«Es un día triste para todos. La amargura, la furia y el shock de los afectados por los acontecimientos es más que palpable». Con estas palabras, el presidente de Credit Suisse, Axel Lehmann, iniciaba su discurso ante una junta de accionistas que no se ... volverá a repetir, tras el colapso de un banco con 167 años de historia que ya se encuentra en plena fusión con UBS.
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Decenas de pequeños inversores ataviados con multitud de elementos de protesta aprovecharon el encuentro celebrado este martes en Zúrich (Suiza) para mostrar su repulsa a la operación, que se cerró esquivando las normas que rigen este tipo de movimientos, como pasar el filtro de los propios accionistas a través de votación.
La fusión derivó, además, en pérdidas de 17.000 millones para los bonistas del banco, algo que desató el pánico en todo el sector en Europa, donde la regla establece que son los accionistas los que deben asumir primero el coste de una posible quiebra. Un nutrido grupo de estos bonistas, de hecho, ha contratado ya al prestigioso bufete de abogados Quinn Emanuel Urquhart & Sullivan para exigir una compensación.
Y este martes hicieron notar su frustración durante el acto. Uno de ellos, incluso, se sirvió de la cáscara de un coco durante su turno de intervención para mostrar su rabia contra la directiva, en alusión al producto financiero (CoCos) sobre los que se han originado esas pérdidas.
El revuelo fue absoluto. «Pido disculpas sinceras. No supimos frenar el impacto de los escándalos heredados», justificó Lehmann en su discurso, en el que, además de echar parte de la culpa a errores del pasado, también reconoció la incapacidad del banco para atajar la pérdida de confianza sufrida en su última semana de vida, con una fuga de depósitos que se 'desmadró' coincidiendo con la caída de la banca regional en EE UU.
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«No había otra opción: o la fusión o la bancarrota», aseguró ante los miles de accionistas congregados. Según indicó, una reestructuración bajo las normas bancarias del país «hubiese derivado en el peor de los escenarios, con pérdidas para los accionistas, riesgos impredecibles para los clientes», y un enorme riesgo de contagio global.
La furia de los inversores desde que se anunció la fusión con UBS el 19 de marzo también se hizo visible a través de importantes 'proxy advisor' (asesores de los accionistas) como Ethos o ISS, que llevan semanas denunciando la «codicia y la incompetencia» de los gestores de la entidad, además de su «falta de supervisión».
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Una situación que también denuncia la propia población suiza, ante el daño reputacional para un sistema que hasta hace poco parecía prácticamente intocable. En este sentido, supervisores, reguladores y el propio Gobierno –que orquestaron la operación– también estuvieron en el punto de mira. «No es mi papel comentar cómo han actuado las autoridades», indicó Lehmann ante las preguntas de los presentes.
Las duras críticas derivaron en el rechazo de los accionistas al pago del sueldo fijo de 34 millones del comité ejecutivo del banco, Pero sí se aprobó el plan de retribuciones de 2022, aunque los directivos decidieron renunciar a sus bonus en un ejercicio de contención ante los duros meses que se avecinan.
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Según las primeras estimaciones, UBS tendrá que despedir a entre el 20% y el 30% de la plantilla tras completar la adquisición, que aún está siendo investigada con lupa por la Fiscalía suiza. En total, el recorte ascendería a 36.000 puestos en todo el mundo.
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