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Nacida el 14 marzo de 1997 en Columbus (Ohio), Simone Biles tuvo que afrontar una traumática infancia. No conoció a su padre y las adicciones de su madre motivaron que a los tres años tuviese que irse a vivir con su abuelo materno y la segunda esposa de éste, que terminaron adoptándola.
Comenzó a practicar gimnasia a los seis años. Dotada de un físico privilegiado, Aimee Boorman descubrió su potencial cuando sus abuelos la llevaron a Gymnastyx, un gimnasio de Houston. Fue su entrenadora hasta 2017. A su dirección se debe la forja de una campeona que está reinventando su deporte.
Aunque ya era campeona del mundo de salto en categoría júnior, la irrupción de Biles por la puerta grande en los Mundiales de Amberes en 2013 pilló a casi todos desprevenidos. Los focos apuntaban a Kyla Ross, líder del equipo estadounidense, y a la rusa Aliya Mustafina, pero Biles se impuso en el concurso general y sumó otras tres medallas más en la ciudad belga: oro en suelo, plata en salto y bronce en barra.
El aldabonazo que pilló a contracorriente al mundo se vio refrendado un año después en la ciudad china de Nanning, donde la estadounidense le echó el lazo a su segundo cetro en el concurso general imponiéndose a la rumana Larissa Iordache por 448 milésimas. Allí sumaría otras cuatro medallas más: oro por equipos, en suelo y en barra y plata en salto.
Las cinco preseas que abrochó en Glasgow 2015, sumadas a las que ya atesoraba, convirtieron a Simone Biles en la gimnasta más laureada en campeonatos del mundo. Conquistó el oro por equipos, suelo, barra y el concurso completo, además de colgarse el bronce en salto.
Erigida ya en la gran figura de la gimnasia, rozó la perfección en los Juegos Olímpicos de Río, donde sumó cuatro medallas de oro -por equipos, individual, suelo y salto-, además del bronce en barra.
La cita de Montreal se presentaba como la perfecta oportunidad de que Simone Biles se coronase por cuarta vez como campeona del mundo en el concurso general, pero optó por tomarse un año sabático mientras la gimnasia estadounidense se tambaleaba a raíz de las revelaciones sobre los abusos perpetrados durante más de dos décadas por parte de Larry Nassar, médico de la selección estadounidense que fue finalmente condenado a 175 años de cárcel sin derecho a fianza. Mientras se desarrollaba el proceso contra el mayor depredador sexual del deporte en aquel país, Biles confesó que ella fue una de sus víctimas.
Seis meses después de aquella desgarradora confesión, Simone Biles volvía a la competición por todo lo alto. Ni el descubrimiento de una piedra en el riñón que le obligó a pasar por el hospital dos días antes del inicio de los Mundiales de Doha fue capaz de apartarle de la gloria en aquella cita, en la que contribuyó al oro por equipos de la selección estadounidense y sumó su cuarto título en el concurso general con ejercicios de elevadísima dificultad, uno de sus sellos distintivos. Logró otras cuatro preseas en las finales por aparatos: oro en suelo y salto, plata en asimétricas y bronce en barra.
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