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FRANCISCO J. MOYA
Domingo, 10 de abril 2022, 00:16
Al extenista valenciano Juan Carlos Ferrero, que no terminaba de encontrar un reto que le motivara de verdad en su carrera como entrenador, tras una corta y desilusionante etapa de ocho meses con el díscolo alemán Alexander Zverev, le gustó Carlos Alcaraz desde el minuto ... 1. Lo suyo fue un flechazo. Le encantó el tenista, por supuesto. Pero lo que más le gustó fue la persona. Se informó sobre su familia, gente humilde y sencilla que llevaba medio siglo vinculada al Club de Tenis de El Palmar, pedanía murciana de 24.000 habitantes. Y pronto lo supo todo sobre ese chico que acababa de proclamarse campeón de Europa sub-16. De aquello han pasado cuatro años, en los que el adolescente se ha convertido en un hombre. De proyecto a realidad. De aspirante a campeón. De heredero a elegido.
«Con 15 años vi cosas en él que no se ven en chicos de esa edad. Tenía ya mucho dinamismo, entendía muy bien el juego, por supuesto que golpeaba muy bien de derecha y de revés, se manejaba bien con la volea y tenía ese plus de intensidad y de inteligencia para trabajar los puntos y decantarlos a su favor. Entendí que se podía trabajar con él. Es un chico, además, muy centrado y con muchas ganas de crecer. Que escucha y que respeta a todos», explicaba recientemente Ferrero.
Juan Carlos Ferrero había roto con Zverev porque, entre otras cosas, el germano era poco disciplinado y estaba más pendiente de sus ratos de ocio y de su cuenta de Instagram que del trabajo diario. El hecho de que Carlos Alcaraz viviera en un pueblo pegado a la ciudad de Murcia, la séptima más poblada de España pero sin las distracciones que ofrecen grandes urbes como Madrid o Barcelona, tranquilizó a quien fuera número 1 del mundo en 2003. Pronto, no obstante, Ferrero se lo llevó a su academia de Villena (Alicante), un oasis de tranquilidad en el que solo se respira tenis y donde lo único que se puede hacer es entrenar y jugar. Todo el confinamiento lo pasó encerrado allí, junto al gijonés Pablo Carreño, bronce en Tokio. Las horas libres las mataban haciendo puzzles gigantes entre ambos. También le daban al ajedrez. Y muy poco a la Play.
En la Academia Equelite JC Ferrero ha vivido el flamante campeón del Masters 1.000 de Miami desde 2018. Lo ha hecho en una pequeña cabaña de madera, hasta que hace un mes se mudó a una casa prefabricada de 90 metros cuadrados, la primera que usó el propio Ferrero en un lugar que se ha convertido en centro de referencia para jugadores que desean hacerse un hueco en el circuito. Han pasado por allí el también murciano Nicolás Almagro, que llegó a ser número 9 del mundo, y el albaceteño Guillermo García-López, cuyo tope fue el 23º puesto del ranking de la ATP.
El padre de Alcaraz, que también se llama Carlos, fue tenista, llegó a ser subcampeón de España y en su época de júnior tuteaba a Sergi Bruguera y Álex Corretja. Dirige desde hace casi tres décadas la escuela de El Palmar, en la que se formó su hijo. «Ahora recogemos con el nieto todos los sacrificios que hicimos con nuestro hijo, al que no pudimos mandar a Barcelona con 14 años. Nos pedían 80.000 pesetas al mes y mi sueldo era de 60.000», confiesa el abuelo de Alcaraz, el que inició la saga. Fue tenista amateur y, hace 50 años, uno de los fundadores del club en el que Carlitos «estuvo recogido desde bien pequeño». Recuerda su abuelo que el actual número 11º del mundo «se pasaba las tardes dando golpes a la bola en el frontón».
La madre de Carlitos, Virginia Garfia, es exempleada de una gran superficie y él es el segundo de los cuatro hermanos, Álvaro (21 años), Sergio (11) y Jaime (9). Todos juegan al tenis. El pequeño gana todos los campeonatos en los que participa. «Cuidado con Jaime, que también juega una barbaridad con lo pequeño que es», avisa el abuelo. «Solo nos ha faltado la niña para llegar a ser una saga como los Sánchez-Vicario», suele decir divertido el padre de Carlos. A su hijo, educado y noble, le sigue gustando que le llamen Carlitos. El mes que viene cumple 19 años y acaba de sacarse el carné de conducir.
