Pío García
Enviado especial a Tokio
Sábado, 7 de agosto 2021, 19:07
El pasado 27 de julio, Viran Morros se lanzó a por un balón dividido durante el España-Brasil, sintió molestias muy agudas y se tuvo que retirar del partido. Le hicieron una resonancia magnética y Juan José Muñoz Benito, médico de la selección española de ... balonmano, determinó que el jugador catalán sufría «una lesión en el tercio medio del bíceps femoral de la pierna derecha». Viran se perdía el resto del torneo olímpico y España se quedaba sin su especialista defensivo.
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Según el reglamento, el seleccionador, Jordi Ribera, podía nombrar un sustituto siempre que su nombre estuviera dentro de una lista de 28 jugadores que se entrega a la organización antes de comenzar los Juegos. Un día después de conocer la lesión de Viran Morros, Ribera marcó el número de teléfono de Miguel Sánchez-Migallón (Ciudad Real, 1995). «Me pilló comprando sábanas en Polonia», sonríe. Jugador durante las siete últimas temporadas del Ciudad de Logroño, había fichado por el Kielce polaco y estaba organizando su mudanza. Lo tuvo que dejar todo, pasar los controles sanitarios a toda pastilla y coger un avión con destino a Tokio.
Aterrizó el 31 de julio. El 1 de agosto ya estaba en la cancha, vestido de corto y disputando contra Argentina el último partido de la fase de grupos . «Llegué a Tokio tan cansado que esa noche dormí bastante, así que no tuve tantos problemas con el 'jet lag'. Sí que lo pasé bastante peor los días siguientes e incluso lo noto algo todavía, pero, en cuanto el árbitro pita, la adrenalina sube y ya no te afecta nada», explica. Miguel Sánchez-Migallón, un jugador muy polivalente. Capaz de desempeñarse con solvencia en todos los lugares de la cancha, asumió el reto de convertirse en el especialista defensivo de la selección, una tarea que ya había trabajado con Jordi Ribera en las concentraciones previas a los Juegos Olímpicos.
El jugador castellano-manchego no llegó de relleno. Aunque solo ha disputado los cuatro últimos partidos con los Hispanos, ha marcado siete goles y, sobre todo, ha tenido que sudar la medalla fajándose durante muchos minutos con los ataques rivales. «El equipo me ha ayudado muchísimo -valora-; me he sentido uno más y me han puesto todo muy fácil para que hiciera lo que tenía que hacer: jugar, defender y darlo todo». Echando la vista atrás a estos últimos y vertiginosos diez días, Sánchez-Migallón confiesa que ni se cree todavía lo que le ha pasado: «Nunca quieres venir por la lesión de un compañero, pero me ha tocado, he venido y he hecho lo que he podido», zanja con un toque de modestia.
Ahora se ve con una medalla de bronce olímpica al cuello; algo que muchos deportistas buscan infructuosamente toda su vida y con lo que el propio Miguel ni siquiera podía soñar hace diez días, cuando una llamada de teléfono le pilló comprando sábanas en Polonia.
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