david sánchez de castro
Martes, 16 de junio 2020, 12:56
Carlos Sainz se ha convertido en el último miembro de la lista de ganadores del premio Princesa de Asturias que reconoce, en palabras de la Fundación, «las trayectorias que por medio del fomento, desarrollo y perfeccionamiento del deporte y a través de la solidaridad y ... el compromiso, se hayan convertido en un ejemplo de las posibilidades que la práctica deportiva conlleva en beneficio de los seres humanos». Pocas dudas caben de que Carlos Sainz Cenamor (Madrid, 1962) cumple con creces estas premisas desde hace mucho tiempo.
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La ausencia de Sainz, como las de Michael Jordan, Michael Phelps, Usain Bolt, Teresa Perales, Valentino Rossi., era imperdonable para muchos sectores de la sociedad. Unos premios que han ganado su prestigio más por los galardonados que por los galardones en sí no podían explicar de manera lógica que uno de los mayores pioneros del deporte español, del que han bebido al menos tres generaciones, no estuviera en su palmarés.
Más aún contrasta al ver nombres en esa lista como Sito Pons, cuyo palmarés quedó muy empequeñecido con otros tantos pilotos españoles e internacionales, o deportistas que a la postre se confirmaron contrarios a cualquier valor que represente estos premios, como Lance Armstrong.
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Sainz fue elegido ganador del Princesa de Asturias en un 2020 que, para bien y para mal, está siendo inolvidable para todos. Lo empezó ganando su tercer rally Dakar a sus 57 años, batiendo su propia marca de longevidad como el piloto de mayor edad en ganar el raid más duro del mundo. Continuó siendo nombrado el mejor piloto de rallys de la historia, en una votación en la que superó a leyendas como Sebastien Loeb o Sebastien Ogier, ambos considerados 'hijos deportivos' de un piloto que, como suele ocurrir entre las grandes leyendas españolas, están mejor consideradas fuera que dentro de nuestras fronteras. La guinda roja, nunca mejor dicho, la puso su hijo al fichar por Ferrari en medio de un inesperado confinamiento después de haber brillado en apenas año y medio con McLaren.
El ejercicio de Carlos Sainz como piloto es sólo una pequeña parte de su labor en todos los equipos en los que ha estado. El 'Matador' es, según los propios técnicos que le han acompañado en su trayectoria deportiva, el mejor poniendo a punto los coches con los que ha pilotado. No se pueden entender los éxitos de Sainz, sus dos Mundiales y sus tres Dakares, sin conocer su labor como preparador. Lo decía Luis Moya, su compañero de fatigas durante quince años en el WRC: es por su incansable búsqueda de perfeccionamiento por lo que ha llegado a donde ha llegado.
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Toyota, Lancia, Subaru, Citroen, Volkswagen, Peugeot y Mini han recibido las clases magistrales de un Sainz que siempre entendió que su trabajo no era pilotar un coche de un punto a otro, sino también transmitir de manera clara, concisa y útil lo que él sentía. Este tipo de actitudes las ha transmitido a su hijo Carlos pero también a otros deportistas que vinieron detrás de él, como el mismo Fernando Alonso de cuya amistad ahora pueden presumir el uno del otro.
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A sus 58 años cumplidos y ya mirando de reojo el Dakar 2021, en el que buscará el póker, aún le queda cuerda. No se atreve, ni tiene necesidad, de decir cuánta, pero quienes le conocen mejor, su familia, son conscientes de que queda mucho que disfrutar y sufrir con el devenir deportivo de Carlos Sainz. «Como le he dicho hace un rato, yo creo que se puede retirar tranquilo, ahora sí que sí, aunque no sé por qué dudo que lo haga (risas). Él sigue hambriento, sigue con ganas», bromeaba el Sainz piloto de Fórmula 1 sobre el Sainz leyenda del deporte mundial. Poco a poco el hijo irá sustituyendo al padre en las búsquedas en google, las menciones en redes sociales y el tamaño de las fotos en prensa, pero siempre tendrá que seguir al lado, que no debajo, de la sombra de un tótem del automovilismo.
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Lo que le quede de carrera seguirá demostrando una incansable búsqueda de la perfección, pero no mediante atajos. Desde siempre, y pese a que nunca pasó hambre en su casa en unos años difíciles, supo que el camino más seguro es no rendirse nunca y apostar por el trabajo como única filosofía. El legado que dejará Carlos Sainz a las siguientes generaciones no serán sus títulos, sus trofeos o sus galardones: será una manera de llegar a lo más alto, mantenerse y saber ganarse el respeto y el reconocimiento unánime de todos, tanto rivales como compañeros.
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