La pasión según Simeone y Guardiola
En el fútbol, como en la religión, pensamos y sentimos en términos dicotómicos
Alberto del Campo Tejedor
Jueves, 14 de abril 2022, 21:30
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Alberto del Campo Tejedor
Jueves, 14 de abril 2022, 21:30
El duelo entre el Atlético de Madrid y el Manchester City no ha defraudado. La grada del Wanda Metropolitano se mostró singularmente efusiva y los aficionados que se dieron cita frente al televisor se contagiaron de la intensidad emocional que se vivía tanto en el ... campo como en los banquillos. Normalmente, los partidos del Real Madrid son seguidos por muchos más telespectadores que los del Atlético. Por ejemplo, más de 800.000 personas se sientan ante la pantalla para ver un Mallorca-Real Madrid. Cuando los colchoneros se enfrentan al equipo balear, los televidentes no llegan a 350.000. Lo mismo ocurre en los partidos de Champions. Los merengues siempre tienen más tirón.
Sin embargo, en los cuartos de final de la Liga de Campeones, la audiencia ha sido similar. Los encuentros entre 'citizens' y atléticos han despertado casi el mismo interés que los que los madridistas han jugado contra el Chelsea. La teoría de un antropólogo francés con nombre de pantalones —Claude Lévi-Strauss— resulta útil para comprender la inusual atracción que ha suscitado el choque entre los equipos comandados por Simeone y Guardiola. Lévi-Strauss se dio cuenta de que muchas sociedades se organizan en dos mitades. Y que, por doquier, las culturas generan mitos y relatos en términos de pares opuestos: alto/bajo, crudo/cocido, seco/húmedo. Parece que el pensamiento dicotómico, es decir, la tendencia a clasificar el mundo en dúos de elementos irreconciliables, constituye lo que los antropólogos llaman un «universal cultural».
Simeone y Guardiola suponen dos polos enfrentados en cuanto a lo que ordenan que ejecuten sus pupilos: la férrea defensa, el juego intenso y el contragolpe frente a la posesión de balón, las triangulaciones y la apuesta por el ataque. En la segunda parte del Atlético-City, los ingleses tuvieron que renunciar a su habitual forma de jugar y recurrieron a artimañas que normalmente constituyen el santo y seña del cholismo. Pero en el primer partido de la eliminatoria se escenificó a la perfección la confrontación entre dos estilos que recrean y actualizan la controversia entre los seguidores de Bilardo y Menotti.
Según la teoría, para que la rivalidad encienda las pasiones, se requiere que los enemigos se reconozcan como opuestos y, a la vez, como iguales. Es decir, por un lado, deben diferenciarse en algún aspecto central, a ser posible convirtiéndose cada uno en símbolo de algún asunto polarizado y polémico. Pero, por otro lado, es indispensable también una cierta igualdad de fuerzas, para que se encienda la chispa.
Hace siglos, los franciscanos se dieron cuenta de que, si en cada localidad alentaban no una, sino dos devociones religiosas más o menos igualitarias, el fervor aumentaba con la competencia. En la pequeña aldea de Berrocal, en Huelva, cada primavera, con motivo de la fiesta de la Cruz de Mayo, el pueblo queda dividido en dos. Si tu mujer es de la otra hermandad, te vas unos días a vivir con tu madre.
En Alcalá del Río (Sevilla), la Semana Santa renueva cada año los enfrentamientos entre los cofrades de la Hermandad de la Vera-Cruz y de la Hermandad de la Soledad. Los devotos de la primera toman el pueblo el Jueves Santo, los otros el día siguiente. La rivalidad es menor en aquellas localidades en que existe un nutrido número de cofradías. Pero allí donde dos hermandades escenifican nuestro más arcaico dualismo, las hostilidades están servidas. Cada año surgen nuevas polémicas. Los aspectos más variados son objeto de escrutinio y casi son más frecuentes las críticas a la hermandad antagonista que las expresiones de exaltación hacia la propia. En improvisadas tertulias o en coplas de pique, se despedaza al rival.
Estos días, los cofrades alternan sus dimes y diretes con los no menos acalorados debates en función de si el devoto se encomienda a Pep o al Cholo. Es lógico: cada cual entiende la pasión a su manera.
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