cristina vallejo
Madrid
Domingo, 12 de enero 2020, 00:39
Cuando a partir de mañana, lunes, tomen posesión los ministros del Gobierno que se ocuparán de los asuntos económicos, se encontrarán con un panorama algo más relajado que si su andadura hubiera arrancado el pasado verano. Si utilizamos como medida del sentimiento económico la cotización ... del bono a diez años, fue en agosto de 2019 cuando su rentabilidad marcó su nivel histórico más bajo, en el entorno del 0,05%, al igual que la de su comparable alemán (-0,70%). Desde esos niveles, los rendimientos de ambos bonos se han recuperado.
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Bajo esa evolución subyace que las expectativas sobre la economía son mejores o, al menos, que las más catastrofistas parecen haber perdido crédito. «Se llegó a esperar una recesión, y ahora ese riesgo se ha descartado», ratifica Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de Cunef. María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, quita hierro a las perspectivas más aciagas del pasado más inmediato: «Ni nos parecía justificada la percepción de que se iba a otra crisis ni ahora creemos que haya mejorado la situación». Y Matilde Mas, del IVIE, realiza un comentario en la misma línea y desliza, como Fernández, una advertencia: «En estos momentos podría haber cierta autocomplacencia: ni antes estábamos tan mal, ni ahora tan bien».
Las organizaciones empresariales no han lanzado mensajes muy amistosos al nuevo Gobierno, aunque en la última semana la CEOE ha ofrecido lealtad institucional al Ejecutivo de Pedro Sánchez. Pero cabe preguntarse si sus posiciones, que muestran una cierta desconfianza, no tendrán como consecuencia un frenazo en la inversión, en la contratación y, en definitiva, en el crecimiento de la economía española.
Andreu García, de Afi, opina que la de los empresarios es una estrategia de presión al Ejecutivo, especialmente en dos materias: la fiscal y la laboral. Pero García cree que las empresas no van a cambiar sus decisiones de inversión por el mero hecho de que responden a estrategias de largo plazo. De hecho, afirma, para ellas supone un riesgo mayor el rebrote de la guerra comercial que el nuevo Gobierno. Si se produjeran variaciones, retrasos en los programas inversores o en las contrataciones, a juicio de Santiago Carbó, de Cunef, serán muy puntuales, quizás hasta que se conozcan los detalles de los presupuestos y las primeras reformas.
Según Carbó, una de las prioridades del Gobierno debería ser, en todo caso, la de generar confianza y certidumbre entre las élites empresariales; «de lo contrario, sería muy torpe». Y el modo en que están repartidos los ministerios (los más duros, en manos socialistas; los más sociales, en las de Unidas Podemos) puede ir en esa línea.
En la última semana, el mercado proporcionó un mensaje tranquilizador:la primera subasta de deuda pública se saldó con éxito. El dinero aún no ha mostrado reticencias al país, pese al cambio gubernamental.
Las mejores sensaciones respecto a la economía encuentran su base en un escenario internacional en principio menos convulso (con permiso de las últimas tensiones entre Irán y EE UU con que ha arrancado 2020, que han desembocado en una brusca pero fugaz subida del crudo): se ha esquivado la posibilidad de un 'brexit' sin acuerdo y EE UU y China han llegado a un primer arreglo comercial. «Pero no hay que confiarse», advierte Carbó. Mas avisa de que en ambas cuestiones el andamiaje es muy endeble: «Entre China y Estados Unidos lo único que hay es un tratadito». En cualquier momento puede reavivarse la disputa, o estallar contra Europa, con el ingrediente añadido, y potencialmente desestabilizador, de las elecciones estadounidenses que se celebran en noviembre.
Pero, de momento, la mayor tranquilidad, o esa capacidad de acostumbrarse a tiempos revueltos que señala Carbó que han desarrollado las economías, han hecho posible que Alemania, la locomotora europea, haya esquivado la caída en recesión a la que parecía condenada en el tercer trimestre.
En todo caso, según las previsiones que el Banco Mundial publicaba esta semana, después de un año 2019 en que se habría registrado el peor dato de crecimiento del PIB global desde la crisis (2,4%), se espera que en 2020 mejore marginalmente hasta el 2,5%, para conseguir algo más de vigor en 2021 (2,6%).
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Ello implica que la economía podría estar ya tocando fondo y podría prepararse para reactivarse. Pero no hay que llevarse a engaño: 2020 seguirá siendo un ejercicio de desaceleración para la economía española. Roberto Ruiz-Scholtes, de UBS, es de esa opinión: estima que si bien el crecimiento medio anual en este ejercicio se puede quedar en un raquítico 1,7% (hay estimaciones más pesimistas, hasta el 1,5%, y el último dato disponible, del tercer trimestre de 2019 es del 1,9%), prevé que, a medida que vayan transcurriendo los trimestres, la economía doméstica puede ir acelerando.
María Jesús Fernández expone que la economía española debería estar tocando suelo entre finales de 2019 y los primeros trimestres de 2020 con crecimientos trimestrales de entre el 0,3% y el 0,4%, para en el último tramo de este ejercicio, si el contexto internacional así lo permite, reactivarse. «La primera mitad del año quizás la economía puede estar más débil, para luego estabilizarse y lograr un mayor vigor en la segunda parte del año», coincide Andreu García, de Afi.
