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La segunda etapa de Zinedine Zidane en el Real Madrid ya es historia. Barruntaba la decisión hace semanas, meses incluso, tras poner en la balanza los pros y los contras de cumplir la temporada de contrato que le quedaba. Por segunda vez, el marsellés ... no se ve con fuerzas para seguir y elige marcharse. Una mezcla de desgaste, hartazgo y malestar con Florentino Pérez, su gran valedor, el presidente que le dio la gran oportunidad de su vida como entrenador, que volvió a recurrir a él en tiempos de crisis, pero que no le respaldó en los momentos más difíciles de este ejercicio. Zidane siempre ha priorizado el vestuario; su relación con el jefe ha sido profesional, educada y respetuosa, pero más distante.
La renuncia de Zidane es la crónica de una muerte anunciada. Se responsabiliza en primera persona de la temporada en blanco, sin títulos, pero son muchos más los motivos que le han llevado a dimitir. Acabada la Liga con una victoria agónica pero inservible ante el Villarreal, ya que el Atlético no falló y se coronó en Valladolid, Zidane se dio unos días para meditar. Pero solo cuatro fechas después comunicó el miércoles su adiós a la plantilla, en primer término, y a los dirigentes después. Muchos jugadores se sorprendieron por la dimisión, aunque estaba cantada. Incluso dejó en mal lugar a algunos pesos pesados como Toni Kroos. «Si Zidane estuviese pensando en marcharse, me lo habría dicho porque tenemos una relación estrecha», dijo el alemán horas antes. También Karim Benzema, ya a las órdenes de Didier Deschamps para la Eurocopa, le había pedido encarecidamente que se quedara y liderase el nuevo proyecto.
No ha podido ser. Zidane ha sufrido un curso tortuoso a pesar de que el equipo murió dignamente. Estuvo con opciones de revalidar el título de Liga hasta la última jornada y llegó a las semifinales de la Champions, donde sí quedó patente su inferioridad sobre todo física respecto al Chelsea. Pero las derrotas contra el Alcoyano en los compases iniciales de la Copa del Rey y la eliminación en la Supercopa de España ante el Athletic fueron dos golpes duros para Zizou, de esos que dejan secuelas.
Motivos deportivos llevaron aparejadas complicaciones más allá del terreno de juego. Zidane no comprendió que se le cuestionara tras un bache de resultados que puso en peligro incluso la clasificación para los cruces de la Champions. Medios afines al presidente informaron sobre su destitución si el equipo no reaccionaba de inmediato. Pero se sobrepuso con victorias de prestigio en feudos del Sevilla o del Inter de Milán. Tras superar el coronavirus, Zidane dio un golpe sobre la mesa. Compareció en la sala de prensa y, enfadado como nunca, pidió respeto al grito de «somos los campeones». Garantizó que sus jugadores se habían ganado el derecho de competir por todo hasta el final, como así fue. Y que tenían el aval de sus éxitos precedentes.
Si en su anterior etapa, coronada con el récord de tres títulos de la Champions consecutivos, siempre apostó por rotar, este año Zidane ha contado con un grupo de jugadores casi fijos hasta que fueron cayendo enfermos o lesionados. Nada menos que 63 han causado baja. Se le acusa al marsellés de haber exprimido a sus pretorianos e incluso de forzar la reparición de hombres sin la energía y el físico necesarios para competir en la élite. Le marcó la gestión de Eden Hazard, Sergio Ramos y Ferland Mendy en el choque de vuelta ante el Chelsea en Stamford Bridge. Zidane estaba dispuesto a morir, pero rodeado de sus soldados.
El club no encuentra una explicación convincente para la plaga de lesionados, varios con recaídas y de larga duración como Dani Carvajal y por supuesto la apagada estrella belga. No ha habido buena sintonía ni la coordinación exigible entre la parcela deportiva, que es responsabilidad del entrenador, la preparación física, al mando de Grégory Dupont, que aterrizó con la vitola de campeón del mundo con Francia, y los servicios médicos. Y el resultado final es un muy deficiente en el apartado de la salud.
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Ignacio Tylko
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Desgaste y maletar relacionados también con la planificación de la próxima temporada. Florentino Pérez está decidido a prescindir de jugadores que llevan muchos años y entiende que han cumplido un ciclo, con Sergio Ramos a la cabeza, y Zidane no quería ejectutarlos. «Mis jugadores me han salvado en muchas ocasiones», afirmó antes del cierre de curso ante el Villarreal. Una hipoteca respecto a una plantilla que le ha dado todo en el pasado y que al final le ha pasado factura. A Zidane le ha irritado que jugadores emblemáticos como Ramos y Lucas Vázquez se alejasen del club en el asunto de las renovaciones. El técnico pidió públicamente su continuidad porque estaba convencido de que se lo merecían y seguían siendo baluartes del equipo. Postura que contrastaba con la de Florentino Pérez, obligado a hacer caja con algunas salidas para poder sellar las entradas en tiempos de austeridad provada por la crisis de la covid-19.
Segundas partes nunca fueron buenas y con Zidane se ha demostrado. Solo ha ganado dos títulos, aunque la Liga tuvo un gran mérito después de un largo confinamiento. Antes, había conquistado la Supercopa de España. La crisis, en embargo, provocó que no hubiera fichajes y esta vez el equipo no le ha dado a Zidane el mismo rendimiento. Se le vio aliviado, hasta sonriente, tras el partido ante el Villarreal. Sabía que se iba. La revolución que prepara el presidente, aunque sí ha renovado al veterano Luka Modric, no va con él. La fórmula del adiós, ha resultado extraña. Los teléfonos móviles de los futbolistas echaba humo en tarde-noche del miércoles, cuando recibieron los mensajes y las llamadas de Zidane para despedirse y agradecerles su apoyo. Tristeza de los Modric, Kroos o Casemiro, indiferencia en tipos como Isco, Marcelo y hasta Hazard. Comentarios incluso con la sensación de que Zidane les deja tirados por segunda vez.
La salida de Zidane, filtrada mientras el Villarreal estaba a punto de conquistar la Liga Europa, puede tener consecuencias determinantes en la confección de la plantilla. En primer término, supone una complicación añadida para poder consumar el fichaje ansiado del galáctico Kylian Mbappé, con quien Zinedine tenía contacto directo. La joven estrella, todavía sin renovar con el PSG, soñaba con ser dirigido por mito del fútbol galo y un ídilo personal. Asimismo, la continuidad de Raphael Varane está todavía más entredicho. Llegó con 18 años por recomendacion de Zidane, en 2022 queda libre y el Real Madrid prefiere rentabilizar ahora su marcha con un traspaso del central francés. Más aún tras cerrar un acuerdo con el austriaco David Alaba, que llega libre del Bayern. El club le despide con agradecimiento, como «un mito», «una leyenda que en el Real Madrid siempre tendrá su casa».
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