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Se le acusó la temporada pasada a Diego Pablo Simeone (Buenos Aires, 1970 ) de excusarse en el «año de transición» del Atlético de Madrid tras la derrota ante el Barça (0-1) que alejó al equipo rojiblanco de la lucha por la Liga. Sin embargo, ... los hechos han terminado por dar la razón al técnico argentino, un guerrillero tenaz que en ocho años ha conseguido llevar a su equipo a conquistar tantos títulos de Liga como en las 35 campañas anteriores a su llegada al banquillo colchonero, en diciembre de 2011.
En la pelea contra los dos transatlánticos del fútbol español, la obstinación de Simeone por resucitar al Atlético y convertirlo en campeón le ha llevado a culminar de nuevo con éxito una trayectoria plagada de críticas por su conservadurismo, por su habitual y arriesgado paso atrás, pero también de alabanzas por su capacidad para motivar y reactivar a sus jugadores y mantener el espíritu competitivo del equipo. También, pese a exprimir físicamente demasiado a su plantilla, por sacar lo mejor de sí de jugadores que, sin el cartel de estrellas, se han sumado con brío al 'cholismo' y han dado un paso adelante para reflejar en el campo las ideas de un entrenador que esta temporada ha tenido que adaptarse a nuevas necesidades.
El fichaje regalado de Luis Suárez, que ha dado gol y un definitivo salto de calidad al Atlético, propició que Simeone avanzase en su evolución y cambiase esta temporada la forma de jugar, para dotar a su equipo de mayor elaboración y un fútbol más ofensivo. Simeone modificó el sistema cuando lo creyó necesario, para imponer desde el pasado mes de noviembre una defensa de tres, escoltada por dos carrileros rompedores (Trippier y Carrasco), a quienes el equipo ha echado muy en falta cuando no ha podido contar con ellos.
El habitual 4-4-2 de cursos anteriores derivó en un 3-5-2 con el que el Atlético, sin perder solidez defensiva -equipo menos goleado de la Liga, gracias también a Oblak- se ha destapado como un conjunto más trabajado e insistente en la construcción. Con un dibujo siempre versátil y variando también la posición de jugadores, caso de los decisivos Marcos Llorente y Yannick Carrasco. En busca del remate de un '9' tan contundente en el área como Luis Suárez, aunque el uruguayo perdiese 'punch' en las ocho jornadas previas a su decisivo gol ante Osasuna y a Simeone lo que realmente le guste es la destrucción y la desactivación de los rivales, acompañadas del contraataque y el vértigo.
En un duelo directo por el título, de esos que marcan diferencias y determinan el destino de un campeón, el Atlético por fin fue capaz de ganar al Barça en el Metropolitano (1-0, con gol de Carrasco) después de 18 enfrentamientos consecutivos sin derrotar a los azulgranas en la Liga. Sin embargo, en la segunda vuelta del campeonato en el Camp Nou, pese a ser el Atlético muy ambicioso, Simeone no pudo acabar con su mala racha en el estadio culé (0-0), donde el argentino nunca ha conseguido vencer.
Frente al Real Madrid, sin embargo, no acaba de arrancarse Simeone en la competición esos complejos que le persiguen, al igual que en la Liga de Campeones, y después de caer en Valdebebas (2-0), se tuvo que conformar con un empate en el Metropolitano (1-1), un fortín con público y sin público que solo ha dejado escapar este curso nueve de los 54 puntos en juego. El Levante ha sido el único equipo que ha logrado asaltar con un triunfo el coliseo rojiblanco, en el inicio del peor y más crítico momento del curso del Atlético, cuando el campeón, sin pegada y más inestable entonces defensivamente, comenzó a dilapidar la enorme ventaja obtenida en una sorprendente primera vuelta: 50 puntos tras sus 19 primeros partidos.
Sin abandonar nunca el lema del «partido a partido», Simeone, elegido en enero mejor entrenador de clubes de la última década, intentó escapar de la presión de los perseguidores que acogotó al Atlético y trasladar a sus futbolistas un mensaje optimista, aunque arriesgó demasiado al no dosificar fuerzas y exponerse casi siempre con los mismos jugadores.
Él, que como futbolista fue un ejemplo de carácter, brega y sacrificio inquebrantable, desde el principio de su carrera como técnico trasladó esa filosofía de máxima entrega a los suyos y, salvo en contadas excepciones, no le han fallado.
«Desde que estoy en el Atlético siempre se ha dicho que el grupo no estaba conmigo en mitad de temporada, que los futbolistas estaban enojados dentro del vestuario... pero siempre he tenido paciencia, mucha energía y seguridad en lo que pienso», se defiende Simeone, persistente en todo momento, para mal y para bien.
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