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En este sentido, Ruiz-Scholtes precisa que, a partir del tercer trimestre de este año, el PIB podría recuperar ritmos de crecimiento intertrimestral del 0,5%, lo que implica expansiones anualizadas del 2%, nivel del que justamente se acaba de caer en el tercer trimestre del año pasado. La economía española encontrará sus principales apoyos, de acuerdo con Ruiz-Scholtes, en el mejor tono de las exportaciones, siempre que la mejora del comercio mundial se materialice, y en la mayor inversión en bienes de equipo. De acuerdo con Carbó, existe una probabilidad inferior al 30% de que el crecimiento de la economía española este año llegue al 2%. Y, lo que es más, Fernández considera que no sólo este año, sino que a medio plazo, el crecimiento de la economía española se mantendrá por debajo del 2%. Señala que la desaceleración económica que persiste y que califica de «suave» ha venido motivada por el agotamiento de la demanda nacional y por los problemas del comercio internacional. Pero añade que en los últimos años de crecimiento en España no se han gestado desequilibrios. Por ello, en parte, Carbó cree que es poco probable que ocurra algo que haga saltar por los aires la economía española. El peligro de que se produzca un 'accidente' económico es reducido.
Aunque Carbó apunta como riesgo que el mercado comience a atisbar la posibilidad de un endurecimiento monetario por parte del Banco Central Europeo si la mejora de las expectativas económicas se confirma. Si España ha sido uno de los países más favorecidos por los tipos bajos, e incluso negativos, habrá que ver cómo puede afrontar el punto final a ese fuerte viento de cola.
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El precio del dinero tiene su impacto, sobre todo para afrontar una de las principales debilidades de la economía española: el déficit. Carbó lamenta que no se hayan aprovechado los últimos años de crecimiento para atajarlo, ya que se encuentra en niveles que, según sus palabras, no constituyen una opción para una economía como la española. Aunque concede que esa laxitud presupuestaria ha podido contribuir a los saludables ritmos de expansión de que ha disfrutado España estos pasados ejercicios. Los recortes a los que tenga que hacer frente el nuevo Gobierno para cumplir con los objetivos de Bruselas y que podrían oscilar entre los 6.000 y los 10.000 millones de euros podrían tener su impacto en la evolución del PIB.
Los expertos se muestran escépticos respecto a la disposición del país a rebajar el déficit.Ruiz-Scholtes prevé un incumplimiento de objetivos y anticipa su efecto inmediato:la incapacidad de la reducción del ratio de deuda pública sobre el PIB. Andreu García recuerda que el Gobierno es en este punto precisamente en el que más capacidad de actuación tiene, por lo que podría procurar que en los nuevos presupuestos los nuevos gastos previstos se compensen con nuevos ingresos.
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Fernández cree que habrá más subidas de impuestos de las que ha anunciado el Gobierno, aunque considera que ello tendrá un impacto inmediato reducido en la economía. Pero a medio plazo, si los ingresos públicos no se usan bien, con destinos productivos, sí se puede minar la capacidad de crecimiento.
El ciclo global, sobre todo el americano, que presta su apoyo a los demás, está durando mucho, más que nunca, y España ha mostrado mucha fortaleza. Aunque se lleva bastante tiempo hablando del final del crecimiento, parece que asistimos a una enésima prórroga. Por eso Matilde Mas habla de la posibilidad de que estemos ante una economía diferente, cuyas claves y características aún se nos escapan.
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La gran cuestión es si la economía española será capaz de seguir creando empleo con un crecimiento del PIB que, muy previsiblemente, se situará por debajo del 2% este año. En los últimos trimestres ya se ha observado una paulatina desaceleración en el aumento del número de ocupados desde tasas cercanas al 3% interanual, hasta situarse por debajo del 2%.
Pero los expertos creen que la economía va a seguir siendo capaz de generar empleo siempre que el PIB se expanda como mínimo a un ritmo del 1,5%. Roberto Ruiz-Scholtes, de UBS, considera que en este 2020 podrían generarse entre 350.000 y 370.000 nuevos puestos de trabajo, cifra que considera «muy respetable». En 2019, hasta el tercer trimestre del año, el número de ocupados aumentó en algo más de 300.000.
María Jesús Fernández, de Funcas, muestra unas expectativas bastante más modestas:cree que la creación de empleo este año puede bajar hasta alrededor de los 200.000. Fernández, además, plantea el dilema de los precios y las cantidades que atenazan al mercado laboral: precios –es decir, salarios– más elevados, implican, afirma, un menor número de ocupados. A corto plazo, esta ecuación supone una prisión que impide crear mucho empleo y bien pagado. Para que sea posible incrementar contratos y salarios, habría que tomar medidas que busquen la mejora de la productividad y la competitividad a largo plazo. Por esta inquietud, los expertos están pendientes de cómo se acometa la reforma de la regulación laboral, que seguro tendrá consecuencias.
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