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En blanco cierra el Real Madrid un año en el que se despidió por segunda vez del técnico de las tres Champions consecutivas y saludó de nuevo al entrenador de la 'décima' como vigía de un proyecto que tiene el foco puesto en 2022, cuando ... está prevista la inauguración de la faraónica remodelación del Santiago Bernabéu, que se verá preludiada por el aterrizaje de nuevas estrellas destinadas a catapultar al club de Chamartín hacia otra dimensión.
«Florentino tiene grandes planes para julio», avisó semanas atrás Carlo Ancelotti en una entrevista concedida al diario italiano 'Corriere dello Sport' para repasar la actualidad del Real Madrid y hablar de los cambios con que se ha topado a su regreso al fútbol español, seis años después de una salida que no debió producirse porque el experto preparador de Reggiolo encandilaba a la plantilla y su relevo por un técnico situado en las antípodas en cuanto a fondo y formas como Rafa Benítez sumió en el desconcierto a un vestuario que solo encontró paz con el advenimiento de Zinedine Zidane.
En el ambiente flotan los nombres de Kylian Mbappé y Erling Haaland, los dos astros llamados a tiranizar el deporte rey durante los próximos años y principales objetos de deseo de Florentino Pérez, especialmente el francés, que acaba contrato el próximo 30 de junio y podría negociar libremente desde el 1 de enero si el PSG no logra renovarle antes. Esa es la fecha marcada en rojo en la agenda del presidente del Real Madrid para lanzar su asalto definitivo al diamante parisino, al que ansía convertir en la joya de la corona de una nueva era de éxitos, tras ver cómo las astronómicas ofertas que presentó en verano sufrían el menosprecio del emir de Catar y su valido Nasser Al-Khelaïfi.
Siempre ambicioso pese a manejarse en un escenario adverso porque los vientos soplan a favor de los clubes Estado y la pandemia ha hecho estragos en la industria del fútbol, Florentino Pérez, enfangado en mil y una guerras que le han convertido en máximo enemigo de la UEFA y LaLiga, no ceja en su empeño de situarse a la altura de Santiago Bernabéu y mantener al Real Madrid como principal referente en términos deportivos y económicos. Dos ámbitos indisociables, como ha podido comprobar en carne propia un Barça al que la ruina financiera ha precipitado en un marasmo competitivo sin solución a la vista. Para ello muñó la fallida Superliga, concibió un fastuoso recinto transversal que pretende convertirse en epicentro de la capital y ultima el rearme de una escuadra con luces y sombras desde que tocara techo hace tres años y medio en el Olímpico de Kiev.
Asfixiado por la incesante plaga de lesiones de un plantel que remó para morir en la orilla tanto en la Liga como en la Champions porque lo exprimió más de la cuenta, y harto del fuego amigo, Zinedine Zidane clausuró con cajas destempladas su segunda estadía en el banquillo del Real Madrid y abrió un proceso sucesorio que deparó la acertada vuelta de Ancelotti, cuando las quinielas apuntaban a Mauricio Pochettino, Maximiliano Allegri o Raúl.
Medio año después de aquella sacudida, el transalpino ha revitalizado al Real Madrid sin necesidad de llevar a cabo una revolución. Con la misma 'mano blanda' con la que conquistó tres 'orejonas', ha recompuesto una zaga dinamitada por las salidas de Sergio Ramos y Varane, ha orillado a Eden Hazard, la compra más cara en la historia del Real Madrid, sin que nadie alce la voz y, sobre todo, ha logrado un milagro comparable al de la multiplicación de los panes y los peces: convertir a Vinicius en un artillero consumado.
El brasileño es, junto a Benzema, la nueva bandera de un club que compite en las duras y en las maduras, pero que precisa mayor fondo de armario y nuevos depredadores del área para alcanzar las cimas a las que está acostumbrado, porque a día de hoy Carletto avanza con lo justo. Acecha el fantasma de su primera etapa, cuando un equipo que volaba hasta el Mundial de Clubes terminó desplomándose por la falta de rotaciones y se llevó por delante al italiano. Otro año en blanco colmaría la paciencia merengue, aunque los planes de Florentino Pérez, que supo resguardar a la entidad de los números rojos en lo peor de la pandemia, suponen un chute de ilusión y las miserias ajenas dulcifican la espera de ese salto cualitativo necesario para recuperar el esplendor perdido.
Marcelo, Isco y Bale fueron tres piezas destacadas en el último ciclo regio del Real Madrid en Europa. Ahora enfilan la recta final de sus contratos convertidos en valores residuales. Pese a su lustroso pasado, languidecen en el banquillo, devorados por su falta de piernas, en el caso del brasileño, y la desidia, en los del malagueño y el británico.
El tiempo ha sido inclemente con tres futbolistas que se despedirán por la puerta de atrás de un club aliviado con el gran espacio salarial que liberará sus salidas. Solo al brasileño se le rendirán honores, tras dieciséis campañas que le han permitido ser el segundo futbolista extranjero con más partidos disputados defendiendo la elástica del Real Madrid, el mejor lateral izquierdo de su historia junto a Roberto Carlos y el segundo más laureado con 22 trofeos, los mismos que Sergio Ramos y Manolo Sanchís, a uno de Paco Gento. Por esos servicios prestados, se respetó su decisión de quedarse el pasado verano, lo que le ha permitido estrenar la condición de primer capitán, aunque en contados partidos, ya que Ferland Mendy cerró el debate hace tiempo sobre quién debe ser el dueño del carril zurdo.
Distinta es la situación de Bale e Isco, dos figuras que dimitieron hace años, malgastando un talento extraordinario. El galés cura sus dolencias en la enfermería de Valdebebas para acudir en perfectas condiciones a las convocatorias del seleccionador de Gales. Lo hace en medio de la indiferencia del madridismo, soliviantado ya a estas alturas solo por la soflamas de su representante. Ni el regreso de Ancelotti, con quien disfrutó de su mejor temporada en Chamartín, ha alterado una situación que se clausurará el próximo 30 de junio, cuando termine de embolsarse el suculento estipendio que se garantizó mientras atravesaba días de vino y rosas.
Tampoco ha aliviado el retorno del transalpino a Isco. Como Bale, aterrizó en la primera campaña de Carletto, sacó a relucir su mejor rendimiento en el curso del histórico doblete Liga-Champions con Zidane y estaba llamado a ser bandera del efímero proyecto de Julen Lopetegui, pero Santiago Solari le sentenció y nunca ha sido capaz de volver por sus fueros. Aquella operación de apendicitis en 2018 fue el punto de inflexión de una carrera que discurrirá por otros derroteros una vez expire su vínculo con el Real Madrid en junio.
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