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Disponer de unas infraestructuras modernas y colosales con todos sus servicios y comodidades y mantenerlas operativas en algunos casos solo unos días al año tiene un precio. Un precio exorbitante. Hablamos de aeropuertos y, por suerte para el gestor, solo con los beneficios generados por ... las instalaciones barcelonesas de El Prat ya es suficiente para cubrir las pérdidas de los 34 aeródromos que arrojan números rojos... e incluso cerrar el balance global con ganancias. El año pasado, El Prat obtuvo un resultado antes de impuestos de 339,28 millones de euros, mientras que la suma de los aeródromos en pérdidas (34 de 48) fue de 215,95 millones. Más del 10% de ese resultado negativo procedió de los cuatro aeropuertos de Castilla y León, que sufrieron un quebranto por valor de 24,02 millones de euros en 2017. Es justo lo mismo que perdieron en 2014, cuando la recuperación económica era mucho más incipiente.
El resultado es que, con una cifra de usuarios que no llega a los trescientos mil pasajeros (292.618 utilizaron el año pasado las pistas de Valladolid, León, Salamanca y Burgos, el 77% de ellos las de Villanubla), el coste por viajero que hubo de soportar Aena ascendió a 82 euros. ¿Es mucho o es poco? Como sucede con todo, depende de con qué se compare. Un dineral si se confronta con los 2,7 euros que le costó al gestor aeroportuario cada pasajero del aeropuerto de Asturias. O una nadería si la comparación se realiza con los 1.949 euros que hubo de aportar por cada viajero que pasó por el aeródromo de Albacete.
Fuera de la temporada de verano, desde Villanubla solo se puede volar a Barcelona (ocho conexiones a la semana) y a Sevilla (dos frecuencias semanales). Desde León solo se puede ir a la Ciudad Condal algunos días de la semana, mientras que Burgos y Salamanca no tienen ningún vuelo regular y su principal actividad tiene que ver con escuelas de formación aérea y operaciones de servicio público.
Ocasionales vuelos del Imserso y del Club de los 60 completan las operaciones de los aeródromos castellanos y leoneses durante las tres estaciones del año en las que apenas luce el sol.
El análisis individual señala al aeropuerto leonés como el de más pérdidas económicas brutas y al burgalés como al más 'ruinoso' en función de su tránsito de viajeros. Las instalaciones de Valladolid registraron el año pasado 227.269 pasajeros (el 2% menos que en 2016) y unos números rojos de 6,61 millones de euros. Resultado:29 euros de coste por persona para Aena (que es propiedad de la entidad estatal Enaire en un 51%). La infraestructura leonesa de Virgen del Camino, con sus siete mostradores de facturación y tres puertas de embarque, vio pasar 44.389 pasajeros (el 21,6% más que el año anterior) y sufrió unas pérdidas de 7,07 millones, lo que supone que el gestor perdió 159 euros por viajero.
Con sus 15.027 usuarios (bajada del 3,2%) y sus 5,36 millones en pérdidas, el aeródromo salmantino de Matacán presenta un balance de 356 euros de coste por usuario; mientras que Villafría, 5.933 viajeros (26,7% más) y 4,98 millones de números rojos, arroja un resultado de 839 euros por usuario de coste para Aena. No es el peor de los casos, pero casi. En concreto, es el sexto coste más elevado de una clasificación que cierra Huesca-Pirineos (257 pasajeros y 4,97 millones en pérdidas = 19.338 euros de coste por viajero). Antes van Madrid-Cuatro Vientos (2.063 euros por usuario), Albacete (1.949), Sabadell (1.531) y Son Bonet (1.163).
En lo que utilización de las instalaciones, la situación ha mejorado algo en el arranque de 2018, pero solo en León y Valladolid. En el primer trimestre, sus respectivos aeropuertos vieron incrementado el número de viajeros el 98% (hasta los 12.621 pasajeros) y el 16% (hasta 47.231 usuarios), respectivamente. Salamanca bajó el 6,7% y Burgos, el 1%. El agregado de Aena registró un crecimiento de viajeros del 9,7%, hasta casi 50 millones de personas.
En 2017, un ejercicio en el que por los aeropuertos de la red de Aena transitaron casi 250 millones de pasajeros, el 8% más que en el ejercicio anterior y en el que obtuvieron el mejor resultado de su historia, las instalaciones de Castilla y León todavía presentaron registros de viajeros el 60% inferiores a los de antes de la crisis. La desaparición de las subvenciones con las que la Junta, los ayuntamientos y las diputaciones agasajaban a las aerolíneas nacionales y extranjeras por despegar y aterrizar en la comunidad está detrás de las miserias que sufren las infraestructuras aeroportuarias de Castilla y León.
Con 0,12 vuelos por habitante, la región es la cuarta comunidad autónoma con menos actividad aérea, solo por delante de Extremadura, La Rioja y Castilla-La Mancha (0,001).
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