Enric Gardiner
Madrid
Miércoles, 8 de mayo 2019
1.111 partidos después, 734 victorias, 27 títulos, un número tres del mundo y miles y miles recuerdos, David Ferrer dice adiós. Lo hace 17 años después de su estreno en Estoril y lo hace entre amigos y en casa. La derrota ante Alexander Zverev ( ... 6-4 y 6-1) fue lo de menos. Lo importante llegó después, cuando la Caja Mágica y la pista Manolo Santana, en el último partido del día, le rindió homenaje
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Cuando el marcador reflejaba un 5-1 para el alemán, Ferrer se dio cuenta que el final estaba cerca, oteaba el horizonte con una sonrisa. Cuando llegaron los puntos de partido en contra, el alicantino no podía sacar. Al borde de las lágrimas tuvo que pedir un instante, acercarse a por la toalla y secarse.
Un intercambio largo le vio marcharse como vino. Peleando. Luchó hasta que su bola se fue más allá de la línea de fondo. Con ella, una carrera llena de éxitos. Se acercó esbozando una sonrisa a la red, se fundió en un abrazo con Zverev y, como ya hizo en Barcelona, dejó su bandana sobre la línea de la pista. Su último adiós a la pista.
Entre gritos y gritos de «Ferru, Ferru», comenzaron los homenajes. Dos lonas se desplegaron desde el techo de la Manolo Santana. En una, la inscripción «Gracias, Ferru»; en otra, una foto del protagonista.
Se sucedió un vídeo con algunos de sus mejores momentos, intercalados con las palabras de sus compañeros y amigos. Roger Federer, quien le pidió que estuviera orgulloso de su carrera, Feliciano López, Caroline Wozniacki, Novak Djokovic, Rafael Nadal y muchos otros dedicaron unas palabras al de Jávea.
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«Gracias, está siendo muy emotivo. Nunca voy a olvidar un día como este», arrancó Ferrer. «Quiero agradecer, primero al torneo, por darme la oportunidad de jugar mi último torneo profesional aquí. También a Feliciano, porque sé que lo has hecho con un cariño especial».
«Manolo (Santana), gracias por todo, sin ti ninguno de nosotros estaríamos aquí. Siempre me llamabas cuando perdía partidos cuando estaba mal, eso distingue a una leyenda a nivel personal», manifestó.
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Santana y Feliciano, presentes en el acto junto, a entre otros, amigos de Ferrer, su mujer y su hijo y Marc López, entregaron al ya extenista una placa y un cuadro, como último honor.
«Nunca he podido conseguir Madrid, ni un Grand Slam, pero los trofeos están en casa y son solo metal. Lo que me llevo de verdad es vuestro cariño. Gracias», finalizó Ferrer.
Con él se va uno de los tenistas más grandes de la historia de España. Un hombre capaz de hacer semifinales en tres de los cuatro Grand Slam, de ser finalista en Roland Garros (2013), de llegar a la final de la Copa de Maestros (2007), de conquistar tres Copas Davis (2008, 2009 y 2011), de rozar la medalla olímpica en dobles en 2012 y de ser uno de los mayores luchadores en la historia de un deporte creado a base de leyendas.
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Probablemente el mejor jugador en nunca ganar un Grand Slam, David Ferrer se marcha del tenis como el primero del resto de los mortales, tras haber compartido generación con los mejores, y haber demostrado que el trabajo duro es el camino más gratificante para el éxito.
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