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Sufrió física y mentalmente, sobre todo en la segunda manga de la final y en buena parte de la tercera, pero Carlos Alcaraz supo entender a tiempo en Flushing Meadows que para ganar un Grand Slam no solo hay que disfrutar sobre la pista sino ... también padecer, agarrarse al cemento neoyorkino, meter bolas sin arriesgar tanto, ni jugar tan bello, e ir desgastando a un adversario tan consistente como el noruego Casper Ruud.
Desde que superó dos bolas de set adversas y barrió a su oponente por 7-1 en el 'tie break' del tercero, el murciano volvió a ser él mismo y se lanzó en busca de su extraordinario triunfo final en el escenario tenístico más grande del mundo, con capacidad para 25.000 personas entregadas al español en el coliseo Arthur Ashe. Alcaraz juega, gana, se divierte, aprende a sufrir cada día un poco más y a ser paciente, y es un líder, un tipo que transmite madera de campeón y llega al público de todo el mundo.
Juan Carlos Ferrero, su entrenador, es un tío tranquilo. Pedía calma a su equipo mientras su pupilo volaba en la pista en el último juego, camino del número uno del mundo. Era la 1:38 de la madrugada cuando Alcaraz se disponía a sacar para ganar. Su entrenador le hacía gestos para que respirase profundo. Falló en la primera ocasión, pero no en la segunda. Con solo 19 años, cuatro meses y seis días, Carlitos ya era leyenda, el número uno más joven de la historia, por delante del australiano Lleyton Hewitt.
Lograda la gesta, se tiró al suelo, se tapó la cara boca arriba y boca abajo, se saludó de forma muy cordial con su rival, compartieron un breve diálogo y se fue corriendo gradas arriba para abrazarse y llorar con su gente. Emoción desatada. Merecía la pena. De nuevo en la pista, se llevó la mano al corazón y se lo agradeció al público. Sexto español de la historia que alcanza el trono mundial.
Antes de la protocoloria ceremonia de entrega de premios y de las habituales y pesadas alocuciones de unos y otros, conversó brevemente con el estadounidense John McEnroe, un mito que se coronó cuatro veces en el US Open. Recogió el trofeo de campeón mientras en los carteles de la pista se podía leer un 'Bravo Carlitos' con letras blancas reflectantes sobre fondo azul.
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Habló primero el perdedor, un tipo educado y culto que lo primero que hizo en un día tan señalado fue acordarse de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001. «Estoy triste por haber perdido esta final y también la de Roland Garros ante Rafa Nadal, pero muy contento de cómo me ha ido la temporada», dijo. «Agradezco el esfuerzo que ha hecho mi familia para que pueda llegar hasta aquí. No ha podido ser, pero seguiré luchando por ganar un Grand Slam y ser el número uno», apostilló, sonriente.
«Enhorabuena por ser el campeón y el número uno más joven de la historia», le felicitó la maestra de ceremonias. «Es un día especial para todos y quiero enviar un recuerdo también para las víctimas del 11-S», respondió Carlitos en referencia a ese día horrible para la humanidad en el que él ni siquiera había nacido. «Cumplo un sueño que tenía desde niño y se lo debo a toda mi familia y a la gente que me ha apoyado en todo este tiempo», añadió. Reconoció que ha sido un torneo muy duro con tres partidos a cinco sets y la final a cuatro, pero insistió en que «no es momento de estar cansado».
Se manejó mucho mejor en castellano, idioma en el que se dirigió a sus compatriotas. «Muchísima gente ha venido para verme y anirmarne en este día tan especial y la verdad es que el cariño que he recibido desde el primer día aquí ha sido increíble. Probablemente ha sido el ambiente del que más he disfrutado en una pista de tenis. Muchísimas gracias a todos vosotros», enfatizó. Y recibió la copa de manos de McEnroe. La noche era joven para Carlitos y empezaba en El Palmar.
Ya más tranquilo, fue entrevistado por Álex Corretja en Eurosport y realizó un análisis de lo que supone este éxito: «La verdad es que es algo increíble tener esta copa en mis manos y poder tocar el número uno. Es algo que he soñado desde el principio de todo y para lo que he trabajado muchísimo. Es algo que nunca podré olvidar».
Más en clave deportiva, confesó lo que sufrió para ganar a Ruud. «El primer set lo conseguí porque saqué bastante bien, pero él estaba jugando mejor. Yo estuve muy tenso en los dos primeros sets, también en el buen parte del tercero, pero al final conseguí calmar un poco los nervios y jugar más de fondo. Ha sido un rival muy duro ante el que he sabido sufrir», desgranó.
¿Qué se le pasó por la cabeza en el último juego, cuando sacaba paga ganar? «Sinceramente, he pensado en tirármela arriba y sacar bien, lo que me dice siempre Ferrrero, pero no fue fácil. Más que un problema de pulsaciones, me pesaban las piernas», reconoció. No será la última vez que sentirá lo mismo. Nace una leyenda.
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