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david sánchez de castro
Lunes, 26 de octubre 2020, 17:58
Desde el viernes en los libres ya se vio que Portimao iba a ser un circuito en el que sólo los más duchos en situaciones críticas iban a triunfar. O eso, o tener un Mercedes, que es la única máquina capaz de ganar ... en cualquier condición. La montaña rusa del trazado, las bajas temperaturas y la elección a todas vistas errónea de Pirelli de los compuestos para este fin de semana propiciaron una especie de tormenta perfecta en la salida del GP de Portugal.
Lewis Hamilton y, en menor medida, Valtteri Bottas, han alcanzado la costumbre funcionarial de llegar primeros a la primera curva de cada Gran Premio. Saben que a excepción de la mosca tras la oreja que es Max Verstappen, carrera sí y carrera también son los únicos con opciones reales de llegar a debatirse la victoria. El hexacampeón, en su camino a explorar los mares inexplorados de los récords por encima de Schumacher, es mucho más fuerte que Bottas y esa es una realidad que nadie puede obviar. Por eso, el finlandés intenta achucharle en las salidas: sabe que poco o nada puede hacer, más que esperar un milagro.
Sin embargo, esta máxima solo se cumple si el circuito lo permite. Portimao, que en otras épocas del año es un lugar caluroso al extremo, ha albergado un Gran Premio de en unas condiciones heladoras. A expensas de lo que ocurra con las negociaciones del Circuit de Barcelona-Catalunya, todo apunta a que el trazado del Algarve no volverá a alojar una carrera de Fórmula 1 en un tiempo, pero de momento ya ha dejado una imagen memorable: la de Carlos Sainz adelantando por fuera y por dentro los Mercedes.
Con una arrancada que firmaría el mismísimo Carlos Sainz padre, el hijo demostró que de casta le viene al galgo y, por eso, en una suerte de una pista de patinaje que solo estaba para valientes, llegó a ponerse primero para ser líder durante cuatro vueltas, lo que tardaron las Pirelli, grandes jueces y verdugos de esta Fórmula 1, de Hamilton y Bottas en ponerse a tono. «Mi padre estará orgulloso de mis habilidades de rallies», dijo a la prensa el piloto de McLaren, a lo que el bicampeón del mundo de rallies y tricampeón del Dakar, en twitter, le replicó con su bendición: «Muy buen esfuerzo en condiciones complicadas. ¡Muy orgulloso!».
Aunque a efectos prácticos no es más que una anécdota, para el recuerdo -y los vídeos de 'highlights' de la temporada- queda esa gran salida de un Sainz que se quedó con hambre de conseguir más, y la certeza de que sus cualidades le pueden llevar a pelear por posiciones altas si le acompaña el coche. Y es que, de momento, Sainz cuenta con un McLaren MCL35 con el que puede estar entre los diez primeros, sin duda, pero en el segundo segmento. El actual statu quo de la Fórmula 1 hace impensable ver a un McLaren arriba junto a los Mercedes y el Red Bull de Verstappen (¿hasta cuándo resistirá la paciencia para echar a Albon?). La gran ausencia ahí arriba es la de Ferrari, que espera como un perdido en el desierto el trago de agua fresca que será el fin de la temporada 2020.
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La guerra interna que hay entre Ferrari y su piloto estrella hasta este año, Sebastian Vettel, ya no se esconde. El alemán, que volvió a protagonizar una decepcionante carrera tras un pésimo sábado para ser solo décimo, acusó ya de manera explícita a su equipo de darle un coche diferente a Charles Leclerc, una acusación de favoritismo que, sin embargo, no tiene por qué ser falsa. En la Scuderia son conscientes de que solo el monegasco está dando los resultados esperados y está respondiendo según las expectativas. En la carrera de Portimao, Leclerc fue cuarto, una plaza muy superior a la que el pésimo SF1000 permite (como hacía antaño un tal Fernando Alonso), mientras que Vettel fue décimo y puede dar gracias por ello. Que Mattia Binotto, su jefe, diga que esperan más del segundo piloto no es un menosprecio, sino una realidad tangible. Los 57 puntos de diferencia entre ambos describen perfectamente dónde está cada uno.
Mientras acaban de soportar cómo Vettel se arrastra por los circuitos, los responsables de Ferrari miran con una sonrisa esperanzadora a Sainz, como los amantes que esperan ansiosos que acabe el confinamiento para volver a pasar una noche de pasión. Salidas como la de Portimao son parte del equipaje que Sainz llevará en la maleta para la mudanza a Maranello.
La respuesta debe estar a la altura. Carlos Sainz y Charles Leclerc solo pueden pilotar, que no es poco, el coche que les den. Por muy buenas salidas, clasificaciones, adelantamientos y defensas que hagan, si entre manos no llevan más que un camión rojo, poco o nada podrán hacer. Los técnicos de la 'Scuderia' deben honrar a dos de los mejores pilotos de la parrilla que, en unos meses, remarán juntos.
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