Villalibre devuelve al Glorioso a Primera un año después

Vuelven los babazorros entre los grandes un año después y se quedan con la miel en los labios los granotas. En ese duelo final de vidas cruzadas en los banquillos, se impuso por un detalle Luis García Plaza, un trotamundos especialista en ascensos que repitió con el Alavés lo que ya logró antes con el Mallorca y, precisamente, el Levante. Fiesta tremenda en la Plaza de la Virgen Blanca de Vitoria y funeral en el el Ciutat de València. Soledad y tristeza en la fuente de Las Cuatro Estaciones.

Era la oportunidad final, pero en el primer acto al duelo siguió la misma tónica que en Mendizorroza. Algo más dominante el Alavés, ya que necesitaba vencer para regresar a la élite, pero el miedo a errar se imponía a la fe en el triunfo. Con tanto en juego, el cerocerismo y el aburrimiento suelen ser habituales.

Mejor a los puntos el Alavés, pero muy pocas ocasiones antes del descanso. Por parte local, apenas un contragolpe que derivó en un dos contra dos, pero que De Frutos resolvió fatal, y un golpe franco lanzado por Montiel que golpeó en la barrera y no acertó luego a rematar Vezo. Por el bando vasco, una notable internada de Duarte, que dibujó un pase soberbio que remató el argentino Tenaglia, ya muy forzado, y salvó Rober Pier casi bajo palos.

Aceleró el Glorioso tras la reanudación y silenció el Ciutat. Luis Rioja rozó el gol, pero Femenías estuvo soberbio. Guiados por un gran Guridi hasta que se quedó sin fuelle, los visitantes eran mejores, pero les faltaba precisión, pegada. Como en el cabezazo franco de Villalibre, que se le marchó alto, o en el tiro de Duarte que sacó a una mano Femenías, el mejor del Levante. Sufría Orriols y se lamentaba Luis García Plaza por esa ausencia de gol. Recompusieron la figura los granotas con Wesley Moraes y Soldado, más amenazantes en ataque y muy guerrilleros ambos.

La tuvo De Frutos, pero Sivera, bien colocado y sin vencerse, cumplió su papel. También abortó el portero un cabezazo de Moraes. El duelo se abría y, en el otro área, el argelino Rebbach desperdició una ocasión pintiparada. Luis García, desesperado porque ese gol tenía valor casi de ascenso, se lanzó al cesped lamentándose. Ya eran los minutos del pánico, preludio de la prórroga. En ella, el travesaño evitó que De Frutos y Pepelu entrasen en la historia antes de ese penalti que lo cambió todo. Por algo el Alavés es el Glorioso y el Búfalo cambió San Mamés por Mendizorroza. Los designios del fútbol son inescrutables.