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Luto en el fútbol rumano. Helmuth Duckadam, protagonista del hito más grande de la historia del balompié en el país, falleció este lunes en el Hospital Militar de Bucarest a los 65 años, víctima de los problemas de salud con los que venía lidiando en los últimos tiempos y que le habían provocado recientemente un infarto.
El guardameta será siempre recordado por aquella tanda de penaltis que decidió la final de la Copa de Europa de 1986, disputada en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán de Sevilla entre el Steaua de Bucarest y el Barcelona. Duckadam se convirtió en un coloso y detuvo los cuatro lanzamientos azulgranas, que coronaron al conjunto rumano como campeón de Europa y frustraron al Barça, por aquel entonces todavía incapaz de conquistar la máxima competición de clubes del Viejo Continente.
Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos Alonso se toparon con la imponente figura del portero de Semlac, localidad situada al oeste de Rumanía, en el distrito de Arad. Allí dio sus primeros pasos en el fútbol con el Constructorul y el UTA Arad, antes de dar el salto al gran equipo rumano, el Steaua, en 1982. A lo largo de sus cuatro campañas en el conjunto más laureado del país conquistó dos ligas en 1985 y 1986, la copa rumana del 85 y la Copa de Europa de 1986, la primera para un representante del bloque del Este, al otro lado del Telón de Acero.
Curiosamente y justo después de tocar el cielo y convertirse en el Héroe de Sevilla, a los 27 años, Duckadam tuvo que alejarse del fútbol y cerrar su etapa en el Steaua debido a los problemas sanguíneos que ya padecía. Volvió a los terrenos de juego entre 1989 y 1991, con el Vagonul Arad, pero ya lejos del brillo de su gran momento. Fue internacional con la selección rumana en dos ocasiones y ejerció como policía de frontera tras colgar las botas, además de poner en marcha una escuela de fútbol en su localidad natal y colaborar con el canal de televisión Digi Sport en su espacio 'Fotbal Club'.
El marzo de 2008 fue reconocido por Traian Basescu, presidente de Rumanía, con la Orden al Mérito Deportivo, y dos años después, en agosto de 2010, designado presidente honorario del Steaua, el club al que condujo hasta el trono del fútbol europeo en una noche sevillana de infausto recuerdo para el Barça.
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