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Benita Lafuente, en un grabado de la revista Alrededor del Mundo de 1903.
El extraño caso de Benita Lafuente, la enferma de Villacienzo
Burgos misteriosa

El extraño caso de Benita Lafuente, la enferma de Villacienzo

En los primeros capítulos de esta serie, en el mes de julio pasado, podíamos leer el caso de la enferma de Montecillo, una mujer que llevaba 15 años sin comer ni beber, en los años 20. Dos décadas antes otra mujer, Benita Lafuente estuvo 20 años sin probar bocado. El relato de un médico que la atendió roza el milagro pero quizá todo pueda tener una explicación científica. O no

Viernes, 12 de mayo 2023, 08:24

Benita Lafuente de la Fuente era una mujer de Villacienzo, de la provincia de Burgos, que estuvo 20 años sin comer; así lo atestiguaba un relato médico publicado por l5 de noviembre de 1903 en el número 231 de la revista Alrededor del Mundo por el doctor Pinilla –que con otros dos doctores, Cabanillas, del Hospital del Rey, que atiende a los enfermos de Villacienzo y el doctor Cantero—, examinó a la enferma. Benita Lafuente tenía 62 años. Vivió postrada en cama su muerte.

Una conversación, con un café de por medio con mi informante Soraya Pampliega horas antes de un estreno teatral, es el antecedente de esta historia que hoy traigo a esta sección. La gente del lugar ha oído hablar de lo que hoy relato; sin embargo, nadie ha reparado en la importancia que puede llegar a tener este caso, cuando años después de que ocurriera en Villacienzo, este caso se replicara en Montecillo, en Las Merindades.

Como recordarán los seguidores de esta sección, ya hubo otra mujer, Amalia Baranda, en Montecillo, que sobrevivió desde 1921 hasta 1936 sin ingerir más alimento que la hostia consagrada. Podría considerarse el caso más extraño del mundo pues está rodeado de un halo de sobre naturalidad que roza el milagro. Médicos de Burgos y Zaragoza atestiguaron que la enferma de Montecillo, no tomó alimento alguno en esos años.

Pero es que más de veinte años antes, en Villacienzo, ya existió un caso similar. Se trata un extraño acontecimiento, el de una mujer de este pueblo cercano a Burgos que, en efecto y como se cuenta en el entorno del pueblo, pasó veinte años sin comer alimento alguno; apenas tomaba tres sorbos de agua al día, según el relato de los galenos que la examinaron.

El doctor Pinilla, que conocía el caso porque lo publicaron los periódicos de la época, aseguraba creer que ese fenómeno era una mera catalepsia y que la mujer, en los ataques, efectivamente se quedaría sin comer. Se trasladó a Burgos para conocer el caso y se encontró con una enorme sorpresa.

La mujer estaba recluida en la casa de su hija, viuda y madre de unos pequeños. Cuidada de ella; no permitía visitas, ni siquiera de los médicos. Había vivido una experiencia traumática, en palabras de la hija, «porque hace unos meses vinieron unos que la molestaron mucho, desnudándola para retratarla, y después empeoró en su enfermedad».

El médico del Hospital del Rey, doctor Cabanillas, le llegó a confesar que nunca pudo ver a la enferma porque jamás su hija le había requerido para atenderla.

El testimonio del doctor Pinilla es convincente «No creo que haya superchería, porque pertenecen a la clase media de la aldea, y no sacan utilidad en ningún sentido a lo que acontece. No quieren que los médicos la vean». Pese a las reticencias encontradas en la hija, los doctores acabaron por convencerla para subir a la alcoba y reconocer a su madre.

El testimonio recogido en la revista Alrededor del Mundo por el doctor Pinilla es terrorífico: «La vimos en una cama regularmente aseada, casi totalmente cubierta la cara con la sábana y la cabeza con un pañuelo. Al abrir la ventana, que haría meses estaba cerrada, oímos un gruñido, más que lamento, que nos indicó el sitio donde la vieja reposaba. Tenía los ojos cerrados, contraídos los párpados y la boca, pero no había catalepsia».

Figura terrorífica

El relato del doctor Pinilla resulta escalofriante. En su artículo en la revista Alrededor del Mundo, describe la figura de esta mujer diciendo que «cambas manos sujetaba un embozo junto a la cara, pero con una suave tracción pusimos el brazo izquierdo en extensión para tomarla el pulso cómodamente». Al parecer, las constantes vitales estaban dentro una relativa normalidad «tenia 120 pulsaciones, 37 grados de temperatura y ligeramente sudorosa toda la piel».

En la exploración realizada a la mujer, los médicos apuntaron en su informe que tenía «el vientre algo hundido, pero el cuello no en esquelético; los músculos no estaban totalmente atrofiados. Daba muestras de oír, por los gruñidos que aumentaron de intensidad al reconocerla un poco, pero no habló».

El testimonio de la hija quedó patente en su declaración a los médicos. Aseguró que hacía años que «no la oía sino aquellos lamentos; cuando quiere agua, que la bebe en un pistero tres o más veces al día, la pide dando golpes en la cama con un palito que tiene al lado, o con esos quejidos más fuertes».

Las primeras percepciones de los doctores ante este caso es que podría tratarse de una enferma cataléptica por no ingerir alimentos. Sin embargo, pronto se descartó esta posibilidad, fundamentalmente porque la mujer estaba despierta.

