Una etapa muy movida

Don Luis, le llaman desde la Diputación de Burgos.

Instintivamente, como hacía siempre, me levanté de inmediato para que Luis pudiese hablar tranquilamente con el autor de aquella llamada, fuese quien fuese su interlocutor. Puig, que ya había saludado a quien le requería al otro lado del teléfono, me detuvo con un gesto y con un gesto me indicó que siguiera sentado en mi sitio. Se puso el aparato sobre su pecho y me indicó con ese tono informal con el que siempre renunciaba a una gestión para que la resolviésemos quienes estábamos con él en la Junta Directiva de la Federación.

Es el presidente de la Diputación de Burgos que nos propone un proyecto muy interesante que debemos apoyar.

Con esa presentación yo sabía entonces que la idea ofrecida desde la capital del Cid era del agrado del ciclismo español y que, en nombre del ciclismo español, yo tenía la obligación de sacarla adelante. Con un guiño muy significativo y elevando el tono de su conversación, concretó:

– La propuesta viene desde Castilla y tu eres castellano lo mismo que quien nos habla…

Cuando me sumé a la charla que, en principio, quería haber eludido se me presentó don Francisco Montoya Ramos, a la sazón presidente de la Diputación Provincial de Burgos que, pese a su edad, me pareció una persona jovial, interesante y con una capacidad poco común para explicar en dos palabras el centro de su proyecto.

– Burgos tuvo hace años una vuelta ciclista que, ignoro las razones, dejó de organizarse y mi intención es recuperarla como una actividad más de nuestra institución.

Era muy cierto. La Vuelta Ciclista a Burgos nació a la realidad deportiva de este país en el año 1946 cuando la ganó Bernardo Capó pero, tras celebrarse la carrera en 1947 con la victoria de Bernardo Ruiz, desapareció por completo del calendario sin que nadie, hasta entonces, hubiese tenido la idea de recuperarla. Por eso, como me dijo el propio Luis Puig, era importante recuperarla pero, eso sí, de forma adecuada para que en esta ocasión pudiese durar, no tan solo dos años, sino muchos más. Mi obligación como directivo era informar a Montoya Ramos de los pasos necesarios para que la carrera saliese a la ruta con todas las bendiciones nacionales porque, para conseguir las bendiciones internacionales, la Federación Española haría las gestiones necesarias cerca de la UCI, la Unión Ciclista Internacional a cuya presidencia optaba, y conseguiría, quien presidía la Española, es decir, Luis Puig Esteve.

– Ahora estoy seguro de que, en efecto, Burgos tendrá una prueba de la que se hable a nivel mundial.

Yo traté de aplacar su entusiasmo y me comprometí a estar en el Pleno Institucional donde estaba previsto aprobar el patrocinio de la carrera. Y así fue. Estuve en la Diputación Provincial de Burgos junto a don Francisco Montoya y asistí a la reunión que celebramos después con el diputado responsable de los deportes y con una serie de funcionarios, técnicos en el mundo del deporte aunque, sin duda, no tan técnicos en el mundo de la bicicleta. Todos, contagiados por el entusiasmo de su presidente, querían que, ya desde el principio, la carrera tuviese una convocatoria profesional. Algo contra lo que Puig ya me puso sobre aviso.

La UCI, por ser quienes somos nos permite incluirla en el calendario internacional como carrera Open y más tarde, si todo discurre como debe discurrir, la aceptarían en niveles de mayor importancia.

Como en la vida todo lleva su paso. La Vuelta, con carácter abierto, arrancó en la edición de 1981 y en fechas del mes de agosto lo que, al menos a mí, no me gustó porque, recién participado en el Tour, las primeras figuras suelen concederse un respiro y no sería fácil arrastrarlas hasta Burgos. Luego, la realidad me demostró que mis temores eran tan solo temores y el recorrido mundial de Burgos no solo atrajo a los mejores ciclistas nacionales sino, también a los mejores del mundo. Ahí están Miguel Induráin, Gianni Bugno, Tony Rominger, Leonardo Piepolo, Vincenzo Nibali, Michele Scarponi y nuestros Alejandro Valverde, Alberto Contador, Abraham Olano o Mikel Landa, entre otros.

Con todo el entusiasmo ya referido, aquel 1981 arrancó la Vuelta a Burgos con una etapa por el norte de la provincia de profunda esencia montañera. Subir los puertos detrás de un ciclista es cómodo y hasta espectacular. Lo peor viene después de coronar porque los descensos son, como ellos dicen, «a tumba abierta» y, pese a la buena voluntad del conductor, el vehículo se mueve, patina, gira sobre sí mismo y al seguidor poco experimentado, como al presidente Montoya, se le sube la bilis, se le bajan los colores y le entran las ganas de echar fuera el desayuno. Cuando llegamos a la meta la pregunté:

– ¿Qué tal don Francisco, le ha gustado la experiencia?...

– Lo he pasado tan mal que nunca más seguiré una carrera ciclista…

Temeroso de que quitase el apoyo a su propia idea, exclamé:

– No me diga que no va a seguir con la Vuelta…

Con la Vuelta seguiré, pero desde mi despacho… Quien no la abandonará es la Diputación.

Y tras escucharme la necesidad de buscar un director técnico de garantías que potenciase la carrera, el nombramiento de Gregorio Moreno que estuvo 17 años engrandeciendo la competición que Montoya Ramos quiso recuperar y sentando cátedra Moreno, no solo de persona competente, sino de enamorado del ciclismo y de Burgos cuyo nombre llevó, en el 2005, hasta los Circuitos Continentales como carrera UCI Europa Tour.

Pero eso es, ya, otra historia…