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Diego Maradona y Manu Sarabia, tras la accidental final de Copa que le ganó el Athletic al Barça en el Bernabéu . R. C.
Barcelona, el principio del fin para el Pelusa

Barcelona, el principio del fin para el Pelusa

«Tenía 24 años cuando consumí droga por primera vez; fue allí y cometí el error más grande de mi vida», reconoció Maradona en 2017 sobre su paso por el club azulgrana

Ignacio Tylko

Madrid

Miércoles, 25 de noviembre 2020, 20:05

«Tenía 24 años cuando consumí droga por primera vez. Fue en Barcelona. Ha sido el error más grande de mi vida», reconoció Diego Armando Maradona en una entrevista a Mediaset Italia en 2017. Estuvo 700 días en la capital catalana y la ciudad condal ... le marcó para siempre. Allí dio sus primeros pasos de gigante en el fútbol europeo pero también comenzó su trágica historia de adicciones que han acortado su vida.

El Pelusa llegó a Barcelona el 4 de junio de 1982, tras una exitosa operación, récord mediático de la época, en la que resultaron claves dos figuras: el fallecido vicepresidente azulgrana Nicolau Casaus, y el representante y agente de jugadores, Josep Maria Minguella.

Cuenta siempre Mingella que le vio por primera vez en 1977 y fue por casualidad, ya que en realidad asistía a un partido de Argentinos Juniors para seguir a un extremo que pretendía el Real Burgos «Fue el primer fichaje grande en el que intervine y para conseguirlo hice más viajes que Aerolíneas Argentinas», recuerda Minguella en 'Fútbol Club Maradona', un documental producido por Movistar.

Argentinos Juniors pidió 100.000 dólares por su traspaso en 1978, que se transformaron en 1.000 millones de pesetas, seis millones de euros, cinco años más tarde. En aquellos tiempos, un coche valía 600 euros, el salario base era de 154 euros y un café costaba 12 céntimos.

En realidad, el fichaje estaba cerrado meses antes, pero la vetó un representante de la dictadura argentina, el almirante Carlos Alberto Lacoste. «Me dijo que la patria lo necesitaba para el Mundial de 1978», reveló Minguella en ese documental que recobra máxima actualidad.

Fue un dineral pero el Barça hizo negocio antes de que Maradona comenzase a regatear y marcar goles. Desde el primer momento, entre sus compañeros de vestuario llamó la atención su inusitada técnica individual. Diego era capaz de dar más de 200 toques seguidos a unas medias hechas un gurruño, a una naranja o incluso a un limón. Tanto es así que el Camp Nou se llenaba media hora antes de los choques para ver sus malabarismos mientras calentaba.

Jugó 58 partidos en el Barça y marcó 28 goles en dos años. Conquistó una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa de España e hizo del club azulgrana quizá el más universal del planeta. Una hepatitis en su primer año, aunque algunos medios se refirieron a una enfermadad venérea, y una grave lesión en su segundo año, cortaron ese crecimiento exponencial.

Aquella final de Copa

Inolvidable, por triste y a la vez histórica, la tangana tras la final de Copa del Rey que el Athletic de Javier Clemente le ganó al Barça de su enemigo César Luis Menotti en el Santiago Bernabéu. Fue en 1984, en medio de un ambiente enrarecido, muy bronce, porque se medía el equipo de Maradona contra un rival donde jugaba Andoni Goikoetexea, el central internacional español que le había lesionado de gravedad.

Diego jugó su último partido como azulgrana en el feudo madridista el día de un doblete histórico de los leones. El 10 no quería irse del Barça pero no tuvo más remedio cuando conoció que Josep Lluis Núñez, el presidente culé de entonces, quería venderle. Al enterarse de aquello, Maradona se enojó y dijo basta. Dos semanas después de la accidentada final de Copa, emprendía la aventura napolitana.

El club de San Paolo pagó por él 1.200 millones de pesetas, 200 más de los que había desembolsado el Barça. En el gran ciudad del sur de Italia se convirtió en un dios. De la nada, transformó el Nápoles en un equipo capaz de conquistar dos veces el Scudetto, una Copa, una Supercopa y hasta una Copa de la UEFA, entonces mucho más complicada de lo que hoy es la Europa Legue porque la disputaban hasta cuatro representantes de los grandes países. En Nápoles nacía una leyenda con pies de barro.

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