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Clara alba flores
Domingo, 6 de febrero 2022, 01:04
Banquero por vocación y firme convencido de hacer negocio a golpe de adquisiciones, el venezolano Juan Carlos Escotet (62 años) se ha convertido en una figura clave del mapa bancario español. Amante del arte, especialmente del americano, y ávido lector de Gabriel García Márquez, el ... presidente de Abanca lleva ligado al mundo financiero desde los 17 años, cuando empezó a trabajar de 'chico de los recados' en el Banco Unión mientras estudiaba la carrera de Económicas por las noches. El año pasado irrumpió por primera vez en la lista Forbes como quinta fortuna de España con un patrimonio calculado de 2.700 millones de euros.
Hijo de un leonés y una asturiana emigrados a Venezuela, hasta 1986 no fundó la casa de Bolsa que sería la semilla del actual Banesco, que también dirige. A lo largo de su carrera, muchos le han tachado de 'bolichico', como denominan a los que amasaron su fortuna en la época de Chávez. Pero sus colegas recuerdan que, precisamente bajo este régimen, Banesco ha vivido bajo la sombra del intervencionismo constante.
Con una cuota de mercado del 24% en Venezuela y gestionando más del 40% de los medios de pago en el país, su círculo más cercano certifica que Escotet convirtió a Banesco «en el banco del pueblo». Es decir, el empresario y el actual Gobierno de Nicolás Maduro están condenados a entenderse. Incluso después de que en 2018 el directivo tuviera que abandonar la presidencia de Abanca para viajar con urgencia a Venezuela, donde sus grandes directivos fueron detenidos por, supuestamente, especular con la divisa local.
Tras un rosario de operaciones corporativas bajo las que Banesco se expandió a siete países, a Escotet se le puso por fin cara en España allá por 2012, con la adquisición de Banco Etcheverría. Pero el punto de inflexión en su carrera de fondo (no es un símil, practica maratón) llegaría en 2013. Fue entonces cuando dio la sorpresa imponiéndose a tres gigantes nacionales -Santander, BBVA y CaixaBank- en la subasta por Novagalicia (NCG), en plena reestructuración de unas cajas de ahorro hundidas, intervenidas y vendidas a precios de saldo por culpa de una desastrosa gestión política.
La operación -en la que también participaron los fondos Guggenheim y JC Flowers- no estuvo exenta de polémica. Escotet puso de su bolsillo más de 1.000 millones para hacerse con NCG, doblando lo ofrecido por otra entidad. Se dudó de su capacidad para el pago. Y del Frob por aceptarlo de manera fraccionada. Y hubo muchos recelos sobre el valor real de la operación frente al talón aceptado por el Estado, que ya había inyectado 9.050 millones para sanear Novagalicia.
El matiz político que sobrevolaba la compra tampoco gustó a sus competidores. Algunos de ellos aún recuerdan cómo Banesco se había convertido en la opción favorita de Alberto Núñez Feijoo, presidente de la Xunta y quien alentó la fusión de las antiguas cajas regionales (Caixa Galicia y Novacaixa), con la posterior quiebra del grupo resultante. El objetivo era claro: que la sede se mantuviera en Galicia, algo que no estaba del todo asegurado con otros grandes competidores.
Pese a las dudas iniciales, Escotet ha demostrado su capacidad para hacer crecer a la entidad en el mercado ibérico bajo la nueva marca Abanca. Un objetivo que el empresario también mantiene con otros negocios que no le han dado tantas alegrías. El primero, su participación en el Deportivo de La Coruña, que no venderá al menos hasta que el club esté en Segunda División.
También es dueño de Nueva Pescanova, tras haber ido adquiriendo la participación de otras entidades con la reestructuración del grupo gallego. Nunca ha ocultado que su intención es vender al socio industrial adecuado. Y, según apuntan los que le conocen, «nunca echa un farol».
El crecimiento a través de adquisiciones es una de las señas de identidad de Abanca desde su nacimiento. Una estrategia con la que Juan Carlos Escotet se siente cómodo al poder combinarla con el propio crecimiento orgánico de la entidad, que en 2021 alcanzó un beneficio de 323 millones de euros tras la integración de Bankoa, otra de sus más recientes compras.
Pero el historial de adquisiciones de Abanca es mucho más extenso. En 2017 se hizo con el negocio de crédito al consumo del extinto Banco Popular. Y con la filial portuguesa de Deutsche Bank. Un mercado al que vuelve a mirar ahora con la firme intención de hacerse con el luso EuroBic.
Pese al de éxito de estas operaciones, Escotet tiene un par de espinas clavadas con dos operaciones fallidas en los últimos años: la división española de Deutsche Bank y, sobre todo, Liberbank, que rechazó su oferta y terminó por fusionarse con Unicaja.
Los que conocen bien al empresario aseguran que el fracaso de aquella operación supuso un duro golpe para sus aspiraciones. Al fin y al cabo, hacerse con Liberbank habría supuesto un salto de gigante para incorporarse a la liga de los jugadores de mayor tamaño. Pero el acuerdo se le escapó de las manos. No recibió el respaldo de los accionistas asturianos y la operación se anuló con los términos de la oferta ya redactados.
Esa decepción no ha frenado, no obstante, el apetito comprador de Escotet. Esta misma semana reconoció su gusto por Ibercaja después de que la entidad retrasase su salida a Bolsa. Pero será en Portugal donde el banquero busque su nuevo objetivo de crecimiento.
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