Cada vez que puede, el joven campeón vuelve al piso familiar de El Palmar y se reúne con los amigos de siempre. Es uno más. Hasta hace un par de años era fácil encontrarlo jugando interminables pachangas de fútbol en la playa de Cabo de Palos junto a sus colegas. Corría más que nadie y era de los que más goles metía. Todos los veranos de su infancia los ha pasado en Los Urrutias, a orillas del Mar Menor. Le encanta salir a pescar con su padre y su abuelo, aunque últimamente no tiene tiempo para ello. Tampoco progresa tan rápido como le gustaría en el golf, deporte que practica desde hace un año junto a Ferrero. Apenas puede jugar. Le falta tiempo.
En los últimos meses le han «enseñado a comer bien». Su alimentación está basada en sushi, aguacate, pescados, carne a la plancha y mucha verdura. Lleva a rajatabla la suplementación y también los descansos, algo que hasta hace poco le costaba. «Estoy demasiado enganchado al móvil, pero me he dado cuenta de que no pasa nada por dejarlo aparcado de vez en cuando», confesaba hace unos meses. Mide 1,85 y en su esbelta figura prima la fibra por encima de una musculatura exagerada, a pesar de que se ha puesto muy fuerte en los últimos meses y su cambio físico es evidente. Sufría fuera de la pista para ser ordenado y poco a poco ha ido mejorando, hasta convertirse en una máquina perfecta. Entrena, compite y gana. Por este orden. Alcaraz, que era el futuro, ya es el presente.
Madridista confeso, Alcaraz disfrutó de lo lindo el pasado mes de noviembre en La Cartuja de Sevilla, donde vio el primer partido de fútbol en directo de su vida. Fue el España-Suecia que clasificó a los de Luis Enrique para el Mundial de Catar. Ve mucho tenis, sobre todo partidos antiguos en Youtube. Y va progresando con el inglés, ya que aprovecha los viajes y las largas estancias en hoteles para estudiar. Para el joven tenista murciano las siestas son sagradas y suele dormir un rato (no más de media hora) antes de comenzar la activación previa a los partidos.
Se anima escuchando reguetón y su bailecito escuchando a Enrique Iglesias que subió a su cuenta de Instagram (ya tiene casi 600.000 seguidores) se ha hecho viral estos días. No es de ahora, sino de enero de 2021, durante los 15 días que estuvo confinado en un hotel de Melbourne antes de su debut en el Open de Australia. Su actor favorito es Will Smith y le gustan las películas de acción.
Las marcas se lo rifan. Nike le fichó hace dos temporadas para que promocione sus prendas. Ya ha jugado en varias ocasiones con una camiseta sin mangas, tal y como sucedió con Rafa Nadal en sus inicios y en este 2022 ha firmado dos importantes contratos con Babolat (marca de raquetas) y Rolex (de relojes). En su familia, no obstante, no olvidan el apoyo que le dio a Carlos la empresa Postres Reina, con sede en Caravaca de la Cruz (Murcia) y que apostó por el jugador de El Palmar cuando era infantil.
Portada de Men's Health
En febrero protagonizó la portada de la revista Men's Health, siendo el protagonista más joven que ha posado jamás en la edición española. Aunque su triunfo el pasado domingo en el Masters 1.000 de Miami tuvo un amplio seguimiento en los periódicos deportivos más prestigiosos del planeta, él no se olvida de pisar el suelo y atender a causas solidarias. Esta semana, sin ir más lejos, ha donado las zapatillas que usó en Miami a la Fundación Never Surrender, ubicada en Murcia, liderada por el doctor Vladimir Salazar y que ayuda a los enfermos de cáncer.
Su ídolo, claro, es Rafa Nadal, con quien coincidió en varias ocasiones siendo solo un niño. Una vez en Barcelona, Alcaraz fue requerido junto a otras jóvenes promesas del tenis español para participar en un anuncio junto al campeón de Manacor. Era lunes por la mañana y el día anterior el balear había jugado un duro partido de Copa Davis en Valencia. Nadal estaba muy cansado y al llegar al set de rodaje se dejó caer sobre un sofá y apenas podía levantarse. Le propusieron cancelar el rodaje, pero Nadal lo rechazó y el plan siguió adelante, tal y como estaba programado. Alcaraz había pasado la noche en la carretera con su padre, viajando desde Murcia. El anuncio se grabó ese día y Carlitos volvió a casa encantado de haber compartido un rato con su ídolo, ese mismo al que ahora sueña con derrotar en Roland Garros. Hace unas semanas en Indian Wells ya estuvo a punto de conseguirlo.
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