DAVID SÁNCHEZ DE CASTRO
MADRID
Lunes, 4 de noviembre 2019, 18:43
La celebración del sexto título mundial de Lewis Hamilton opacó todo lo demás ocurrido en el Gran Premio de Estados Unidos de Fórmula 1. La vista estaba puesta en el box de Mercedes, el olfato y el gusto en las botellas de champán, ... el tacto en las manos que se apretaban en señal de felicitación y el oído en la música que atronaba las cercanías del garaje del equipo que ha dominado un año más la competición.
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Sin embargo, no muy lejos de allí, en la zona de prensa, Max Verstappen realizaba la acusación más grave posible que se pueda hacer en el deporte. Cuando le cuestionaron sobre su opinión acerca del bajón de Ferrari en las dos últimas carreras, especialmente en la última, el neerlandés se burló socarronamente: «Es lo que pasa cuando no dejas de hacer trampa». Los periodistas, que sabían por qué le preguntaron al respecto, rápidamente se fueron a anotar la frase, dado que no era ni mucho menos baladí.
Y es que en el paddock había un cierto runrún que no dejó de moverse desde que en el Gran Premio de Bélgica Charles Leclerc estrenó su palmarés de victorias: algo había en los coches rojos. Todo viene de antes del verano, cuando Toto Wolff decía que algo tenían los Ferrari que no se había mostrado y ponía sobreaviso al resto. Dado que el rendimiento de los Mercedes hasta ese momento fue muy superior, se achacó a esas estrategias de guerra psicológica semejantes acusaciones del jefe de Mercedes. Cuando la escuadra alemana empalmó seis poles consecutivas desde Bélgica hasta México, en los despachos empezó el movimiento: aquí había gato encerrado.
La protesta no vino de Mercedes, a sabiendas de que lo cosechado en los primeros grandes premios era suficiente como para no temer un 'sorpasso', pero no así Red Bull. La escuadra de las bebidas energéticas se contagió del carácter protestón de Max Verstappen e inmediatamente reclamó a la FIA una aclaración: ¿estaba haciendo trampas Ferrari? No entendían bien ese aumento de rendimiento, especialmente en circuitos donde la velocidad punta es la clave, con respecto a las citas previas. Quizá porque entre iguales se reconocen, desde Red Bull empezaron a hablar en los mentideros y esquinas del paddock de un agujero en el reglamento sobre el flujo de combustible.
Desde hace unas cuantas temporadas, el flujo de combustible y el consumo están limitados. Un Fórmula 1 actual debe ser un ejemplo de sostenibilidad dentro de sus posibilidades, por lo que la hibridización de los motores debe dar más protagonismo a la parte eléctrica que a la de combustión. O eso quiere la FIA.
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Para vigilar que los equipos no se pasen de consumo, tanto absoluto como en momentos de carrera, introdujeron unos sensores estándar en todos los depósitos. Su objetivo era medir cuánto combustible se inyectaba al motor en todo momento. Desde Red Bull sospechan que Ferrari había encontrado la manera de medir cuándo ese sensor actúa, pudiendo usar así los momentos 'en blanco' para consumir más. Dicho de otra manera: según el equipo de Milton Keynes, los de Maranello escrutaban cuándo se hacían las mediciones y aprovechaban los intervalos en los que no para consumir más y, con ello, ganar más potencia.
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El truco no contradice lo que advirtió la FIA, aunque la explicación la podría firmar Groucho Marx (como tantas otras cosas que ocurren en Ferrari): el sensor sólo se puede usar según lo especificado por el reglamento y el combustible aportado a la unidad de potencia debe pasar a través de ese y sólo de ese sensor homologado. Lo que no dice la norma es de poner un sensor secundario a ese sensor principal.
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La acusación de Verstappen, con fundamento más allá de la sospecha o no, forma parte de los habituales rifirrafes entre equipos al final de cada temporada. Y es que la campaña 2020, aunque sea de transición hasta la gran revolución de 2021, seguirá siendo un año en el que todos los equipos, y sobre todo los grandes, van a batallar codo con codo para evitar que les pasen.
Red Bull sabe que su rival es Ferrari y no Mercedes, ya que mucho tendrían que cambiar las cosas para que en la próxima campaña no se repita una temporada similar a esta. No es casual tampoco que sean los del toro quienes apunten con el dedo acusador: ellos saben muy bien lo que es retorcer el reglamento para encontrar resquicios. El problema viene para los de detrás que aspiran a ese puesto de tercer equipo de la parrilla, como McLaren. Porque si Red Bull es el vigilante de Ferrari, ¿quién vigila al vigilante?
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