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La gran apuesta de Zidane para el clásico, con una banda izquierda puramente brasileña y Marcelo de lateral y Vinicius como extremo, resultó ganadora. Y eso que era más que arriesgada, pues que levante la mano aquel al que no le viniese a ... la mente el peligro de Messi cuando se anunció la presencia del lateral brasileño como guardián defensivo del carril izquierdo. El planteamiento táctico provocó que el peso ofensivo blanco se concentrase por esa banda, aunque también ocasionó algún que otro apuro defensivo, pues no hay premio gordo sin un componente de riesgo.
Vinicius dotó al Madrid de vértigo y descaro, y aunque volvió a ser otro cada vez que pisaba el área, esa zona del campo donde se le sigue haciendo de noche, su enorme esfuerzo halló la merecida recompensa del gol no sin la fortuna de que su remate se desviase al tocar en Piqué. Su compatriota Marcelo fue un arma más en ataque, y aunque mostró carencias en un mano a mano en el que Semedo le superó fácimente en velocidad y en una carrera con un Braithwaite recién ingresado en el terreno de juego que solventó Courtois, lo cierto es que compensó sus errores defensivos con una presencia en ataque que recordó por momentos al de otros tiempos y se ganó al Bernabéu con su esfuerzo para recuperar el balón en una contra en la que Messi se iba solo ante el desajuste defensivo madridista.
En cualquier caso, el Madrid mostró que es un equipo al que le cuesta hacer goles, pues el buen puñado de ocasiones que generó en la segunda parte bien pudieron suponer una victoria más amplia. Con la exuberancia ofensiva de otros tiempos ya muy lejos de la realidad actual del equipo blanco, Zidane ha tenido que apelar a una versión rocosa, táctica y de sacrificio para mantener su competitividad. Así fue durante gran parte de la temporada, hasta que la eliminación copera frente a la Real Sociedad pareció dinamitar la solidez blanca, y así ocurrió en el clásico, en el que el técnico francés volvió a recurrir al 4-4-2, con Casemiro a modo de ancla, Valverde y Kroos como interiores de más sacrificio que brillo e Isco para conectar con los hombres de ataque.
El equipo de Zidane recurrió a una presión muy alta, casi asfixiante, para cortocicuitar la circulación azulgrana, otra vez excesivamente lenta. El trabajo de Casemiro, Valverde y Kroos en la medular fue inconmensurable y consiguió anular por completo el juego del Barça en la segunda parte, con el Madrid varias velocidades por encima de su rival. En el centro del campo, donde tantas veces ganó el Barça, el Madrid esta vez pasó por encima a su rival, superado por la enorme intensidad madridista.
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