«He llegado al vestuario, me he quitado la mascarilla y he podido escurrirla»

Porque esta normativa ha llegado casi de imprevisto y no ha dado tiempo a prepararse para ello. «Ha sido una experiencia bastante curiosa. Al final es lo que te mandan, o te la pones o no juegas. Para seguir con la competición y tratar de hacerlo lo mejor posible hay que acatarlo y asumirlo», ha explicado Alberto González Pinillos, capitán del conjunto castellano.

El uso de la mascarilla en el 40x20 se ha tornado «incómodo» entre los jugadores. «Es un poco agobiante, sobre todo al principio. Calentar, empezar a sudar y ver que te cuesta bastante respirar... pero luego en el juego te centras en jugar y solo molestaba un poquillo de vez en cuando. Te vas acostumbrando, aunque no se lo recomendaría a nadie tampoco», ha señalado el arandino.

Uno de los principales interrogantes que plantea su uso es la incidencia en la respiración de los deportistas, algo que han notado los jugadores durante el encuentro: «Se nota agobio y la falta de aire muchas veces. Era casi necesario bajarla un poquito, ponerla por debajo de la nariz para poder respirar con cierta holgura. Es antinatural hacer deporte así y afecta bastante».

Además, «la mascarilla se baja sola» y es complicado jugar a balonmano y al tiempo colocarla en su lugar. El sudor, la pega, el balón, la mascarilla... «La verdad es que no te da tiempo a pensar en que tienes que recolocarte las mascarilla. Tú estás jugando y no piensas en otras cosas. Es cierto que cuando bajas a defender sí te das más cuenta de que llevas la mascarilla por la boca y te la subes un poco. Pero los jugadores no prestan atención a eso y no es que la lleváramos muy bien puesta», confiesa Pinillos.

Esta normativa, que salió el viernes, ha pillado un poco a traspié a los equipos. Ayer Ademar de León ya jugó con mascarilla en el Palacio contra el SinFin, lo que puso tras la pista a los chicos de Nacho González. «Cuando les vi pensé que si ellos jugaban con mascarilla a nosotros nos iba a tocar también», cuenta Pinillos. Lo que no deja de ser una situación imprevista, que no se ha entrenado y para la que no se estaba preparado: «No hemos podido practicar, acomodarte un poco, ver qué se siente en los entrenamientos anteriores. Ha sido una sorpresa tanto para nosotros como para nuestros rivales, que muchos no sabían ni que tenían que jugar con mascarilla hoy».

Y durante el encuentro, con el calor, el sudor y el toqueteo, la mascarilla se humedece tanto como para poder dudar de su eficacia. «He llegado al vestuario, me la he quitado y he podido escurrirla. Se humedece mucho. Si quieres que tenga efecto, en un partido de balonmano tendrías que estar cambiándotela cada cinco o diez minutos mínimo», sentencia Pinillos.

Quedan dos semanas para volver a disputar un encuentro en Burgos, la esperanza del capitán cidiano es que hasta entonces la situación «cambie algo», aunque si pudiera les diría a los responsables de esta norma «que probaran a jugar ellos» e intentaría convencerles de que para el deporte, «sobre todo para este tipo de deporte» es muy complicado poder «practicarlo de una manera normal» portando una mascarilla.

«Es antinatural y tiene más perjuicios que beneficios», sentencia el capitán que espera que la normativa vuelva a cambiar con prontitud.