Secciones
Servicios
Destacamos
La crisis energética agravada con la guerra en Ucrania ha derivado en una espiral inflacionista que ya golpea a consumidores y empresas a escala global. En España, el IPC se situó en el 9,8% en marzo, el más alto desde 1985. Y ya alcanza ... los dos dígitos en nueve comunidades autónomas. Así, se amplía la brecha con las grandes economías de la zona euro, donde la media se sitúa en el 7,5%.
Fue en abril de 2021 cuando la inflación en España sobrepasó a la de la Unión Monetaria (2% frente a 1,6%) y, desde entonces, la diferencia se ha mantenido mes a mes. Una situación que pone a prueba la competitividad vía precios de las exportaciones españolas, un componente del Producto Interior Bruto (PIB) que resultó clave para salir de la crisis financiera de 2008 y en el que el Gobierno ha depositado toda su confianza, junto al consumo y la inversión, para mantener el crecimiento.
España es una potencia exportadora mundial. Incluso tras el duro golpe de la pandemia. En concreto, las exportaciones alcanzaron un nuevo récord en 2021 con 316.609 millones de euros, un 21% más que en 2020. Y el número de exportadores regulares (aquellos que han vendido fuera en los 4 últimos años consecutivos) se incrementó en más de 4.000 hasta los 59.193, según datos del ICEX. Pero la creciente diferencia de precios con la zona euro amenaza seriamente estas cifras, pues nuestros bienes y servicios se vuelven más caros respecto a los socios de la moneda común.
El complejo escenario ya empieza a ser palpable en algunos indicadores como las carteras de pedidos de la industria manufacturera, que en marzo registraron su primera caída desde enero de 2021, según el índice de gerentes de compras PMI publicado por S&P Global. De hecho, aunque se mantiene en terreno de expansión (por encima de 50) la caída de los nuevos pedidos fue la más fuerte desde mayo de 2020.
«Nuestra inflación subyacente -del 3,4% en marzo- también es algo más elevada que la media europea, lo que redunda en pérdida de competitividad para la economía», añade Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas.
Los síntomas de esa debilidad se han acelerado en 2022, pero los primeros brotes se vieron ya en el último trimestre de 2021, según reflejan los índices de tendencia de competitividad (ITCs) elaborados por el Ministerio de Industria. Frente a los países de la Unión Europea, este indicador creció (si sube implica pérdida de competitividad) un 0,7% interanual en el cuarto trimestre de 2021.
«Esta pérdida de competitividad fue resultado del aumento del 0,7% interanual del índice de precios relativos de consumo», explican desde el ministerio. Y frente a la zona euro, subió un 0,9% por tercer trimestre consecutivo, «porque la variación en media de los precios de los países de la región fue inferior a la registrada en España», añade el documento.
La preocupación es máxima entre las empresas exportadoras nacionales, que además deben lidiar con el aumento de los costes por el alza de la energía. «A pesar de que las empresas se esfuerzan en salir fuera de España y han demostrado que lo pueden hacer, nos preocupa que la posición competitiva se deteriore por tener una inflación más alta que nuestros competidores, debido principalmente al alza de impuestos de las cotizaciones a la Seguridad Social, la subida de sueldos y de los costes energéticos», asegura Antonio Bonet, presidente del Club de Exportadores, en un reciente análisis sobre la situación.
Raymond Torres recuerda que la competitividad depende de dos factores clave: la evolución de sus costes salariales y no salariales. «Los costes salariales evolucionan de manera moderada, en línea con los de los países vecinos y, por tanto, no se pierde competitividad por esta vía», indica el experto de Funcas. Sin embargo, los no salariales, y en particular los energéticos, tienden a incrementarse con especial intensidad. Algo que «obliga a encarecer los precios de venta en relación a las empresas competidoras o a comprimir los márgenes para así mantener los mercados de exportación», explica.
De momento, los exportadores españoles parecen estar optando por un ajuste vía márgenes, de ahí que las buenas cifras de comercio exterior hayan logrado mantenerse estos meses. «Pero esto solo es sostenible por un cierto tiempo, ya que a la larga pone en peligro la viabilidad del negocio», advierten los expertos.
En este punto, confían en que, al menos de momento, las empresas puedan sortear con cierta holgura el golpe de los costes energéticos en su rentabilidad. Pero insisten en que esta situación no puede perdurar indefinidamente, sin contar con que los salarios podrían reaccionar como efecto de segunda ronda. «De ahí la importancia de cerrar la brecha de inflación lo antes posible», alerta Torres.
El estallido de la guerra en Ucrania ha agravado los problemas en la cadena de suministros que venían ya de meses atrás. Sin embargo, las empresas españolas están aguantando bien el tirón del conflicto al contar con una exposición limitada a Rusia, país sobre el que se han aplicado fuertes sanciones que han provocado la salida de las grandes compañías nacionales afincadas en la región.
Según datos del Club de Exportadores e Inversores, más de 15.000 empresas españolas hacen operaciones en Ucrania, Rusia y Bielorrusia, con un volumen de importaciones y exportaciones anuales con Rusia y Ucrania superior a los 10.000 millones de euros.
Los datos del Ministerio de Industria indican que, si solo se tienen en cuenta las ventas al exterior, las exportaciones a Rusia apenas representan un 0,7% del total de las de mercancías. Y un 1,8% de las importaciones.
En el caso de Ucrania, los porcentajes son del 0,2% y del 0,5%, respectivamente. Pese a esta cifra limitada, los técnicos de la Autoridad Fiscal (Airef) advierten que «uno de los canales por los que discurren los efectos de la guerra es el comercial». Y es que aunque la exposición directa de España a los países afectados es relativamente reducida «gran parte de los efectos podrían llegar de manera indirecta a través de la exposición a estas economías de nuestros principales socios comerciales y, en particular, de Alemania», insisten desde la institución.
En un reciente informe, la Airef realiza un ejercicio teórico para calcular el impacto ligado a la desaparición de los flujos de comercio de bienes y servicios con la economía rusa. Y este ascendería a 0,4 puntos porcentuales del PIB de España, «prácticamente la mitad de lo estimado para Alemania», donde el impacto sería de 0,8 puntos.
En este escenario, los expertos indican que sí debería preocuparnos el golpe económico que para los germanos supondría que el conflicto perdure en el tiempo, al ser uno de nuestros principales socios comerciales. En concreto, y según datos de Industria de enero de 2022, las exportaciones españolas dirigidas a la UE rondan el 63,5% del total, mientras que a la zona euro se dirigen el 56,1%. Francia es el principal cliente de España en la región al absorber el 15,7% de las ventas, mientras que Alemania es el segundo, con el 10,3%.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La proteína clave para la pérdida de grasa
El Comercio
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.