La veterana economista búlgara Kristalina Georgieva fue designada este miércoles de manera oficial nueva directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque no tomará posesión de su cargo hasta el próximo 1 de octubre. Sucederá así durante los cinco años próximos a ... la francesa Christine Lagarde, quien desde el 1 de noviembre pasará a dirigir el Banco Central Europeo (BCE) en lugar de Mario Draghi. Un movimiento de sillas calculado desde las altas esferas comunitarias, que mantiene el equilibrio de poder en las principales instancias económicas: la jefatura del FMI para Europa y el liderazgo del Banco Mundial en manos de Estados Unidos.
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Sus primeras palabras, según una nota del propio Fondo, fueron para asumir la dificultad de la coyuntura a nivel mundial. «Es una gran responsabilidad estar al timón del FMI en un momento en que el crecimiento económico continúa decepcionando, las tensiones comerciales persisten y la deuda está a niveles históricamente altos», afirmó Georgieva. No obstante, puntualizó a continuación que su «prioridad inmediata» será «ayudar a los países a minimizar el riesgo de crisis y ser capaces de encarar desaceleraciones de la economía».
Georgieva, cuya elección estaba decidida de manera oficiosa desde la segunda semana de septiembre al no presentarse más candidatos, es la duodécima persona que ocupa ese cargo en la historia del Fondo -creado en 1944 para poner orden en la recuperación económica tras la Segunda Guerra Mundial- y también la segunda mujer en hacerlo. Para ello no solo ha contado con el respaldo de la UE, tras un primer proceso de elección, sino que también tuvo que contar con la anuencia de EE UU. Y, en concreto, de su controvertido presidente Donald Trump, quien incluso llegó a insinuar meses atrás la posibilidad de apoyar más adelante a un aspirante no europeo.
Pero fue más un guiño a las economías emergentes en medio de la guerra arancelaria que ha emprendido desde hace año y medio a diestro y siniestro. El nombramiento en abril de David Malpasse como nuevo presidente del Banco Mundial, justo con el apoyo de los países de la Unión Europea, sellaba un acuerdo tácito tan viejo como las propias instituciones. Y eso que esta vez Trump estiró la cuerda eligiendo como candidato a un crítico con el multilateralismo en general.
Para posibilitar la designación de Georgieva (66 años), el FMI tuvo que «suprimir» el límite de 65 años de edad para dirigir dicho organismo, así como el impedimento para seguir ejerciendo el cargo una vez cumplidos los 70, condicionantes que estaban en sus estatutos desde 1951. Por esa misma razón se llegó a alentar la posible candidatura alternativa del holandés Jeroen Dijsselbloem, exjefe del Eurogrupo y respaldado por Alemania, aunque finalmente éste salió derrotado.
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Además, como representante de los países del Este europeo, Georgieva no es mal vista por buena parte de las economías emergentes. Curiosamente la falta de consenso que hubo al principio en la UE sobre su designación ha mejorado su imagen global, al estimar que sus miras serán más abiertas. De hecho, aparte de su defensa de la igualdad de género en los puestos de jerarquía, también ha promovido diferentes acciones humanitarias y ha destacado en la lucha mundial contra el cambio climático. Además, según el propio Banco Mundial, ha liderado sus esfuerzos para «poner fin a la pobreza extrema para 2030 e impulsar la prosperidad compartida en todo el mundo».
Directa y sin ambages, hasta ser en ocasiones demasiado severa para sus interlocutores, Kristalina Georgieva (Sofia, 1953) es una firma defensora de la igualdad de género y una reformista pragmática -«el impacto de las reformas depende del tamaño de las economías», subraya-, sin olvidar sus orígenes. De hecho, estuvo dando clases de economía en el instituto universitario Karl Marx de la capital búlgara hasta los 55 años, la edad de jubilación en ese país.
Quince años antes empezó a trabajar en el Banco Mundial, su otra «casa» hasta el momento, como asesora en temas de medio ambiente. Tras sucesivos ascensos en 2008 alcanzó el puesto de «número dos», aunque en 2010 fue requerida por su país para ocupar la cartera europea de Desarrollo. Allí completó su lista de cargos y, de la mano de Jean-Claude Juncker, llegó a asumir la poderosa vicepresidencia de Presupuestos. También tuvo roces, y llegó a intentar que la promocionasen a secretaria general de la ONU.
En 2016 retornó al Banco Mundial, donde el yoga y la meditación son parte de su día. El grupo Queen, sobre todo la canción «We will rock you», sube la adrenalina de esta «optimista» declarada.
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