Una mala versión del Mirandés cae en la víspera del derbi

Da la sensación que el cuadro jabato ha interiorizado el sufrimiento hasta el punto de moverse a la perfección en el alambre. Lejos de los inicios arrolladores ante Amorebieta o Las Palmas, dio la sensación de estar a merced de un rival mucho más vertical y con las ideas más claras. Emergió colosal, al igual que en el Heliodoro Rodríguez López, la figura de Raúl. El guardameta realizó la parada de la tarde en un remate entrando desde atrás de Bárcenas. A pesar de cogerle a contrapié logró sacar una mano salvadora.

El extremo estuvo más acertado poco después, en una acción personal por la izquierda con centro al segundo palo en forma de regalo para Bautista. El ariete cedido por la Real Sociedad no desaprovechó y cabeceó al fondo de la red, en parte gracias a una relajada y deficiente marca de Arroyo.

Pudo ser más grande la avería causada por los visitantes si Raúl no hubiese estado atento en una indecisión de García de Albéniz, pero el arquero se anticipó a Bautista justo a tiempo.

El Mirandés de la posesión, el protagonismo y el estilo reconocible había dado paso a una versión más sufrida, pero sin embargo mucho más letal. En su primera llegada, consiguió equilibrar. García de Albéniz se pareció por fin al hombre clave de todo el curso y puso un centro para la llegada de Brugui en plancha. El catalán, que tomaba la alternativa en el once, hizo imposible la estirada de Iván Villar.

Fue con el nuevo panorama cuando Anduva empezó a reconocer a los suyos. Meseguer, retornado al equipo, vio cómo le anulaban por fuera de juego un gol tras un nuevo cabezazo de Brugue, mientras que Íñigo Vicente hizo de la banda izquierda un carril por el que generar peligro y poner a prueba a un muy entonado Iván Villar. La sinfonía coral habitual del Mirandés comenzaba a sonar.

Resultó inoportuno el intermedio para el cuadro jabato, que se sentía cómodo, fiel a sí mismo. El paso por los vestuarios supondría un reordenamiento en el que dos de los mejores equipos con balón expusieron sus argumentos. Camello, desaparecido toda la cita, buscó su acción del día nada más echar a rodar el balón: se deshizo de dos rivales y encontró el hueco para perfilar el disparo, pero Iván Villar de nuevo estuvo soberbio.

Se jugó como si fuera la prolongación de una final, para bien y para mal: un correcalles sin centro del campo el que los dos conjuntos pisaron área con cierta facilidad, pero sin demasiado criterio a la hora de decidir.

Decidió Lolo Escobar que la cita estaba para Hassan, y sobre el papel cumplía todos los requisitos, pero el francés no apareció más que para cometer una falta innecesaria, que acabaría por decidir la liza: Rubén Pardo colgó un balón y Raúl, en su salida, en vez de despejar el balón acabó por «despejar» a Doukouré, al que golpeó con estrépito. Javi Hernández se encontró el balón muerto en forma de regalo y empujó al fondo de la red.

El golpe resultaría letal para el Mirandés, incapaz de generar una sola ocasión en los apenas diez minutos restantes y que llega tras este varapalo al esperado derbi con el Burgos.