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Interés común. Olga Alexandrova y Miguel Illescas, ambos Grandes Maestros y pareja, se conocieron en una Olimpiada. I. Baucells
Estrategas de salón con nervios de acero

Estrategas de salón con nervios de acero

Grandes Maestros. En España hay 56 jugadores en la élite del ajedrez, un deporte cargado de etiquetas como 'obsesivo' y 'solitario', y al que la serie 'Gambito de dama' saca lustre

Domingo, 6 de diciembre 2020

Ganar a Anatoli Karpov no es algo que suceda todos los días. Pero Miguel Illescas lo consiguió una vez, allá por 1999, cuando el ruso todavía era una figura de una fuerza extraordinaria. «Él jugaba una defensa Caro-Kann, su favorita. Yo sabía que ... era muy probable que la probara conmigo, así que la víspera de la partida preparé con José Luis Fernández, mi maestro, una serie de variantes. Tuve la suerte de que Karpov jugó uno de esos movimientos que yo había ensayado y que él no se esperaba. Lancé un ataque formidable, el eligió contratacar y sacrificó una pieza para salvar a su rey. Aguanté 70 jugadas... ¡hasta que le gané!».

Illescas, ocho veces campeón de España, es Gran Maestro, una categoría a la que pertenecen apenas 56 jugadores en España, de los que sólo algo más de la mitad están en activo (el rango es vitalicio). Son 1.500 en todo el mundo, hombres en su gran mayoría. La élite del ajedrez. Sobre ellos ha puesto el foco la serie 'Gambito de dama' (Netflix), que repasa con bastante fidelidad la atmósfera que rodeaba este deporte a finales de los sesenta, en plena Guerra Fría y que, como la apertura de la que toma el título, lleva implícita la idea de sacrificio.

Quienes han consagrado su vida a la práctica del ajedrez coinciden en describir a su protagonista, Beth Harmond -inspiradísima Anya Taylor-Joy-, como un cruce entre la personalidad a un tiempo atormentada y brillante de Bobby Fischer y el talento de Judit Polgár, posiblemente la mejor jugadora de la historia. Para el resto, la serie ha desempolvado el interés por una disciplina que es sinónimo de tenacidad y concentración, pero que carga con clichés como el carácter obsesivo de quienes la practican o el aislamiento.

Paraíso de los torneos abiertos

En España hay 30.000 ajedrecistas federados, lo que no está nada mal por mucho que el fútbol supere el millón de licencias. De ellos, sólo 56 son Grandes Maestros, la máxima distinción, y 137 son Maestros Internacionales, lo que por puntuación sitúa a nuestro país en el puesto 14 del ranking mundial, a una distancia sideral, eso sí, de potencias como Rusia, Estados Unidos, China o la India.

Es una disciplina mayoritariamente masculina: se calcula que sólo el 8% de quienes lo practican son mujeres, una tendencia que tienen en común todos los países y que algunos atribuyen a que durante siglos los hombres han acaparado la competencia científica, aunque en las categorías inferiores una de cada cinco jugadores sean niñas.

Olga Alexandrova está casada con Miguel Illescas y, al igual que él, es Gran Maestro. Dos veces campeona de España y una de Ucrania, figura entre las 100 mejores ajedrecistas mujeres del mundo, aunque ya esté retirada -tiene 42 años-. Olga viene de una región del planeta donde el ajedrez es, más que una diversión, una religión. «Empecé con cinco años y gané mi primer título a los seis. Entrenaba con chicos y cuando llegaba el domingo, mi padre me llevaba al parque de mi ciudad a jugar con los adultos». Como a Beth Harmond, nunca le ha intimidado un mundo que parecía hecho a la medida de los hombres. Tampoco se arrugó cuando llegó el momento de mudarse a España, siguiendo la estela de colegas que, a raíz del 'boom' que supuso el Kasparov-Karpov de Sevilla de 1987, veían en nuestro país un paraíso de los torneos abiertos donde podían ganarse muy bien la vida.

Una de las controversias más habituales cuando se habla de ajedrez es si referirnos a él como un juego o un deporte. «Depende de cómo te lo tomes -explica Javier Ochoa Echagüen, presidente de la Federación Española-. Tiene entrenamiento, desgaste (las partidas pueden durar cinco horas) y es muy exigente. Imagine un partido de fútbol en el que vas ganando 3-0. Si cometes un error, no hay mayor problema. En el ajedrez no es así. Puedes tener una pieza de ventaja, equivocarte una vez y perderlo todo. La concentración es máxima durante toda la partida. Conozco jugadores que han perdido hasta tres kilos de peso. Y eso sin levantarse de la silla».

