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A menudo pasa desapercibido para visitantes y lugareños, pero el Palacio de Castilfalé es, sin duda, uno de los edificios civiles con mayor solera de Burgos. Así lo certifica su historia, que hunde sus raíces en pleno siglo XVI y se vincula a algunos de los nombres más importantes de la época dorada de la ciudad, cuando Burgos se erigía orgullosa como una de las principales plazas de la Corona.
La actual sede del Archivo Municipal, que se encuentra ahora mismo a las puertas de la ejecución de una necesaria ampliación, se levanta en la calle Fernán González, una de las principales vías de la ciudad medieval, frente a la puerta de Coronería de la Catedral y en pleno Camino de Santiago, un entorno que siempre ha sido hogar de prohombres y familias con escudo heráldico del que presumir ante la plebe.
Allí, en un solar que otrora ocupó la casa de la familia de los Colonia, artífices de algunas de las obras más importantes del gótico castellano, el rico mercader de lanas Nicolás de Gauna, decidió erigir un palacio a la altura de su posición. Para ello, en 1545, Gauna contactó con otras dos figuras clave del renacimiento burgalés, como fueron el maestro cantero de la Catedral, Juan de Vallejo, y el maestro carpintero Juan de Aras, para levantar el edificio, que desde el mismo momento de su inauguración se convirtió en un referente.
Sin embargo, el palacio duraría poco en manos de la familia Gauna. Apenas 20 años después pasó a ser propiedad de Andrés Malduenda, a la sazón mercader y regidor de Burgos, que lo incorporó a su mayorazgo.
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En ese momento, el palacio comenzó una historia marcada por los sucesivos cambios de propiedad. Su titularidad pasó en los siglos siguientes por manos de las familias Brizuela y Valdés y Bazán, que residieron en el edificio y afrontaron diversas reformas y reparaciones, cambiando paulatinamente su imagen original y la propia denominación del palacio.
Antonio Valdés y Bazán acabaría vendiendo el palacio a Heliodoro Jalón, marqués de Contrafuerte. Este acabaría transformando el noble edificio en una casa de vecindad, que poco a poco fue deteriorándose hasta alumbrar el siglo XX en un estado muy precario.
Fue entonces, en 1919, cuando el matrimonio formado por los burgaleses García Muñoz Jalón y Asunción Vinuesa Bessón, primeros condes de Castilfalé, se hicieron con la propiedad. Los condes, con cuyo título se conoce actualmente el palacio, afrontaron una reforma integral, consolidaron sus muros, frenaron la progresiva ruina y devolvieron todo su esplendor.
A su muerte, dejaron el edificio como herencia al Ayuntamiento, que se hizo cargo del mismo en 1969, sin saber muy bien qué hacer con él, algo que, por otra parte, es habitual repasando la historia de los últimos siglos de la ciudad. Esa falta de objetivo volvió a derivar en un paulatino deterioro del inmueble que se cortó por lo sano a mediados de los años 80' del pasado siglo.
En 1982, la entonces archivera municipal, Milagros Moratinos, propuso al Ayuntamiento adaptar el inmueble para albergar el enorme fondo documental con el que ya contaba entones el Ayuntamiento. Un fondo documental que, evidentemente, no podía custodiarse como es debido en la Casa Consistorial por la falta de espacio.
Ese fue el germen del actual Archivo Municipal, inaugurado en diciembre de 1990 tras una importante reforma dirigida por el arquitecto Álvaro Díaz Moreno, que diseño un proyecto capaz de salvaguardar la riqueza patrimonial del palacio y adaptarlo a su nuevo uso.
Y lo cierto es que el proyecto fue un éxito, aunque el tiempo ha demostrado que se quedó corto. Ahora mismo, el Archivo se ha quedado sin capacidad de almacenamiento y desde hace años se está trabajando en un importante proyecto de ampliación en el solar contiguo que ha sufrido varios retrasos.
Ese proyecto está llamado a marcar un nuevo punto de inflexión para el palacio de Castilfalé, que mientras espera su ejecución puede seguir presumiendo de una historia y una riqueza patrimonial envidiable. Construido con piedra de sillería proveniente de la cantera de Hontoria y ladrillo, de su fábrica original sólo se conservan la portada, parte de la planta baja, el zaguán, el pequeño patio interior y la fastuosa escalera.
En los pisos superiores destacan innumerables obras pictóricas, con cuadros de artistas como Marceliano Santa María, Isidro Gil, Dióscoro de la Puebla, así como multitud de elementos arquitectónicos y decorativos, incluida una techumbre de madera ricamente ornamentada que se atribuye a Juan de Aras.
Tan singulares detalles han sido siempre objeto de admiración por cuantos han pasado por el edificio. Y es que, antes de que los historiadores, documentalistas e invitados de las bodas que actualmente se realizan en el palacio lo pudieran disfrutar, ya lo hicieron otros muchos.
Y algunos de ellos, por cierto, de gran relevancia histórica, como Fernando VII y su padre Carlos VI, Ana de Austria o algunas de las principales figuras de la Francia de Napoleón durante su invasión a España. De hecho, en muchos casos se barrunta la posibilidad de que el propio emperador corso durmiera en el palacio durante su estancia en Burgos mientra sus generales y soldados causaban mil y una tropelías.
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Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Natalia Sáez Ursúa | Burgos
Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
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