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Alcanzar la cumbre en una profesión implica renuncias y sinsabores, pero probablemente Montse Tomé nunca pensó que el sueño de toda una vida fuera tan amargo. Desde que España ganó el Mundial de Australia, la vida de Tomé (Pola de Siero, 1982) ha sido una ... montaña rusa que no le ha permitido disfrutar de su nombramiento como seleccionadora nacional de fútbol femenino, la primera mujer en acceder al cargo en la historia del fútbol español. Como una nueva versión del efecto mariposa, un beso no consentido en Australia se ha transformado en un huracán en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, en Madrid, sede de la Federación, e igual que con otros muchos, ha zarandeado su futuro profesional.
No hay nada que pueda aborrecer más Tomé que la exposición pública a la que está sometida desde hace un mes, muy lejos de la discreción con la que dio sus primeras patadas al balón. Ella, tímida e introvertida por vocación, echó los dientes futbolísticos en el Oviedo Moderno –ahora, Real Oviedo Femenino–, donde jugó casi por afición, hasta que uno de los entonces equipos punteros de la Liga, el Levante, la fichó en 2007. Con los granotas levantó el título de la Superliga en 2008, el gran logro de su palmarés como jugadora. Casualidades de la vida, por aquella época sudaba la misma camiseta, pero en el equipo masculino, Luis Rubiales.
Centrocampista elegante, de mucha técnica, visión de juego e inteligencia técnica, como sus admirados Xavi e Iniesta, vistió cuatro veces la camiseta de La Roja y fichó por el Barcelona en 2010. Su etapa culé estuvo marcada por una operación de espalda que solo le permitió jugar 51 partidos en dos años, aunque sus compañeras de entonces la recuerdan por su carácter y liderazgo, cualidades compatibles con un carácter noble y una predisposición al juego en equipo y a ayudar a quien lo necesitara. Todo en Tomé apuntaba a un futuro en los banquillos.
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José Manuel Andrés
Tras regresar al Oviedo para terminar su carrera en el césped, se matriculó en el curso de entrenadores de la Federación Española de Fútbol, donde en 2018 se sacó la licencia UEFA Pro en una clase en la que solo había otras dos mujeres, Natalia Pablos y Laura del Río, y jugadores como Fernando Redondo, Juan Carlos Valerón, el 'Conejo' Saviola, Leo Franco, Pablo Orbaiz o Gorka Iraizoz.
En las aulas de la Ciudad del Fútbol ocurriría un encuentro trascendental en su vida. Jorge Vilda, seleccionador nacional femenino desde 2015, impartió el curso y un día después de terminarlo, llamó a Tomé para preguntarle si quería ser su segunda. «Cuenta conmigo, es increíble», respondió la asturiana, que enseguida encajó con Vilda.
Igual que le ha ocurrido durante toda su trayectoria, Tomé vivió al lado de Vilda los dos extremos del fútbol. Como miembro del equipo técnico tocó la gloria con los éxitos de las categorías inferiores (Mundial sub-17 y Mundial sub-20), pero en el verano del 2022 llegó el gran palo: 15 jugadoras internacionales renunciaron a acudir con la selección al argumentar que faltaba profesionalidad en la Federación y en el cuerpo técnico. Aquella carta dolió en el alma a Tomé, que tanto se había esforzado para ser una entrenadora de primer nivel, pero de ese sufrimiento surgió un vínculo casi irrompible con Vilda.
En el Mundial, siempre con chándal y botas de fútbol o zapatillas Adidas, fue Tomé una figura de consenso que permitió calmar los ánimos entre las convocadas y el cuerpo técnico. A ella sí la buscaban las jugadoras para abrazarse. Nada hacía presagiar lo que vendría después.
El beso de Rubiales desencadenó una sucesión de acontecimientos que Hollywood habría rechazado por inverosímil. En una caótica asamblea de la Federación, el todavía presidente, cual caudillo latinoamericano, anunció en voz alta la renovación de Jorge Vilda por 500.000 euros al año y ofreció a Tomé el cargo de directora deportiva «con un buen contrato». Ese 25 de agosto, ella, igual que el seleccionador masculino, Luis de la Fuente, aplaudió el discurso de Rubiales, pero solo 24 horas después, anunció su dimisión, consciente de que no podía apoyar comportamientos machistas y dejando entrever, entre líneas, que había sido obligada a asistir a la asamblea.
En otro giro de los acontecimientos, la nueva cúpula de la Federación la eligió como seleccionadora nacional, pero esa decisión tampoco logró calmar las aguas. Las internacionales querían un 'que se vayan todos' en el fútbol femenino español, así que el nombramiento de la que había sido mano derecha de Vilda fue visto como puro continuismo. La exjugadora Vero Boquete, una especie de oráculo en la selección, declaró: «(En la Federación) piensan que como ahora las entrena una mujer no van a seguir quejándose. Pero ha tolerado demasiadas cosas y se distanció muy tarde de Rubiales. ¿Es la mejor entrenadora que se puede encontrar para el mejor equipo del mundo? Creo que no. Hay otras con más experiencia». Tampoco cuenta Tomé con el favor de los aficionados. En el Oviedo-Sporting del fin de semana pasado, cuando iba a recibir un homenaje, la grada del campo que había sido su casa la silbó sonoramente.
Este viernes, que en un contexto normal podía haber sido el día de gloria de Tomé, el de su presentación y su primera convocatoria, fue un calvario más. 39 jugadoras reiteraron que no querían volver a vestir La Roja hasta que no hubiera dimisiones y reestructuraciones en todos los niveles de la Federación. No pedían en su nota la destitución de la nueva seleccionadora, pero tampoco le mostraban su apoyo. No hubo convocatoria ni presentación, con Tomé convertida en una pieza tambaleante de una partida de ajedrez que otros están jugando por ella.
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