Hamilton, obligado a brillar en casa del enemigo

Los pilotos poco a poco van acostumbrándose, y a efectos prácticos les viene bien estar quince días en una región tan frondosa y verde como esta. Aunque los dueños del escenario son los máximos favoritos (a día de hoy) al campeonato, son sus alternativas, los hombres de Mercedes, quienes esperan mucho de las dos carreras consecutivas aquí.

Para Lewis Hamilton es una oportunidad de oro, posiblemente única. El Red Bull Ring es un circuito con luces y sombras para él: en las dos carreras del año pasado hizo un cuarto y un primero, en la de 2019 fue quinto, en la de 2018 abandonó por avería… Y eso que no tenía a un rival tan presionante como el hoy líder del campeonato, un Max Verstappen con la moral por las nubes tras su tercera victoria del año. Para el equipo de las bebidas energéticas está siendo una campaña excepcional, como demuestra que no habían subido a lo más alto del cajón en al menos tres grandes premios desde la temporada 2013. La madurez de Verstappen y la cada vez más perfecta adaptación de Sergio Pérez han convertido una amenaza en un ataque frontal al statu quo de la actual parrilla: Mercedes ya no manda y su reinado se enfrenta seriamente al ocaso.

Hamilton, por primera vez en años, tiene que pasar al ataque. En el que puede ser su último año en la Fórmula 1, el sueño de proclamarse octocampeón y llegar a cotas jamás antes alcanzadas en el epítome del automovilismo deportivo se complica mucho más de lo que esperaba. Lo visto en Paul Ricard, un circuito muy distinto al Red Bull Ring, es síntoma de un problema mayor que padece él y su escudería: el acomodo del dominio de otros años les ha hecho relajarse.

Enfrente se han encontrado a un Red Bull con un Verstappen que han entendido que, pese a no tener un coche con mejor ritmo de carrera, deben exprimir otras tantísimas virtudes como tienen. La perfecta comunión entre sus dos pilotos dista mucho de lo que tienen Hamilton y un Valtteri Bottas que avergüenza más que ilusiona, y que se está ganando sobradamente ser despedido incluso antes de que acabe este año. Los datos son demoledores: Lando Norris, con un McLaren, está por delante de él en el campeonato del mundo.

Como en la película de 1975, Carlos Sainz y el equipo Ferrari han pasado tres días investigando qué es lo que está matando sus carreras este año. Las grandes virtudes del SF21 se hunden en circuitos como el de Paul Ricard, por una incomprensible altísima degradación que sufren sus neumáticos. Es como si a Kylian Mbappé le pusieran a jugar en la Eurocopa con zapatos de charol.

«He estado tres días en Maranello en reuniones para investigar qué ha pasado. Vamos a intentar arreglarlo a medio y largo plazo, pero no se va a resolver inmediatamente», admitía el madrileño en la rueda de prensa previa al Gran Premio de Estiria. Los Pirelli se hunden en circuitos donde el tren delantero sufre más, caso de Paul Ricard, por lo que Sainz solo puede cruzar los dedos.

Si en la Scuderia están en línea descendente, y temiendo que vaya a ir a peor conforme avance el verano, en Alpine están notablemente satisfechos por lo que les viene por delante. Tanto Esteban Ocon como sobre todo Fernando Alonso han mostrado una notable mejoría en las últimas carreras, y aunque son conscientes de que aquí probablemente vuelvan a sufrir algo, no será tan serio como al principio del año. El asturiano ha encontrado el punto óptimo de manejo de esa dirección que tanto le estaba complicado, lo que a su vez le ha servido para que los problemas con los neumáticos duros que tanto le pesaban se mitiguen.

Esta mejoría permite a Alonso pelear, toda una novedad. A diferencia de lo que pasaba en las primeras carreras del año, el asturiano ya habla de poder ganar puestos en carrera. «Hay algunas buenas oportunidades de adelantamiento en las curvas tres y cuatro, lo que hace que el fin de semana sea bastante emocionante, ya que puedes luchar por las posiciones el domingo», admitía el bicampeón español. No hay nada más apetecible para el espectáculo que un Alonso con sed de adelantamientos.