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JAVIER MUÑOZ
Viernes, 29 de junio 2018, 00:44
El Mundial tiene esas cosas. Basta que un jugador marque dos goles a Arabia Saudí y otro a Egipto, y que emita algunos destellos de calidad ante Uruguay, para que lo conviertan en héroe. Luego hay que comprobar si la gloria es sólida o efímera, ... y esa es precisamente la incógnita que La Roja debe despejar este domingo con Denis Cheryshev. Sea cual fuere el veredicto, el centrocampista del Villarreal se merece conjurar la leyenda de su alineación indebida en un Cádiz-Real Madrid copero de 2015. Lo está logrando gracias a la lesión de su compañero Alan Dzagoev ante los saudíes, que ha posibilitado su protagonismo en la Copa del Mundo y lo ha revalorizado en el mercado de fichajes. El Villarreal ha puesto sus botas en el escaparate y el seleccionador ruso, Stanislav Cherchesov, le está regalando además un delicioso desquite, ya que su predecesor, el italiano Fabio Capello, no lo convocó para Brasil 2014, y la Eurocopa de 2016 se la perdió por problemas físicos.
Ha tenido que esperar bastante, pero estos días se ha publicado que Cheryshev tiene la paciencia del pescador. Es una de sus aficiones favoritas, con la que ha disfrutado muchos veranos en la ciudad rusa Nizhny Nóvgorod, donde nació el 26 de diciembre de 1990 y por donde pasa el río Oka. En sus orillas se le vio inumerables veces con el sedal extendido, esperando a que picara algo. Denis se levantaba de madrugada y se reunía con un amigo octogenario para irse a pescar hasta la hora de comer.
Cheryshev, licenciado en Educación Física, viste la camiseta de Rusia, aunque en el pasado ha confesado que se siente más español que ruso. Escogió la doble nacionalidad y tiene una novia española, una abogada que trabaja en Burriana (Castellón). Es un joven completamente distinto del niño al que hace dos décadas, cuando llegó a Gijón con 7 años, todo le resultaba ajeno. Entonces necesitó, como era normal, un traductor para hacerse entender, pero no tardó en aclimatarse mientras su padre, el delantero centro Dimitri Cheryshev, competía con el Sporting en la Primera y la Segunda División españolas. Fue el balón lo que precipitó la integración de aquel chaval trasplantado desde la región del Volga, un proceso que empezó en los campos del Mareo y, a partir de 2001, cuando Dimitri fichó por el Burgos, continuó en las instalaciones deportivas de Pallafría.
Los Cheryshev residieron un año en la capital castellana, ya que el padre se enrolóla temporada siguiente en el Aranjuez. Al pequeño Denis le bastó ese tiempo para dejar su impronta en el Burgos Promesas 2000. Solo tenía 10 años, pero en ese club se acuerdan tanto de él que entre el 2 y el 7 de julio próximos van a organizar el VI Campus Denis Cheryshev. «Se veía que venía muy bien, que tenía hechuras de jugador. Le pegaba con los dos pies, y era muy rápido, técnico, listo y pillo», relató el presidente de la entidad, José Luis Fernández, a un periódico local.
Esas habilidades abrieron a Denis las puertas de la selección benjamín de Castilla y León, y ayudaron a que su nombre les empezara a sonar a los ojeadores del Real Madrid. El club merengue no se lo pensó demasiado. Se lo llevó en 2002, y él fue escalando peldaños desde alevines hasta que desembarcó en el Castilla en la temporada 2010/2011. En su primer año con el filial ascendió de Segunda B a la Liga 1,2,3 y recibió como recompensa una llamada de Mourinho para jugar un amistoso veraniego contra el Oviedo. Fue el 24 de julio de 2012, y los blancos golearon 1-5. Denis anotó el segundo tanto y se convirtió en el primer ruso -a día de hoy el único- que debutaba con la primera plantilla del Madrid.
Sin embargo, poco espacio suele haber para los canteranos en el Madrid de las superestrellas y Denis Cheryshev acabó girando en la ruleta de las cesiones. Primero lo enviaron al Sevilla e hizo un buen papel, aunque lo lastraron las lesiones. La campaña siguiente (2014/2015) emigró al Villarreal, también como cedido, y alcanzó su cénit. La casa blanca lo recuperó en 2015/2016, pero la desgracia se cebó con él. Aquel invierno, Rafa Benítez lo alineó indebidamente en un choque copero de dieciseisavos en Cádiz. La decisión -se supone que Cheryshev debió haber advertido que tenía una sanción pendiente de cuando jugaba en el Villarreal- supuso la eliminación del Real Madrid y algo peor. Degeneró en un pleito jurídico que Florentino Pérez perdió en el Supremo.
Cheryshev, Benítez y el presidente fueron el centro de todos los chistes y el jugador no pudo acabar la temporada con los merengues, que decidieron cederlo al Valencia. En 2016/2017 lo mandaron al Villarreal y la temporada siguiente acabó fichando por el 'submarino amarillo', donde no ha tenido un papel destacado. Sin embargo, el presidente, Fernando Roig, se ha propuesto revenderlo a buen precio, muy por encima de los siete millones que desembolsó al Real Madrid. Quizá lo consiga ahora que el Mundial ha servido para dar lustre a su centrocampista, el paciente pescador del río Oka.
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