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Mitos para una economía en guerra

La mitología nos ayuda a saber dónde estamos y hasta George Lucas se basó en los libros de Joseph Campbell (1904-1987), mitólogo estadounidense, para crear su universo galáctico

Viernes, 11 de octubre 2024, 10:05

¿Quién no ha visto 'La guerra de las galaxias'? Han Solo, el maestro jedi Obi-Wan Kenobi, Anakin y Luke Skywalker y su relación con su padre Darth Vader, los ewoks… Todos ellos parten de patrones mitológicos. El viaje del héroe, el conflicto entre padre e hijo, la naturaleza… Para todo eso, George Lucas se basó en los libros de Joseph Campbell (1904-1987), mitólogo, escritor y profesor estadounidense conocido por sus trabajos sobre mitología y religión comparada. También en '2001: Odisea del espacio' de Arthur C. Clarke se reconocen muchas de las ideas recogidas en 'Mitología primitiva' de Campbell. El eje vertebrador de su obra es cómo la mitología nos permite alcanzar una comprensión más amplia de nosotros mismos y de la humanidad que tenemos en común. Campbell rompió todos los esquemas con su libro 'El héroe de las mil caras' (1949) donde explicó que todos los mitos, sean de la cultura que sean, contienen una unidad esencial. A través de su extensa obra, este estudioso de los mitos y símbolos universales, que él llamaba «la gran historia de la humanidad», mostró cómo la organización mitológica ayuda a la persona a saber dónde se encuentra.

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¿Y dónde nos encontramos ahora? Con una guerra en territorio europeo que casi hemos olvidado, con una guerra en Oriente Próximo que amenaza con extenderse, con guerra arancelaria con China y con la recesión económica instalada en Alemania, la locomotora europea. El Banco Mundial alerta de que el crecimiento económico en 2024 y 2025 será inferior al promedio de la década de 2010 en casi el 60% de las economías -donde vive más del 80% de la población mundial-. Predominan los riesgos a la baja, como las tensiones geopolíticas, la fragmentación del comercio y los desastres relacionados con el clima. Hay salida, pero se necesita la cooperación mundial para salvaguardar el comercio, apoyar las transiciones verde y digital, aliviar la deuda de los países y mejorar la seguridad alimentaria.

Joseph Campbell junto a su mujer Jean Erdman (izquierda) y Joan Halifax en 1970

¿Qué pinta hablar de un estudioso de la mitología en una newsletter que intenta analizar las claves económicas? En realidad, él anticipó la globalización económica que debería llevar, a su juicio, a una nueva mitología que abarcaría todo el planeta. «La unificación del planeta en una sola sociedad se está volviendo evidente como un hecho económico. Necesitamos un concepto global si queremos sobrevivir, y aunque parezca improbable que eso ocurra en el presente, es posible si la necesidad económica fuerza las cosas». La globalización económica parecía imparable hasta la pandemia, cuando nos dimos cuenta de la importancia de asegurar nuestras redes de suministro. Y, a pesar de que se están relocalizando algunas industrias y de las guerras arancelarias, a nadie se le pasa por la cabeza romper con el comercio internacional.

Campbell murió en 1987 pero al igual que supo analizar el pasado también era capaz de anticipar por dónde iba el mundo y ver el peligro de leer los símbolos como referencias históricas en lugar de como referencias místicas. Por ejemplo, explica que pensar que la Tierra Prometida es un trozo de terreno supone concretar el símbolo, cuando la Tierra Prometida no es un lugar situado en alguna parte sino el corazón en armonía. Campbell subraya que 'leer' la mitología como un hecho tiene consecuencias y provoca conflictos. En Oriente Próximo puede saltar la chispa de la próxima guerra mundial, advertía ya Campbell en el siglo pasado, por el enfrentamiento entre el Estado de Israel, «fundamentado en una idea mitológica», con el islam, «otra tradición mitológica».

Ahora, la editorial Atalaya, con la cuidada edición que la caracteriza, publica 'Mito y sentido', que en forma de una larga entrevista con el autor recoge su análisis de cómo la excesiva rapidez de los cambios en la sociedad ha derribado los mitos sin encontrar otros. Darse cuenta de que la sociedad en la que uno está inmerso no es este o aquel grupo, esta o aquella raza o clase social, sino el planeta entero sería una de las bases, a su juicio, para tener una mitología apropiada para el mundo contemporáneo.

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«La unificación del planeta en una sola sociedad se está volviendo evidente para todos como un hecho económico; y si es un hecho económico, entonces no hay duda de que es un hecho», subraya Campbell. La Unión Europea es un ejemplo de unificación en un continente que anduvo enfrentado en guerras durante cientos de años; el acuerdo de 140 países para aplicar un tipo impositivo mínimo a las multinacionales es otro paso hacia un sistema fiscal internacional inclusivo; la Agenda 2030 de la ONU y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible también marcan ese camino. Lento, con retrocesos, pero un camino.

El profesor recuerda la historia de Alce Negro, un siux lakota oglala que tuvo en su juventud una visión mística del destino de su pueblo. Vio el «aro de su nación», uno entre muchos otros aros entrelazados, todos ellos expresión de la misma humanidad. Alce Negro se imaginó en la montaña central más alta del mundo; esa montaña era, para él, el pico Harney, en Dakota del Sur. Pero Alce Negro inmediatamente rectificó: «La montaña central está en todas partes». Eso le da pie a Campbell para señalar que, cuando tomas tu propio pico Harney como la montaña central, pierdes la referencia a la humanidad y te quedas estancado en tu grupo étnico o nacional particular. El mito surge de la necesidad de las sociedades de reflejar experiencias y vivencias a nivel simbólico. Lo bueno que tiene el mito es que es una estructura que nos precede y sobre la que nos construimos. Cambia la forma según las culturas, pero la estructura se repite porque hay un inconsciente colectivo. El dogmatismo surge cuando se cree que se tiene la única explicación para los símbolos. Cuando las culturas o las religiones interpretan sus símbolos de forma histórica y concreta, no como metáforas, pierden la conexión con la humanidad. «Si alguien cree que la ciudad central del mundo es Jerusalén, o Benarés, y la ciudad central no está en todas partes, se habrá estancado en un culto. No habrá entendido la metáfora», concluye este estudioso.

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«La visión de nuestra doctrina como superior a las demás tiene que desaparecer. El siguiente paso tiene que ser el reconocimiento del planeta como Tierra Santa». Así acaba el libro de Joseph Campbell. Veremos qué pasa en el mundo.

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