Este artículo corresponde a la nueva newsletter 'Ajuste de cuentas', donde se ofrecerán consejos prácticos para la economía doméstica de nuestro día a día.
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Habíamos tenido una sensación de falso frescor veraniego durante los últimos días, pero las altas temperaturas -en muchos puntos de la Península, extremas- vuelven a hacer de las suyas y solo nos cabe preguntarnos si hay alguna alternativa viable para evitar que se nos dispare la luz más allá de buscar un abanico en algún cajón guardado desde el verano pasado.
Los precios eléctricos no están en récord, como ocurrió hace ahora dos veranos. Pero tampoco terminan de dar una tregua perpetua: recuerde que el IVA de la luz ha vuelto a bajar al 10% este julio, pero porque el coste de generar energía se ha disparado. Y nuestro bolsillo vuelve a temblar solo con pensar en tórridas mediodías sin poder salir a la calle; largas noches tropicales que nos impiden dormir; o destinos de vacaciones en los que no sabemos si la casa del pueblo o la playa estará bien acondicionada tras 12 meses sin pisar por allí.
Hay alternativas de ahorro. Y en algunos casos hasta opciones completamente desconocidas que van triunfando poco a poco entre una población cada vez más concienciada de que podemos tomar decisiones que nos ahorrarán unos cuantos euros. También con las altas temperaturas.
El aire acondicionado se ha convertido en nuestro gran aliado para superar los sofocos del verano. Cada vez más más aparatos en las viviendas, tanto en las residencias habituales como en las segundas donde vamos a pasar las vacaciones. Unos precios competitivos a la hora de comprarlos han convertido estos aparatos en una parte más de los hogares. El problema es que, a día de hoy, seguimos sin saber utilizarlos.
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En concreto, para verano y con el aire acondicionado, el IDAE recomienda aplicar en estos aparatos una temperatura de entre 23 y 25 grados. Para el invierno, con ese sistema de calefacción, lo más eficiente energéticamente hablando sería una temperatura de entre 19 y 21 grados. De hecho, por cada grado que cambiemos la temperatura de un aire acondicionado o un aparato de calefacción invernal estaremos gastando un 8% más de consumo de electricidad. Es decir, si bajamos el aire acondicionado hasta los 18 grados incrementaremos su gasto un 50%.
Tampoco tenemos muy claro todas las opciones que nos ofrece ese pequeño mando a distancia de color blanco, y las posibilidades que tenemos al ahorrar en su uso. Más allá de la regla de los grados centígrados, también es recomendable adaptar el uso al modo automático. Así no estaremos desperdiciando energía por encima de nuestras posibilidades ni pasando calor innecesariamente.
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En estos mandos se encuentra un pulsado que siempre genera controversia: el modo ECO. «¿Cómo va a ahorrar esta opción si el aparato no para de gastar?», nos preguntamos siempre. Ahí está la clave. Aparentemente gastan más, porque trabajan durante más tiempo. Pero en realidad lo hacen a un ritmo menor del habitual y, por tanto, consiguen ahorrar luz. Esta vía es clave para optimizar el consumo en lavavajillas, lavadoras o secadoras, por ejemplo. Los modos ecológicos consiguen ahorrar alrededor de un 30% de la energía que normalmente consumen los aires acondicionados, aunque varían considerablemente de unos modelos a otros.
Desde el año pasado, las etiquetas de los electrodomésticos cuentan con una nueva clasificación. Se distribuyen en una escala de siete posiciones que van de la A (la más eficiente) a la G (la menos eficiente). Se basa en un índice de eficiencia energética (EEI) que tiene en cuenta el consumo anual de energía y en cada programa. En términos prácticos, los electrodomésticos más eficiente pueden llegar a consumir hasta un 70% menos en comparación con los menos eficientes. De hecho, sustituir un electrodoméstico de clase B por uno de clase A puede llegar a suponer un ahorro de hasta 500 euros durante su vida útil. Y lo más importante: a los dos años de vida, ya compensa haber adquirido uno de estos aparatos más caros, gracias al ahorro energético que han generado.
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Los ventiladores de techo se han convertido en otra opción que cada día gana más adeptos para mantener refrescada una estancia y, al mismo tiempo ahorrar luz. Pero no un poco de luz, sino muchísima electricidad con sus correspondientes euros. El gasto en energía que puede tener un ventilador de techo llega a ser más de 10 veces inferior al de un buen aparato de aire acondicionado. Es decir, se puede dejar toda la noche encendido sin preocuparnos de que nos pueda llegar una desorbitada factura de la luz.Por último, recuerde que la puerta de entrada y las ventanas son los mejores elementos para actuar. También, si se dispone, los accesos a los patios terrazas o jardines. Pero hay una clave donde se puede concretar el ahorro y es la que está ligada a la propia distribución de la casa. En la medida en que una persona no vaya a estar en una habitación, merece la pena apagar el aparato refrigerador que haya en esa estancia.
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