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r. c.
Domingo, 10 de julio 2022
El emporio Uber vuelve a quedar en entredicho, esta vez muy severamente porque según filtraciones internas de la compañía supuestamente habría incumplido numerosas leyes y presionado a las autoridades políticas de los países donde opera para tener privilegios respecto a otros tipos de servicios de ... transporte público, como los taxistas. Un trabajo realizado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación concluye que esta multinacional de origen estadounidense logró penetrar en las principales ciudades de todo el mundo gracias a una estrategia que pasaría por incumplir de forma deliberada la normativa vigente en esos territorios, engañar y hacer 'lobby' en las más altas esferas.
Los más de 124.000 documentos que componen los bautizados como 'Uber Files' deja al descubierto las prácticas éticamente cuestionables de la compañía que dirigía entonces Travis Kalanick, cofundador de la compañía y que ha ido pasando en labores ejecutivas por varias empresas digitales. Los métodos de este grupo, que en un principio intentó hacerse pasar por un servicio de economía colaborativa cuando en realidad era un negocio más de transporte que competía con el resto de operadores de este sector, pasaban por cortejar a primeros ministros, presidentes, milmillonarios, oligarcas y magnates de los medios de comunicación.
Los documentos filtrados están fechados entre 2013 y 2017 –aunque fuentes del sector sostienen que presuntamente parte de esas prácticas se habrían podido mantener pese a que los documentos no abarcan más del período referido- e incluyen comunicaciones del propio Kalanick con sus directivos. Uno de ellos reconoce que los propios responsables de Uber se comportan como «piratas» y en otra nota interna admite directamente que «simplemente somos jodidamente ilegales», según informa Europa Press.
Hay 40 países donde opera en la actualidad Uber afectados por los documentos reunidos por el diario británico 'The Guardian', que ha compartido los mismos con 180 periodistas de 29 países. En respuesta a su información, desde Uber han señalado que «no hemos puesto ni pondremos excusas por los comportamientos pasados que claramente no son coherentes con nuestros valores actuales». «Pedimos que nos juzguen por lo que hemos hecho en los últimos cinco años y por lo que haremos en los próximos», ha remachado.
El propio Kalanick rechaza en una de las comunicaciones con sus ejecutivos las reticencias a enviar a conductores a una manifestación de taxistas pese al riesgo evidente de que se produjeran enfrentamientos entre ambos bandos. «Creo que vale la pena. La violencia garantiza el éxito», dijo. Un portavoz de este empresario ha alegado, sin embargo, que «jamás sugirió que Uber debiera aprovecharse de la violencia a costa de la seguridad del conductor».
En los documentos filtrados también hay una conversación entre Kalanick y el actual presidente francés, Emmanuel Macron, entonces ministro de Economía del Gobierno galo, que revela que ayudó a la multinacional en secreto para penetrar en el país facilitando que tuviera acceso privilegiado a altos funcionarios. Macron menciona incluso que la empresa tenía un «acuerdo» secreto con sus rivales dentro del Ejecutivo.
Por el contrario, otros políticos que no eran tan receptivos eran claramente despreciados por los ejecutivos de Uber, según esas comunicaciones internas. Así, el hoy canciller alemán, Olaf Scholz, exigió un aumento de los salarios para los conductores de Uber cuando era alcalde de Hamburgo. «Es un auténtico payaso», comentaron los dirigentes de la empresa.
Hasta el ahora presidente estadounidense, Joe Biden, era despreciado por Kalanick, que comentó respecto a una reunión prevista entre ambos en el Foro Económico Mundial de Davos que «le he dicho a mi gente que le transmitan que cada minuto que llegue tarde es un minuto menos que estará conmigo». Entonces Biden era el vicepresidente de Barack Obama y uno de los más firmes defensores de este operador de transportes y de su expansión internacional.
El modelo de empresa de Uber pasaba por 'tirar' los precios de sus servicios para ganar clientes, pese a que eso provocase que fuera insostenible económicamente, ya que tal estrategia les permitía controlar en mercado en ciudades de todo el mundo, desde Moscú hasta Johannesburgo, y presionar a las autoridades para que se expandiera la utilización de su aplicación. En muchas ciudades tuvieron éxito, aunque en otras su penetración no fue tan amplia y entonces se redoblaba la ofensiva. «Es una parte normal del negocio de Uber (...). Abraza el caos. Estás haciendo algo importante», argumentó Kalanick sobre su entrada en India.
En países como Bélgica, España, Italia o Francia el conflicto llegó incluso hasta las calles con graves protestas de taxistas. En París, por ejemplo, la empresa animó a los conductores de Uber a participar en contramanifestaciones y acciones de desobediencia civil. Cuando advirtieron a Kalanick del riesgo de respuesta de presuntos «matones de extrema derecha» y de que estaba «alimentando una pelea», dijo que «vale la pena». «La violencia garantiza el éxito y hay que enfrentarse a estos tipos, ¿no?», remachó. Esta estrategia es acorde a la propuesta de otro documento en el que se plantea «utilizar como un arma» a los conductores y aprovechar la violencia que sufrirían «para alimentar el fuego de la polémica».
Todo ello respondía así a un guión que se aplicó en Italia, Bélgica, España o Suiza, entre otros países, según los correos electrónicos filtrados. Un ejemplo fue cuando varios encapuchados, supuestamente taxistas aunque no se les llegó a poder identificar como tales, atacaron a los conductores de Uber con martillos en Ámsterdam en 2015, la empresa logró concesiones de las autoridades.
Por eso desde los mandos de Uber animaban a sus conductores a denunciar ante la Policía cualquier tipo de incidente, aunque no tuviesen clara su origen u autoría. «Serán portada mañana. Seguimos unos días más con el discurso de la violencia y después conseguiremos la 'solución' frente al 'cártel' del taxi, señala uno de los textos internos. Sin embargo, también reconocían que ellos mismos estarían fuera de la normativa vigente. »No somos legales en muchos países. Deberíamos evitar realizar declaraciones polémicas«, reconocía un directivo. »Nos hemos convertido oficialmente en piratas«, decía otro.
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