Gerard Moreno deja su impronta ante la tierna Kosovo

En un país exagerado, con más tendencia a los blancos y negros que a los grises, las expectativas se han reducido al mínimo después de la euforia desatada tras endosarle un set en blanco a la poderosa Alemania en otoño. Llegados a este punto, La Roja dispone de una buena ocasión para recuperar sensaciones, elevar la autoestima, encauzar la clasificación para el Mundial de Catar y pensar que todo es posible en la Eurocopa que se celebrará del 11 de junio al 11 de julio próximos.

«Me preocupa mucho el partido contra Kosovo. Si no tenemos frescura y finura para ganar, será con el corazón, con la cabeza o con lo que sea. Pero hay que estar en el Mundial de Catar», enfatizó Luis Enrique, «a punto de infartar» hasta que ese milagroso y lejano disparo de Dani Olmo selló la agónica remontada el domngo en Tiflis. Tras un análisis más pausado, el martes se mostró más optimista y seguró que España mereció ganar.

Tras un largo vuelo de regreso y dos leves entrenamientos, uno de recuperación y otro previo al partido, acoge Sevilla otro partido trampa por los nervios, un rival desconocido que seguramente jugará muy cerrado y al límite del reglamento, la obligación de vencer y el riesgo de distracción que supone la inminente vuelta a la Liga, con diez jornadas y todo por delante. Qué decir sobre lo que deben sentir ahora los leones Unai Simón, que encadena su sexta titularidad con España, e Iñigo Martínez y el txuri urdin Mikel Oyarzabal, suplente ante los kosovares. El sábado juegan una histórica final de Copa del Rey a la vasca en este mismo escenario.

Es un buen momento para que se curtan en las dificultades los prometedores jóvenes alistados por Luis Enrique, con algunos ilustres veteranos como Sergio Ramos, Jordi Alba o Busquets para darles empaque y experiencia, como si se tratase de un combinado olímpico. Aunque España es segunda del grupo B tras empatar en casa con Grecia y vencer 'in extremis' en Georgia, desde la clasificación para el Mundial 2006 no se observaban tantas dificultades. Entonces, precisó de una repesca ante Eslovaquia para estar en Alemania.

Después de realizar siete cambios en sus dos últimos onces y de completar las cinco sustituciones permitidas ante helenos y caucásicos, resulta una quimera adivinar qué plan tiene Luis Enrique para cerrar esta ventana internacional con demasiados temblores. Sí es seguro que mantendrá el dibujo 4-3-3 y la idea de tener la posesión, el dominio y tocar al ser posible más rápido y profundo que en los últimos precedentes. Y si no se consigue, pues a tirar de orgullo y probar con más centros o tiros de largo distancia, como en la segunda parte de Tiflis. Con cualquier once, de nuevo sin Sergio Ramos, lo que ya sorprende, España debería ganar y golear a este país nuevo en el concierto continental que, por su ubicación geográfica, permite pensar que sigue la excelente tradición de la escuela balcánica.

El partido contra Kosovo no solo viene precedido por las dudas en el juego de La Roja, sino por la polémica política, al tratarse de un Estado al que España no reconoce. La exprovincia de Serbia, que se proclamó independiente en 2008, llegó a amenazar con no jugar en el encuentro si no se les permitía usar su himno y su bandera, después que la Federación Española de Fútbol anunciase el partido contra «el territorio de Kosovo» en un comunicado.

Finalmente, las aguas se apaciguaron después que el Ejecutivo afirmara que el partido es un acto deportivo, que no afecta a su posición política y se jugará de acuerdo «a la normativa FIFA y UEFA», que sí reconocen a Kosovo como federación independiente desde 2016. «Hemos recibido garantías de la UEFA y la FIFA de que se respetará el protocolo para partidos internacionales», se felicitaba el secretario general de la Federación Kosovar de Fútbol, Eroll Salihu. Tras caer 0-3 ante los suecos en su debut camino de Catar, los kosovares afrontan esta cita como un acontecimiento histórico para mostrarse al mundo.

Representan a una pequeña República de casi 11.000 km² de superficie, habitada por 1,8 millones de personas, pero España está en alerta máxima. «Tenemos que mejorar muchas cosas, pero la actitud y el rendimiento están siendo óptimos y el camino es bueno, aunque hay unos partidos que se dan mejor que otros. No podemos fallar más», advirtió Rodri Hernández en un acto promocional justo en la víspera del partido.

La tierna y desorganizada Kosovo le permitió a España recuperar sensaciones, ganar de forma relativamente cómoda y esperar a la Eurocopa con un poco más de calma y optimismo del que derrochaba tras los temblores ante griegos y georgianos. Salvo el

No fue una noche para extraer grandes conclusiones, pero sí

Luis Enrique elevó a la máxima expresión aquello de que le pagan por decidir, ni le influyen los «Pepe, Manolo o Lucas, periodistas en sentido figurado». Hizo un compendio de lo mejor de los dos primeros partidos y volvió a dejar en la suplencia a Sergio Ramos, al que sí

Más madera sobre las decisiones de Luis Enrique.

Se encontró esta vez La Roja

El primer gol llegó de nuevo gracias a la conexión entre Jordi Alba y Olmo, como en Tiflis.

Dominio absoluto de los españoles en un primer acto con el 80% de posesión y 15 remates por ninguno de los kosovares. Con los deberes hechos, la segunda mitad sobraba. El exceso de relajación permitió ciertas alegrías de los kosovares. Hacía falta mover el árbol, pero Luis Enrique no hizo cambios hasta que introdujo a Gerard Moreno y a Fabián a falta de 22 minutos. Tácticamente no cambiaba nada, pero llegó el tremendo error de Unai Simón.