Urgente ¡El San Pablo Burgos vuelve a la ACB!
Impresionante Cristo de Burgos en la capilla de su nombre en la Catedral. JCR
Burgos Misteriosa

El fascinante misterio del Santo Cristo de Burgos

Del Cristo de Burgos, que se encuentra en la capilla del mismo nombre de la Catedral, se dice que le crecen los cabellos y las uñas y se le llegó a atribuir al mismísimo Nicodemo. La leyenda y la realidad se entremezclan y las noticias de su llegada a Burgos son confusas. Entre tanta información, verídica o inventada, la figura del crucificado cautiva a quien la observa por el halo misterioso que desprende

Viernes, 11 de agosto 2023, 07:33

El Santo Cristo de Burgos es una de las figuras más misteriosas de Burgos. Su devoción en el siglo XVIII era enorme, solo superada por Santiago Apóstol y su epicentro de Compostela. Se encuentra en la capilla que lleva su nombre y el apellido de Nuestra Señora de los Remedios. Es una talla gótica, de mediados del siglo XIV, articulada, realista; su autor no escatimó en detalles. Vicente Lampérez, a finales del siglo XIX, le envolvió en un retablo neogótico bellísimo.

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Todo en este Cristo es belleza y misterio, empezando por los materiales con los que está hecho y por la manera en que fue descubierto. Al crucificado se le puede desenclavar y articular sus brazos. Esta característica era propia de la liturgia del Viernes Santo en la que los fieles representaban la pasión y muerte de Jesús.

La leyenda le atribuye a este Cristo de Burgos sorprendentes milagros y hechos prodigiosos. Pero lo más sorprendente de toda esta historia es cómo fue encontrado y por qué está en Burgos. Existen varios relatos acerca de su aparición; se dice que fue el barón de Blatna, León de Rosmithal, un viajante europeo que realizó una gira por España y Portugal entre 1465 y 1467, quien contó que unos marinos de Burgos encontraron este cristo en una travesía marina cuando su galeón iba a la deriva, a mediados del siglo XV.

La orden de los Ermitaños de San Agustín, en su capítulo de 1473, sitúan a este cristo en Flandes. Sabidas las relaciones mercantiles y artísticas entre los flamencos y los castellanos, un comerciante burgalés descubre en una de sus transacciones con los centroeuropeos, una imagen sorprendente de un cristo en el interior de una urna de cristal. El empresario se la trajo a Burgos y se la entregó, para su custodia, a los agustinos.

Este cristo viajero y marinero se quedó en el convento de los sucesores del santo de Hipona (los restos del cenobio y el claustro de la calle Madrid, hoy de la Diputación Provincial de Burgos) hasta 1808. Pero antes de que saliera del convento ya se le atribuyeron hechos sorprendentes y cuasi milagrosas como que las campanas del templo voltearon por si solas cuando entró el cristo en el convento por primera vez. También se le atribuye el milagro de parar una tempestad que duraba varios días tras una invocación al Cristo.

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Llegada a la Catedral

Como tantas figuras artísticas del pasado, este Cristo de Burgos estuvo rondando por varios lugares, más allá de su primera parada en el Monasterio de San Agustín. Cuando en 1808 las tropas francesas invadieron Burgos, los monjes temieron por su cristo y lo trasladaron a la iglesia de San Nicolás.

Pasada la invasión de Napoleón, volvió en 1815 a su lugar natural, la sede agustiniana.Pero en 1836 los monjes fueron sacados del convento y la imagen fue a parar a la capilla de Nuestra Señora de los Remedios, en la Catedral, donde hoy tiene culto.

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El Cristo de Burgos es una figura a tamaño natural; lleva una falda de terciopelo que le tapa desde la cintura hasta las rodillas. Los canónigos de la Catedral le colocan, según el tiempo litúrgico, el color que corresponde. Es de una extrema belleza y que invita a la compasión y al recogimiento. Sus brazos, sus manos, su cuello articulados dan la impresión de que nos encontramos ante un verdadero hombre crucificado y muerto.

