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Un problema de rotundidad

Un problema de rotundidad

La selección española tiene talento y una buena mentalidad, pero su fragilidad en las dos áreas rebaja su nivel competitivo

Miércoles, 16 de junio 2021, 00:21

La falta de gol de España, personalizada ahora en la figura de Álvaro Morata, ocupó ayer todo el debate alrededor de la selección española. El delantero de la Juventus, como es natural, recibió el apoyo absoluto tanto del seleccionador como de sus compañeros y de ... exfutbolistas que conocen bien el percal de sentirse señalados. Cualquiera tiene un mal día en la oficina, vinieron a decir, cerrando filas en torno al jugador madrileño. Hasta aquí todo perfectamente lógico. La Roja hace piña tras un mal resultado y envía al exterior mensajes firmes, alguno de ellos retadores. Tampoco es que en Las Rozas se aprecie ese ambiente agresivo de conjura contra el mundo que Luis Enrique conoce tan bien porque lo vivió como internacional en los tiempos de Javier Clemente, cuando uno se acercaba a la residencia de la selección y se preguntaba si algún día vería sacos terreros en las ventanas, pero sin duda hay un aire de desafío, un deseo feroz de reivindicarse ante las críticas y la desconfianza del entorno.

La posición de Morata en el centro de la diana tampoco puede considerarse una sorpresa. Es uno de esos 'nueves' poco fiables a los que un día quieres sacar a hombros de la plaza y al siguiente desearías que se lo llevaran a casa las mulillas. Y eso es así porque teniendo grandes facultades y magníficos movimientos parece capaz de todo y de nada. Lo que ya ha quedado claro a estas alturas es que, al llegar al área, funciona mejor cuando tira de intuición y reflejos que cuando dispone de tiempo para pensar. De ahí que sea muy preocupante verlo en el foco de las críticas tras sus errores ante Suecia y los pitos que le dedicó un sector de las gradas de La Cartuja. Un Morata agobiado, rezongando todo el día por el 'runrún' de hormigonera que escucha a su alrededor, va a pensar mucho. Y eso, tanto pensamiento, disminuye las posibilidades de que resurja y ofrezca su mejor nivel.

Por otro lado, tampoco tiene sentido sorprenderse por las dificultades para el gol que se vieron el lunes, como si la selección estuviera sufriendo ahora una dolencia nueva que no se la había diagnosticado, un virus extraño que ha dejado sin puntería a sus jugadores. No. La escasez de pegada es algo consustancial a España. Incluso en sus tiempos más gloriosos ha sufrido auténticos tormentos para transformar en goles su superioridad en el juego, a veces avasalladora. El Mundial de Sudáfrica, de hecho, lo ganó marcando cuatro goles en los últimos cuatro partidos. En realidad, el del 9 ha sido un debate recurrente en la selección casi desde los tiempos de Zarra. En sus momentos más álgidos llegó a convertirse incluso en un problema de Estado. Sólo Raúl y Villa pudieron cerrarlo con propiedad durante sus mejores años. De manera que quizá lo que convenga sea resignarse a lo que ya es casi una tradición, pensar que el gol es cuestión de rachas y designios astrales, y no perder de vista otro aspecto trascendental que parece haber quedado en un segundo plano: la fragilidad defensiva de la Roja.

Suecia sólo llegó dos veces, ambas con Isak como protagonista, y desperdició dos ocasiones clarísimas. A Berg los hinchas suecos más exaltados ya le amenazan en las redes sociales con un funeral vikingo por su fallo estrepitoso al comienzo de la segunda parte. De manera que, al acabar el partido en La Cartuja, fue inevitable hacerse una pregunta muy incómoda. ¿Y si, en lugar de Suecia, un grupo atlético y pedregoso que, incluso jugando al ajedrez, nunca se saldría de la defensa 'stonewall', hubieran estado enfrente Francia, Inglaterra, Bélgica, Alemania, Italia o Portugal? Lo cierto es que no era fácil encontrar una respuesta optimista. Había que escarbar mucho, hasta las profundidades en la que se confunden la realidad y el deseo. Y es que a esta España no se le ve ni de lejos la fortaleza interna de los equipos campeones, que si algo tienen es una capacidad envidiable para pisar fuerte en las dos áreas. Es un equipo joven y bonito, probablemente con mucho futuro. Seguro que sus entrenamientos son un espectáculo y el talento fluye a raudales cuando los futbolistas se sienten liberados de presión y se divierten. Pero no es un equipo fuerte y sobre todo rotundo. Digamos que es la suya una belleza frágil.

La Eurocopa no ha hecho más que empezar y habrá que ver cómo evoluciona la tropa de Luis Enrique, a la que el sábado le espera un partido clave frente a Polonia. Los cálculos son fáciles de hacer. Tras la victoria de Eslovaquia en su debut, España está obligada a ganar si no quiere verse metida en un buen lío en la última jornada de la fase de grupos. Lewandowsky y los suyos se estrenaron con un batacazo ante Eslovaquia y sus vibraciones no pueden ser peores, pero se lo juegan todo a una carta y no son peor equipo que Suecia.

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