Pese a todo, el voto por correo ha sido histórico. Hasta el viernes, el último día, ejercieron su derecho de sufragio mediante esta herramienta 265.647 ciudadanos (de los 270.000 que lo habían solicitado). De ellos, 131.280 lo han entregado directamente en sus domicilios y 134.367 en las oficinas de Correos, tres veces más que en las elecciones anteiores.
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Por otro lado, la crisis sanitaria se une en Cataluña a la coyuntura política y social, que dista de otras convocatorias donde la cita con las urnas se tildaba de histórica. La movilización ha sido menor y una década después de los primeros coletazos del 'procés' algunos sociólogos apuntan que se aprecia cierto hartazgo en el electorado, lo que ha podido favorecer la abstención.
Durante los años 80, con la autonomía recién adquirida para Cataluña, los comicios se caracterizaron por una participación que siempre rondó el 60%. Fueron los años de las grandes mayorías de CiU y su líder Jordi Pujol.
La mayor abstención se había producido en 1992, cuando sólo votaron el 54,87% de los electores y Jordi Pujol consiguió su cuarta mayoría absoluta. Le siguen de cerca en desmovilización las elecciones de 1999 con una participación del 59,22%.
En 2003, en cambio, las tornas cambiaron para la política catalana y, aunque el socialista Pasqual Maragall no obtuvo el primer puesto, logró gobernar gracias al apoyo en la investidura de ERC e Iniciativa Per Catalunya. Aquel año la participación subió al 62,54%.
La participación volvió a descender entre 2006 y 2010. Fueron años más serenos para la política catalana marcados por el tripartito entre PSC, ERC e ICV liderado por el socialista José Montilla, y la vuelta al poder de CiU con la presidencia de Artur Más.
Precisamente en su legislatura se impulsa la reforma del Estatuto de Cataluña, que fue tumbado en 2010 por el Tribunal Constitucional, eleva la participación de los siguientes comicios al 67,76%.
Aunque el récord de participación no llegaría hasta el 27 de diciembre de 2017, casi tres meses después del referéndum del 1 de octubre. En aquella ocasión acudió a ejercer el derecho de sufragio el 79,09% del censo y la candidata más votada fue Inés Arrimadas, de Ciudadanos, aunque posteriormente no lograría formar gobierno, como si pudo hacerlo Quim Torra, de JxCat, junto a ERC.
El dato de abstención de estas elecciones marcará el inicio de la XIII legislatura en Cataluña, con un Salvador Illa (PSC) ganador pero que dependerá de Pere Aragonès (ERC), el único que tiene la llave para gobernar.
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