8 señales que debes dejar de vivir en la ciudad y mudarte al campo

¿De un tiempo a esta parte se te hace difícil vivir en la ciudad? Es muy posible que ya no aguantes como antes el ruido de los vecinos o a ese perro que no para de ladrar. Quizá ha empezado a agobiarte salir a la calle o ya no soportas más el tráfico. Son diferentes señales las que te llevan a plantearte seriamente cambiar de aires y marcharte de la ciudad para vivir en el campo. Las siguientes siete claves te dan una pista más de que la gran ciudad ya no es para ti y que debes de hacer las maletas ahora mismo.

En el momento en el que deseas tener paz y tranquilidad, vivir en una población más pequeña gana fuerza. Necesitas silencio para poder escuchar tus propios pensamientos. Nada más establecerte en un pueblo lo vas a notar, ya que la calma se rompe solamente con el canto de un pájaro, y no con el claxon de los coches.

En la ciudad, tanto si trabajas desde casa como si lo haces desde una oficina, suele apetecer dar un paseo. Sin embargo, los bloques de ladrillo y cemento no acompañan, y el asfalto menos. Si ves que esa monotonía megalítica ya no te deja respirar, es que te hace falta campo, naturaleza y aire fresco y limpio.

Una razón por la podrías necesitar un cambio es olvidarte de los peligros de la ciudad. El índice de criminalidad en los grandes núcleos urbanos siempre estará por encima del que hay en el ámbito rural. En este entorno te podrás olvidar de todo esto. Podrás bajar la guardia de una vez, y esto, el estar tranquilo, es calidad de vida.

Estarás harto de ir a comprar tomates y comprobar que no saben a nada. Tienes que invertir mucho dinero para comer sano y aún así, no tendrás garantizada una mesa como tiene que ser. Los pueblos tienen sus huertas al lado, los productos de la tierra no tienen apenas intermediarios y su siembra es completamente natural.

Si tienes hijos pequeños, vivir en una gran ciudad suele ser una locura. Tendrás que coger el coche para llevarlos y traerlos del colegio, te dará miedo que bajen a la calle a jugar sin supervisión y, parar darles un fin de semana de ocio sano, tendrás que desplazarte unos kilómetros a un lugar tranquilos. Viviendo en el campo los peques te lo agradecerán. Descubrirán un mundo absolutamente diferente y aprenderán a valorar otras cosas. Conseguirás despegarlos de las tabletas y las consolas para enseñarles a descubrir lo que la naturaleza les ofrece.

Un tópico al que se suele recurrir cuando se habla de la impersonalidad de vivir en bloques de pisos es que no llegas a conocer a tus vecinos. Si te falta esa sensación de pertenecer a una comunidad y de aportar algo al grupo, el campo te llama. La vida rural te hará cambiar toda esta percepción del día a día. En un municipio de reducido tamaño todos se conocen y actúan como una red de seguridad los unos con los otros.

Es muy difícil estar comprometido con el cuidado del planeta en un lugar donde ves a diario como no se respeta el entorno. Procuras reciclar, mantener las calles limpias, pero los desperdicios se acumulan fuera de los contenedores y las calles se usan, en algunos casos, como baños públicos. La oportunidad de ser sostenible y respetuoso con el medio ambiente en el campo se hace realidad. Podrás tener tu propio huerto, reciclar tus residuos y aprender de la gente que lleva viviendo allí toda la vida para aprovechar al máximo los recursos naturales que te rodean.

Vivir en una gran capital, con una densidad de población alta, implica tener que pagar un precio por el alquiler elevado. Por lo que te vale un apartamento minúsculo cada mes en estas ubicaciones es posible ser inquilino de una casa unifamiliar si se dirige la mirada hacia provincias con menor presión por parte de la demanda. También pasa lo mismo con la compra. Hacerse con una parcela y construir una casa a tu gusto es un privilegio que en las grandes urbes es impensable.