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Si hay un tema que ha centralizado buena parte de la campaña para las elecciones del 13 de febrero en Castilla y León, ese es el de la despoblación. De hecho, esta será la primera convocatoria a la que concurran varias de las plataformas ... provinciales surgidas bajo el marchamo de la España Vaciada, un movimiento político que aspira a obtener una importante presencia en el conjunto del territorio nacional.
Y es que, la despoblación es un hecho incontestable en Burgos desde que hace ya una década se tocara techo en términos poblacionales con 375.657 habitantes. Desde entonces, la provincia ha perdido más de 19.000 habitantes debido a una suma de factores que comienzan con la baja natalidad registrada desde principios de siglo, una circunstancia que en la última década no ha podido ser compensada por la llegada de inmigrantes.
Pero, a mayores, Burgos, al igual que buena parte de las provincias de Castilla y León, presenta otro grave problema en términos de población. Y es que, el saldo de migraciones internas es negativo, concretamente de 6.422 habitantes en la última década.
De acuerdo a los datos del padrón continuo, a lo largo de la última década, un total de 47.527 burgaleses se empadronaron en otras provincias. En este sentido, la mayor atracción la genera Madrid, donde han recalado un total de 9.083 burgaleses sólo en los últimos diez años. Por detrás de la capital, Vizcaya (5.230) y Álava (4.447) son las dos provincias que mayor número de burgaleses han acogido en la última década. También es destacable el movimiento hacia Cantabria, donde 2.216 burgaleses se han empadronado en los últimos diez años.
Por su parte, dentro de Castilla y León es Valladolid la que se lleva la palma, habiendo recibido a un total de 2.551 burgaleses, seguida de Palencia, con 1.322. Más allá de los territorios limítrofes, destaca la provincia de Barcelona, donde han ido a parar otros 1.950 burgaleses.
Hasta ahí, todo correcto. Los movimientos interprovinciales son algo habitual y no debería preocupar a nadie. El problema viene cuando se contraponen esos movimientos con los registrados en el sentido inverso, una comparativa en la que la provincia de Burgos sale muy mal parada. No en vano, salvo en el caso de Palencia, el saldo migratorio con todas las provincias anteriormente referenciadas es negativo. Y en algunos casos con mucha diferencia. Básicamente, hay más burgaleses que se marchan a otras provincias que ciudadanos de otros territorios que llegan a las tierras del Cid (41.105 en la última década).
Como no podía ser de otra forma, destaca en este sentido Madrid, que presenta un saldo positivo con respecto a Burgos de algo más de 3.000 personas en diez años, seguida por Álava, con unos 1.400 habitantes, y por Cantabria, con casi un millar. Aún siendo negativo, el saldo entre Burgos y Vizcaya, Valladolid o Barcelona es algo menor.
En todo caso, la fotografía de situación que presenta Burgos no es una excepción en el conjunto de Castilla y León. Ni mucho menos. Y eso a pesar de que en el último ejercicio analizado parece haberse revertido parcialmente esa circunstancia, gracias al empuje de provincias como Valladolid o, precisamente Burgos. No obstante, casos como el de Zamora, León o Soria presentan saldos negativos muy acusados.
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