enric gardiner
Martes, 3 de noviembre 2020, 17:00
Corría el año 2002 por España. Los aficionados al fútbol aún no conocían a Gamal Al-Ghandour ni sabían por qué le odiarían toda la vida, en la radio sonaba El Canto del Loco, Amaral y el mundo estaba a punto de conocer el fenómeno ' ... Aserejé', mientras que en los cines arrasaba 'El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo'. Hay que retrotraerse hasta entonces para escarbar en los inicios de Rafael Nadal. Un 29 de abril de aquel año, un joven Nadal, de apenas 15 años, saltó a la pista del torneo de Mallorca, en el que iba a ser su primer partido como profesional en el circuito ATP.
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Entraba como invitado por la organización y con el ranking número 762 en su casillero. Distaba mucho del jugador por el que es conocido ahora. Era pequeño, carente de las manías que ha arrastrado con los años e incluso llevaba un modelo de raqueta diferente al que empezó a utilizar en sus primeros triunfos. Aquella mañana de primavera, Nadal se medía a Ramón Delgado, paraguayo y número 81 del mundo, que, sin saberlo, se convertiría en la primera de las víctimas del manacorense.
«El nombre de Rafa ya lo conocíamos», asegura Delgado desde Asunción. «Lo escuchábamos en el circuito porque Carlos Moyá hablaba bastante de él. Un chico que era un fenómeno, que tenía muchísimo potencial, que solía entrenar con él en Mallorca, que eran de la misma isla». Por aquel entonces, Nadal no era más que una de las tantas promesas que llenan el tenis. Había conseguido en 2001 sus primeros puntos ATP en el Challenger de Barcelona y había alcanzado dos finales en el prestigioso 'Les Petits As', una saldada con derrota y otra con victoria. Era una estrella en ciernes, sí, pero también lo era su contemporáneo Richard Gasquet, quien precisamente le ganó en 'Les Petits As', pero sus carreras han llevado cursos muy diferentes.
«Yo pensé que era mi oportunidad de ganar un partido después de perder varias primeras rondas seguidas. Venía un poco sin confianza, así que cuando veo el cuadro y vi que me tocaba con él, pienso que es una buena oportunidad de ganar un partidito en arcilla para llegar con un poco más de confianza a Roland Garros», recuerda Delgado. «Era un niño, antes del partido piensas 'bueno, es un chico de 15 años, si yo me pongo consistente y me pongo sólido lo más normal es que no me aguante, y él sí lo hizo». «La defensa que tenía me llamaba la atención. Cuando íbamos saque a saque me iba dando cuenta de que se estaba complicando. Él se fue agrandando, se fue tomando más confianza, soltándose. Cuando perdí el primer set la cabeza me traicionó y yo me vine para abajo. Él se agrandó, ayudado por el público de su casa, y empezó a creérselo».
Aquel 6-4 y 6-4 fue el primer triunfo de Nadal en su carrera. El primero antes de los 998 posteriores que le llevan hasta jugarse llegar a la barrera de los 1.000 este miércoles contra Feliciano López. Nadal entró aquel día en un selecto club. Solo ocho jugadores habían logrado una victoria antes de los 16 años. Entre ellos nombres ilustres como Andre Agassi, Mats Wilander, Michael Chang y Bjorn Borg. «Todo lo que es Nadal ahora, ya mostraba señales entonces. La defensa impecable, la intensidad en la cancha y la cabeza ganadora. En ningún momento él se asustó porque iba a ganar su primera partido ATP en su casa», rememora Delgado. «Se notaba que iba a ser un fenómeno, que iba a ganar Grand Slams, que iba a ser probablemente 'top ten' o entre los cinco primeros, pero no creo que nadie, ni el más optimista, vaticinase lo que está haciendo, sinceramente. Yo creo que ni él». «Uno, dos o tres Roland Garros sí, pero, ¿trece? Es de otro planeta», apostilla.
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El camino de Nadal en Mallorca no duró mucho más y fue apartado en la siguiente ronda por Olivier Rochus (6-2 y 6-2), pero sirvió para que el español pegara un salto en el ranking, hasta el puesto 588, y se lanzara a ganar seis títulos Futures de manera consecutiva. Acabó el año como el 200 del mundo con apenas 16 años. «Después de retirarme -prosigue Delgado- viajé en el circuito unos cuantos años como entrenador y le volví a ver varias veces. Siempre le molesto recordándole que yo le di toda la confianza para ganar todo lo que está ganando (ríe). Que sigo esperando algún porcentaje de sus ganancias», bromea el paraguayo, cuyo partido más recordado es aquella derrota contra Nadal, junto al triunfo ante Pete Sampras en 1998 en Roland Garros. «La verdad es que no me molesta. No perdí contra cualquiera, perdí contra Rafa Nadal», puntualiza.
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