La enfermedad de la catalepsia está determinada como un «trastorno del sistema nervioso central». La persona enferma sufre parálisis corporal, «junto con un endurecimiento y tensión de los músculos y es incapaz de realizar ningún tipo de movimiento». Es conocida esta enfermedad como una muerte aparente, Y han existido casos en los que algunas personas fueron enterradas vivas en estado de catalepsia creyendo que habían fallecido. La causa de esta confusión es que una persona en estado de catalepsia puede pasar desde unos pocos minutos hasta algunas semanas paralizada, sin mostrar signos evidentes de vida.

La realidad superaba a cualquier tipo de ficción novelesca: «Además, la persona experimenta una reducción de la sensibilidad al dolor. Pero lo más llamativo de este trastorno es que la persona es absolutamente consciente de todo, llegando a escuchar o ver todo lo que ocurre a su alrededor», relataba el doctor Pinilla.

Un suceso de 1870, el origen

En la revista Alrededor del Mundo, se recogen las causas de que Benita estuviera en ese estado. Cuenta que en 1870 «ocurrió un desastre en la casa de Villacienzo en la que vivían esta mujer y sus cinco hijos». El relato de la hija que cuidada de su madre resulta terrorífico. Relató a los doctores que vivieron «un gran susto, pues rabió un buey que hubo que matar, y corrieron mucho peligro».

Relatan, basándose en el testimonio de la mujer, que «un saludador le predijo entonces muchos males; pero aquella especie de calentura la pasó pronto». Sin embargo, la mujer quedó muy parada y apenas comía ni hablaba. «Un año después vino otro saludador, y sin darle medicinas, la hizo hablar y comer durante unos meses, pero después... nada, se metió en cama y poco a poco se fue quedando como ahora. Hace veinte años que es como cuerpo santo».

Limpieza cada seis meses

Resulta inverosímil en nuestros días, pero la hija de Benita relataba con total crudeza que lavaba a su madre «cada medio año: la mudamos y no está sucia. Tardamos tanto porque se queja mucho cuando se la mueve».

En la observación de los doctores se detalla que en la mujer «se observa que suda algo. Comer, no come nada; beber, escasamente una panilla al día y no pudimos sacar nada más». La reflexión que hace el doctor Pinilla concluye que «la ciencia nuestra no alcanzaba a explicarnos el caso, y la ciencia y los científicos somos tan orgullosos, que lo que no se explica por la razón nos damos a explicarlo por la sin razón que a la razón se opone. Lo maravilloso no es aquella vieja que vive sin comer, la maravilla está en la hija, quiero decir en el estado psicológico de la hija, que la conduce a disponerlas cosas de modo que nos cause maravilla».

Letargía por sudoración

La conclusión que saca el doctor Pinilla sobre este singular caso de la enferma de Villacienzo es que podría tratarse de «un caso de letargía, único hasta ahora en los anales de la ciencia por sudoración, entendiendo que la familia de esta enferma no sabe circunscribir bien la fecha que lleva en el estado descrito»

Según lo comprobado, el estado letárgico de la mujer puede extenderse «a lo largo de aproximadamente diez años, con intervalos de ligera lucidez». El galeno rememora que el caso más parecido a este «fue señalado por Van Kasthoven, de Leyden, en un labriego, que cayó dormido el 9 de junio de 1706 y despertó el 11 de enero de 1707».

Lo que parece más complicado de explicar es «el equilibrio en la nutrición» que en casos de este tipo es «difícil de explicar, lo mismo tratándose de tres meses que de diez años». Y es que el gasto de energía «de la máquina humana» queda reducidos al mínimo, «pero aun es grande. Sólo el latido cardíaco, la respiración y el calor representan una cantidad de kilográmetros que tienen que proceder de las grasas acumuladas. Pero y ¿cuando no las hay?».

No es ningún fraude

Localidad de Villacienzo, donde vivía la mujer. J.C.R.

En ninguno de los casos, Benita Lafuente estaba en estado cataléptico, quizá sí de letargía, ni la familia quiso con el estado de la mujer engañar a nadie. El caso, en palabras de los doctores Cabanillas y Pinilla, era «real» y por la condición de la familia «no es fraude» porque no obtienen ningún beneficio económico ni han convertido en un espectáculo lo que acontece en esa casa.

Los galenos recuerdan que en las conversaciones con la hija de Benita Lafuente «no se habló allí de milagros, ni de santidad, ni de nada de esos epítetos con que suelen adornarse los casos extraordinarios de la vida. No explotan, por lo tanto, el pretendido milagro», concluyendo que era verdad lo que allí aconteció.

Después de tantos años, en los pueblos de alrededor de Villacienzo, a Cavia, pasando por Cayuela, Albillos, Villagonzalo y Renuncio recuerdan esta historia que ha quedado convertido en mito o leyenda. Sin embargo, rebuscando en archivo y en bibliotecas, el caso es tan real como el de cualquier otro enfermo del lugar. Por muy increíble que parezca el caso, como el de Benita Lafuente hay varios casos en el mundo. Y la casualidad, o la causalidad, ha querido que en la provincia de Burgos haya dos casos. El de Benita y el de Amalia baranda en Montecillo.

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