Una obra de arte de Schick apaga la llama escocesa

No cambia de idea Silhavy. Arriba ya no está Koller. Pero sí aparece un rehabilitado Patrik Schick. Viene de marcar 13 goles con el Bayer Leverkusen y en las dos últimas campañas en la Bundesliga se ha parecido al jugador que asombró a todos con solo 20 años en la Sampdoria. Es rápido y tiene gol. Con todo, el hombre del momento en el combinado checo es el centrocampista Tomas Soucek, uno de los nominados a jugador del año en la Premier League tras su excepcional campaña en el West Ham.

Saben los checos que este primer partido va a marcar el resto del torneo. En un grupo en el que están Inglaterra y Croacia, no sumar los tres puntos hoy frente a Escocia sería asomarse al abismo a las primeras de cambio. Tiene la República Checa más nivel que su rival. Pero Escocia juega en casa y vuelve a una Eurocopa tras 25 años de ausencia. Le vendrían de cine hoy a los de la 'Tartan Army' los 149.000 espectadores que entraron en Hampden Park en un partido contra Inglaterra disputado en 1937, en lo que sigue siendo el récord de asistencia a un estadio en la historia del fútbol europeo. Allí, donde Zinedine Zidane dibujó en 2002 uno de los goles más bellos jamás marcados en una final de Champions para que el Real Madrid amarrara 'La Novena', hoy habrá 12.000 escoceses, el aforo máximo permitido por las autoridades.

Cualquier ayuda es poca para una Escocia a la que le faltan jugadores de ataque de calidad y que logró la clasificación para esta fase final de manera agónica. Recurrió a la repesca y en ambos casos solucionó los partidos en la tanda de penaltis, primero ante Israel y después en el definitivo choque ante Serbia en Belgrado. Fue la gran sorpresa de esa repesca. Nadie contaba con Escocia, cuya liga local se ha ido empobreciendo en los últimos años por el declive económico y deportivo de sus dos grandes clubes: el Celtic y el Rangers.

A excepción de McTominay, medio del United reconvertido a central en la selección por Steve Clarke, sus estrellas son dos laterales izquierdos: Robertson (Liverpool) y Tierney (Arsenal). Clarke tuvo que modificar el dibujo para dar cabida a los dos en la alineación titular. El primero es carrilero en una defensa de cinco y el segundo actúa de central zurdo. Se juntan bien atrás los escoceses y buscan golpear cuando salen de la cueva. Su especialidad es el balón parado. Como toda la vida.

Aún andan en la Roma tirándose de los pelos por los 40 millones de euros que le pagaron a la Sampdoria en agosto de 2017 por

Schick soltó un zurdazo potente, preciso y con efecto desde 49 metros que pilló adelantado al veterano Marshall y firmó el que seguramente será el gol del campeonato. Fue en la misma portería en la que Zidane hizo en 2002 uno de los tantos más bellos de la historia de las finales de Champions League. Y curiosamente

No fueron inferiores los británicos, que volcaron todo su juego por el costado izquierdo. Allí estaba su mejor hombre, Robertson. El lateral del Liverpool se plantó solo delante de Vaclick a la media hora y el meta del Sevilla sacó una mano prodigiosa para evitar el tanto de Escocia.

Schick, que había avisado al cuarto de hora con un buen zurdazo de primeras, dio en la diana en su segunda aparición. Cabeceó de fábula un servicio de Coufal desde la derecha y anotó el 0-1 cuatro minutos antes del intermedio.

Con los escoceses volcados en busca del empate y sus 12.000 aficionados empujando con todo desde las gradas, el balón le cayó a Schick en el centro del campo y el ariete del Leverkusen se atrevió con un golazo para la historia. Fue un palo durísimo para la 'Tartan Army', pero si algo caracteriza a las selecciones de las islas es que nunca se rinden y que jamás se guardan nada. Así, Lykes, McGinn y Fraser desperdiciaron tres ocasiones muy claras para acortar distancias. Vaclick, quien no va a continuar en el Sevilla, fue un muro en una selección checa que no necesitó dar su mejor versión para sumar tres puntos que eran fundamentales para ambos de cara a la clasificación para octavos. Se los llevó Chequia.