Pero, ¿cómo se llega a Gran Maestro? Esta semana, Javier Ochoa la ha pasado en la isla de La Palma, donde se juegan cuatro torneos simultáneamente, tres de ellos para conseguir 'normas' en dura pugna con lo más granado del circuito mundial. «Como una liguilla de diez competidores, donde todos juegan contra todos. Nueve partidas por competidor. Para conseguir una 'norma' hay que sumar seis o siete puntos, depende de cómo esté tabulada la competición». Sólo logrando esa puntuación en tres torneos internacionales se gana el derecho a entrar en el Olimpo ajedrecístico. ¿Acaban ahí sus desvelos? En absoluto. «El título no es lo más importante a la hora de medir tu valía, lo es la puntuación en el ranking, el ELO», un método matemático para calcular la habilidad de los jugadores. Dicho de otra forma, uno puede ser Gran Maestro pero tener un ELO bajo, porque una vez que consiguió el título se relajó.

Las ventajas de la práctica del ajedrez son innegables. Javier Ochoa destaca «el impulso que aporta a capacidades como el cálculo, la estrategia, la visión espacial...». También ayuda en la toma de decisiones, a aceptar las derrotas, a forjar el respeto y, por supuesto, a cimentar la igualdad. «No me refiero sólo a la de sexos, también de edades. ¿En qué otro juego pueden jugar juntos una chica de doce años y un señor de 80?».

«La suerte no existe»

Miguel Illescas, director de la academia Ajedrez21, que es además la mayor tienda 'online' de esta disciplina de Latinoamérica, va más allá. «El ajedrez te enseña a tomar decisiones y a asumir responsabilidades. Aquí la suerte no existe, tampoco puedes echarle la culpa al árbitro ni a la meteorología. Tienes que aprender a encajar las derrotas, a gestionarlas, a mover una pieza incluso cuando preferirías no hacerlo. A elegir, en definitiva, el mal menor».

'Gambito de dama' transmite también la ofuscación que domina a menudo a los jugadores de alto nivel. Son, concluye, un género aparte, «todo el día estudiando ajedrez, hablando de ajedrez...», con un propósito: depurar su técnica de aperturas, de defensas, de finales. «No sé si es una obsesión -admite Ochoa-, pero se le parece mucho». «Lo que está claro es que en este deporte nadie consigue con 50 años lo que no ha logrado con 20 -apunta Illescas-. Son muchas horas de análisis concienzudo, de repetir en tu mente fallos propios y ajenos, de reconstruir partidas y desmenuzar cada jugada. Esas rutinas llevan aparejado un desgaste y cuando uno cumple años sencillamente pierde concentración y comete fallos».

José Luis Fernández, 66 años, es otro 'grande' de los circuitos internacionales, aunque ya esté retirado. Enamorado del ajedrez desde que Bobby Fischer derrotó a Boris Spassky en Reykjavik (Mundial de 1972), se convirtió en el número uno de España en una época en la que los jugadores viajaban por todo el mundo cargando con decenas de kilos de equipaje, entre libros de aperturas y boletines de campeonatos. «Eso ya no ocurre. La revolución ha llegado al ajedrez de la mano de las computadoras. Ahora cualquiera puede comprarse una tablet con un programa que contiene ocho millones de partidas».

Karpov, Smislov, Petrosian... José Luis jugó con los más grandes y alcanzó su mayor nivel en la Olimpiada de Dubai, donde cayó ante Kasparov. «Tenía una mirada que parecía que te taladraba, desde el principio sabías que quería machacarte. Normalmente, los jugadores ocultan ese sentimiento, pero él te dejaba claro que iba a por ti antes incluso de empezar». Cuando se le pregunta por el estrés asociado a esta práctica, responde con una nota de cansancio: «¿Acaso no lo tienes en cualquier deporte en el que aspires a lo máximo?».

También Francisco Vallejo Pons, actual líder de la clasificación nacional, tiene su lista de 'malditos', como es lógico reducida. Exceptuando a Kasparov, los últimos ocho campeones del mundo se cuentan entre sus triunfos. Carlsen, Kramnik, Anand (se midió con él cuando era campeón del mundo y encima le ganó jugando con negras), Topalov, Karpov... Se ríe cuando en la conversación salen las adicciones de la protagonista de la ficción. «Créame, somos casi atletas, gente muy sana. El desgaste es enorme y la condición física resulta determinante. Igual me equivoco, pero me atrevería a decir que entre los diez mejores del mundo ni siquiera hay uno que fume».

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