Los brazos se extienden de lado a lado de la cruz sujetos por sendos clavos; la cabeza cae sobre su hombro derecho y el pelo acompaña esa caída. Su cuerpo recto; los pies superpuestos y y fijados al madero con un único clavo… La boca y los ojos medio abiertos le confieren un rictus de dolor inenarrable.

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Bajo la cruz aparecen tres huevos de avestruz que llegaron a ser hasta cinco. Los guías de Burgos aseguran que estos huevos pudieron «ser traídos de África por un mercader y se colocaron, como muy tarde, en el siglo XVII en que el pintor Mateo Cerezo los representa en sus cuadros».

Parte del misterio de este Cristo de Burgos ya está revelado. Pero hay muchos más misterios en esta figura de Jesús escarnecido. Aunque está tallado en madera de pino a esa base se le cubrió con piel de vaca. Tal es el realismo que parece un cuerpo humano. Incluso quienes han tenido la posibilidad de tocarlo, el tacto se asemeja al de la piel de una persona.

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Pero hay aún más. Su cabello y su barba son pelo natural lo que le confiere un realismo extremo a la figura del Jesús Crucificado. Los ojos están pintados al óleo; las uñas están realizadas con astas de cornamentas y los dientes son reales, postizos en una técnica del gótico realmente novedosa.

Las heridas se reparten por toda la piel de la talla lo que le da aún más realismo a la figura. En su restauración se descubrió uno de esos mecanismos geniales que le hacían sangrar por las llagas. Los restauradores encontraron en el interior de la talla un hueco en el que se podía meter una pequeña calabaza. Ese espacio comunicaba con la lanzada del costado haciendo ver que supuraba sangre.

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Otros Cristos similares

Cristo de Burgos de Cabra (Jaén). Diócesis de Jaén

En Europa era habitual que sobre siglo XIV se construyeran estos cristos. Su devoción se extendía por todo el orbe y eran muy queridos. En España, además del Cristo de Burgos existe figuras similares y con leyendas parecidas en Palencia, Orense y Finisterre.

El cristo de Palencia es el que más curiosidad despierta. Se trata de una talla majestuosa conocida como el Cristo Yacente o de la Buena Muerte; pero en la ciudad del Carrión todos lo conoce como el Cristo de las Claras. Es una talla de 1,4 metros que está custodiado dentro de urna de cristal en la iglesia palentina.

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Como al de Burgos, el de Barba Dourada de Finisterre y el de la Catedral de Orense se le incluye en el enigma de los Cristos Siniestros de España, por su crudeza, enigmas y milagros. Del Cristo palentino de las Claras se dijo que era una momia de mujer. Se dice que este cristo libró a la ciudad de una plaga de langostas en 1659 y que en una noche en la que las monjas le oraban, extendió los brazos que tenía plegados sobre su abdomen.

Decenas de ciudades y pueblos de España y de Latinoamérica tienen al Cristo de Burgos como devoción. Si a ello lo unimos la fama de milagros, su advocación se extendió como la pólvora por todo el orbe conocido.

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Los comerciantes burgaleses del XVI crearon en Sevilla la Hermandad del Santo Cristo de Burgos; En la localidad jienense de Cabra del Santo Cristo es el patrón del pueblo. Y en varios países del sur de América e incluso en Asia lo tienen un culto especial. Filipinas, Méjico, Venezuela, Perú o Bolivia le guardan devoción.

También ha tenido este Cristo de Burgos muchas visitas reales; sobre todo en el época de la reina Isabel I y Juana. La reina madre se quiso llevar uno de los clavos para su devoción y custodia de la reliquia. Cuando el monje le quitó el clavo, el brazo de Jesús -recordemos, es articulado- se desprendió y comenzó a balancearse. Tal impresión se llevó la reina que se desmayó del susto.

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Cientos de exvotos se agolpaban entonces en torno a la figura de Jesús. Personas que dejaban amuletos, postizos, piernas de madera y muletas, por los milagros obrados por este cristo. Eran tantos que no cabían en la capilla.

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