David Sánchez de Castro
Madrid
Viernes, 17 de noviembre 2023, 13:37
Asco, vergüenza, bochorno… Las sensaciones que el aficionado medio, ya no digamos el veterano, sintió tras lo vivido este viernes en Las Vegas son variadas. La organización de la Fórmula 1, borracha de avaricia, no tuvo en cuenta lo que podía pasar en una ciudad ... en la que todo es un gigantesco cartelón usado para tapar la porquería que hay detrás. Todo el cartón piedra, la parafernalia, las luces estroboscópicas y la falsa muestra de glamour y lujo saltó por los aires cuando apenas se habían disputado nueve minutos de sesión. Eso es lo que duró la primera tanda de entrenamientos libres antes de que el chapucero circuito destruyese el coche de Carlos Sainz.
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Porque no se puede definir de otra manera. Es incomprensible que en 2023, después de precedentes ya vividos en circuitos que ni mucho menos estaban preparados para albergar una competición de este prestigio, aún haya que lamentar incidentes que podrían haber supuesto algo mucho más grave para los pilotos.
Ocurrió en una de las largas rectas. Varios pilotos ya habían pasado por ese punto cuando uno en concreto, Carlos Sainz, recibía un fuerte golpe en la parte baja de su Ferrari. Un golpe seco, como si le rajaran el chasis desde abajo. La imagen, vista desde fuera, fue un bote del coche rojo y una lluvia de chispas que hicieron exclamar a los fans que, con dificultades, podían ver algo desde las carísimas gradas a 1.000 dólares la entrada. Cuando el monoplaza de Sainz se detuvo, se constató que la Fórmula 1, Las Vegas y todo el teatro se había caído ante los ojos del mundo: una tapa de alcantarilla había saltado y había destrozado el Ferrari, hasta el punto de que incluso rajó el asiento del coche.
La bochornosa situación obligó a la FIA a ordenar la detención de todos los coches inmediatamente. En el trazado del circuito, diseñado sobre las mismas calles donde habitualmente circulan coches, había un total de 300 bocas de alcantarilla que habían sido selladas para intentar que no ocurriese eso. Como todo lo que está ocurriendo este fin de semana, y solo ha transcurrido un día, ese sellado se hizo mal y el cemento colocado alrededor de cada boca no resistió en ese punto. El boquete que quedó en el suelo no es nada en comparación con el que va a quedar en el recuerdo de los aficionados, especialmente los que lo vieron en directo allí y que no volvieron a pisar el circuito.
La FIA se puso manos a la obra. Decenas de sufridos operarios se pusieron con la ardua tarea de revisar cada alcantarilla una a una, echar cemento de secado rápido y comprobar que era seguro para todos. La operación duró varias horas, hasta el punto de que la segunda sesión de libres se retrasó a las 11.00 hora europea, inicialmente, aunque tuvo varios retrasos más. En Las Vegas, mientras, los pilotos esperaban resignados cuando ya se había entrado de lleno en la madrugada. Porque cuadrar los horarios entre Europa, América y Asia obligaba a que los segundos libres estuviesen agendados a las 12 de la noche, pero con estos retrasos los pilotos, deportistas de élite que deberían tener sus horas de descanso pautadas, se vieron obligados a esperar a más allá de las 2 de la madrugada para dar vueltas a un circuito durante hora y media.
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La tomadura de pelo a los pilotos, jefes de equipo y al público fue absoluta. Sainz fue la primera víctima del fin de semana, ya que esa alcantarilla le destrozó el coche y, al tener que montar nueva batería, tercera del año para él, recibió su correspondiente penalización: 10 posiciones. Pese a que Ferrari pidió una medida de gracia, ya que fue culpa del circuito y no propia, la FIA decidió no indultarles y el madrileño dice así adiós a prácticamente todas sus opciones de lograr un buen resultado el domingo. Y eso que pudieron reparar el coche, con piezas nuevas y tras un trabajo hercúleo de los mecánicos de la Scuderia, para la segunda y a la postre única sesión.
Entre los libres 1 y los libres 2, en la rueda de prensa de los jefes de equipo, al de Ferrari, Fred Vasseur, le preguntaban sobre el sexo de los ángeles, mientras: «¿Qué balance haces sobre tu primer año como jefe de equipo?», le decía el sufrido propagandista de la Fórmula 1 con el micrófono, mientras el francés se contenía para no echar espumarajos por la boca mientras calificaba de «inaceptable» lo ocurrido.
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Y al público le tocó irse a casa por «consideraciones logísticas». Dado que el circuito transcurre por el centro de la ciudad, incluido el archifamoso 'strip', estaba establecido que el tráfico a la circulación habitual se abriese a las 4.30 de la madrugada hora local. Los sucesivos retrasos para la disputa de los libres 2 hacía imposible evacuar al público de las gradas antes, por lo que los organizadores tiraron por la calle de en medio: echarles a todos antes de los segundos libres. Ni siquiera se libraron los VIP que pagaron más de 3.000 y 4.000 euros por estar en el Paddock Club. La sensación de que, en realidad, a los organizadores no les gustaron nada los comentarios, fotos y vídeos que estaban circulando por las redes está ahí. Porque lo importante es que el show continúe.
Pese al esperpento, los coches pudieron salir a rodar. Tras la hora y media de sesión, y con los pilotos marchándose a dormir a las 4 de la madrugada (y no por irse de fiesta), el más rápido de la sesión fue Charles Leclerc, con Carlos Sainz con el coche restañado segundo y un buen Fernando Alonso tercero.
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Con la pista helada (se registraron poco más de 10ºC en el aire, unos 15ºC en el asfalto), todos pudieron probar, pese a las ojeras, el sueño y las circunstancias. En este sentido, la lectura final fue razonablemente óptima, especialmente para un Alonso y un equipo Ferrari que espera que los sustos se hayan acabado y en el anodino trazado de Nevada puedan mantener este ritmo.
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