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Lukaku persigue en esta Eurocopa el título con el que coronar el sueño que alimentó desde niño con leche aguada, para que cundiera más. E. P.
Eurocopa 2020/2021: Lukaku, un prodigio de la naturaleza
Eurocopa 2020/2021

Lukaku, un prodigio de la naturaleza

Marcado por una niñez pobre, sus 192 centímetros acabaron gestando un homenaje a la potencia y la técnica. Tal vez el futbolista más completo de la mejor generación belga

Aser Falagán

Santander

Sábado, 12 de junio 2021, 00:27

Dato random: en el Football Manager 2011 era posible ganar la Liga con el Racing si se fichaba a Lukaku y Dani Aquino como delanteros. Lo del murciano..., pero el belga era ya uno de esos juveniles que llegaban por tres duros y a los ... cuatro años eran estrellas mundiales. Porque a Romelu Menama Lukaku Bolingoli (Amberes, 1993) se le veía venir de lejos. ¡Y tanto! Con 17 años ya rondaba el 1,90 y se había estrenado como internacional tras debutar en el Anderlecht.

El '9' de los Diablos Rojos es un fenómeno de la naturaleza criado junto a su hermano Jordan en un barrio humilde. La segunda ochentera belga en la que jugó su padre daba para considerarse clase media acomodada, pero, a su retirada, los negocios no le fueron bien y llegó un momento en que pagar la electricidad y la cesta de la compra se convirtió en todo un reto. El joven Romelu se dio cuenta pronto y vio, como tantos niños, el fútbol como bote salvavidas. Solo que en este caso la historia terminó bien, y precisamente por eso el delantero no olvida sus orígenes.

El partido

  • Bélgica. Courtois; Alderweireld, Vertonghen, Denayer; Meunier, Dendoncker, Tielemans, T Hazard; Mertens, Lukaku, Doku.

  • Rusia. Shunin; Mário Fernandes, Barinov, Dzhikiya, Semenov, Karavaev; Zobnin, Ozdoev, Golovin; Miranchuk; Dzyuba.

  • Hora y lugar. 21.00 horas. San Petersburgo.

Los 192 centímetros de envergadura en los que se detuvo el crecimiento gestaron un homenaje a la potencia y la técnica. Nada de la imagen del delantero alto y desgarbado; del prototipo de Crouch. Lukaku es quizá el futbolista más completo de la que quizá sea la mejor generación belga de la historia; la de los Courtois, Hazard, Carrasco y De Bruyne.

Aquel niño, hijo de un futbolista congoleño y de ama de casa, mamó fútbol desde chiquillo, aunque en su casa no hubiera dinero para ver los partidos de la Liga de Campeones. Pobre y grandote, sufría las burlas de sus adversarios, a los que callaba a base de goles mientras se saltaba la etapa de juveniles para dar el salto absoluto. Era una necesidad vital para salir y sacar a los suyos de un piso insalubre y un futuro incierto mientras quemaba etapas a toda velocidad en el modesto Lierse.

El Anderlecht le sacó de allí, como a todas las promesas del club, aprovechando su descenso. De inmediato se convirtió en estrella y el karma se vengó del equipo más laureado de Bélgica, que pronto vio marchar a su delantero camino de la Premier. Chelsea, West Bromwich, Everton y United disfrutaron de sus tantos y su arrolladora presencia sobre el césped. Sus 25 goles en 37 partidos de la temporada 16-17, la última en Liverpool, fueron su mejor registro.

Hace dos años comenzó su aventura italiana, una oportunidad para progresar en su poliglotía (además de sus neerlandés, suajili y francés maternos, hablaba ya inglés, portugués y castellano) y marcar muchos, pero que muchos goles. Sobre todo para el Calcio: 57 tantos en 72 partidos en la Serie A.

Un ritual vudú

Su poderoso físico -94 kilos de fibra en canal que mueve con una agilidad pasmosa, desafiando las leyes de la física a lo Shaquille O'Neil- y sus orígenes le han traído buenos y malos momentos, y ha sido, como tantos, víctima del racismo. Cuando llegó a Old Trafford, la hinchada del United le dedicó una canción en la que alababa su capacidad anotadora y algo más: sus 24 pulgadas (dato menos random: 24 pulgadas son 61 centímetros). El belga lo agradeció, pero pidió que dejara de cantarse tras las protestas que surgieron en algunos sectores por perpetuar roles o estereotipos raciales.

Mucho más desagradable fue otro episodio que le persigue desde hace demasiado tiempo, y que terminó en enero con Lukaku y Zlatan Ibahimovic encarados y citándose a la salida del estadio. Todo había comenzado bastante antes; en 2017, cuando el delantero, que tenía una oferta del Chelsea, negociaba su renovación con el Everton. Su propietario, Farhad Moshiri, se llevó una gran decepción cuando rechazó su oferta (aunque no para regresar al Chelsea, sino para incorporarse al United) y, airado, dijo públicamente que no renovó porque su madre le había recomendado irse a Londres tras hacer un ritual vudú.

Lukaku lo negó, pero la historia le perseguía y, cuando se cruzó con Zlatan en los cuartos de final de la Copa, en un duelo de máxima rivalidad entre Inter y Milan, estalló la crisis. «Vete a hacer tus rituales vudús de mierda a otro sitio; burro», le espetó el sueco del ego inconmensurable. «Te follo a ti y a tu mujer», le contestó el belga. Su fotografía cabeza con cabeza, emulando a Lewis y Tyson, quedará como una imagen icónica del fútbol. Ibra hizo buena gala de su autoconfianza, porque aguantar el gesto y la mirada desafiante a un tipo así no es sencillo.

Ahora Lukaku busca una vez más el título que le falta a la generación dorada belga, que hace tres años acarició la final del Mundial. Tanto él como su equipo llegan en plena madurez a esta 'Euro' y al próximo Mundial. Son sus dos grandes oportunidades, y quién sabe si las últimas con verdaderas opciones. El nuevo reto del gigante pobre al que mezclaban la leche con agua para que cundiera más empieza hoy.

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