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Enric gardiner
Madrid
Domingo, 2 de septiembre 2018, 16:59
Después de la tormenta, siempre llega la calma, pero, en el caso de Rafael Nadal, después de un partido complicado y tortuoso como fue el que le enfrentó a Karen Khachanov, llegó el tornado de Nikoloz Basilashvili. El georgiano, número 37 del mundo y campeón ... este año del ATP 500 de Hamburgo, lejos de achicarse ante el número uno del mundo, sacó toda su artillería de misiles para rascarle un set a Nadal (6-3, 6-3 y 6-7 (6) y 6-4), que se olvidó de los problema de rodilla y se centró en sacar un tenis que se vuelve imparable en el cemento americano.
No tuvo problemas el español en repetir en la sesión de día y sobre sus hombros pesó la carga de arrancar la jornada en la pista Arthur Ashe. Bajo el sol reinante en el barrio neoyorquino de Queen's, donde se disputa el torneo, Nadal saltó a la pista con su camiseta rosa sin mangas y con el plan de utilizar los primeros juegos como toma de contacto. El partido contra Khachanov dejó dudas físicas, que Nadal quiso despejar nada más conseguir la victoria. «Estoy en mitad de un torneo, no voy a hablar de la rodilla», aplacó. Por eso, los primeros juegos mostraron a un Nadal midiéndose, sin fallar, pero sin arriesgar. De ahí que, en los tres primeros saques de Basilashvili, el de Manacor solo hiciera un punto. En cuanto se vio cómodo sobre la pista, arrancó el aluvión. En el octavo juego, con 4-3 a su favor, Nadal puso la máquina a funcionar, quebró el saque del georgiano e inició la conquista del partido.
La sentencia del primer set secó a Basilashvili, uno de esos jugadores acostumbrados a jugar al límite y a rozar la delgada línea entre el genio y la autodestrucción. Su rostro serio, al que apenas se le sacó una sonrisa cuando tocó el cielo en su carrera al ganar en Hamburgo hace unas semanas, denota la claridad y determinación con la que afronta su táctica. Sabía que tenía que arriesgar y así lo hizo, pero sin suerte. En el primer juego del segundo parcial hizo dos dobles faltas que le condenaron a ceder el servicio y con ello muchas de sus esperanzas.
Porque aunque el georgiano seguía tirando fuerte y largo (acabó con 56 golpes ganadores), bajó en precisión, a diferencia de un Nadal en modo diésel, que no necesitó pegar más acelerones para amarrar el segundo 6-3 de la tarde. Lo desesperó y, fruto de la impotencia, pegó un ligero golpe a su raquetero. Un gesto que pareció despertarle, porque el georgiano se mantuvo estable en el bombardeo y siguió maltratando a Nadal, que sin hacer nada mal, se encontró punto tras punto con bolas quemándole en las líneas. El tenis casi denominado kamikaze (cometió 59 errores no forzados) le sirvió al georgiano para llevarse el desempate del tercer set y para igualar la temprana rotura que el número uno del mundo consiguió en el cuarto.
Para cortar de lleno con otra insurrección, Nadal le pagó con su propia moneda y consiguió la rotura definitiva con una derecha en carrera que se coló en la línea. Ya no hubo misiles para más, el georgiano no pudo replicar y Nadal, pese a la concesión del tercer set, se metió en cuartos de final.
Su próxima piedra en el camino a repetir el título conseguido el año pasado será el austríaco Dominic Thiem, quien se encargó de finiquitar la aventura del finalista del año pasado Kevin Anderson por 7-5, 6-2 y 7-6 (2). Thiem, que por primera vez pisa los cuartos de final de un Grande fuera de París, se medirá por décima ocasión a Nadal, con el que mantiene un registro de tres triunfos y seis derrotas. Su último choque se lo quedó el centroeuropeo este mismo año en Madrid.
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