Te levantas, enciendes la consola, seleccionas el FIFA, juegas un partido y pierdes. Enrabietado, golpeas algo y repites. Esta fue la fórmula que estuvo a punto de bajar de la bicicleta hace dos años al ciclista monegasco del Burgos BH, Victor Langellotti.
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Su historia comienza en el Principado, donde un joven Langellotti se debatía entre el fútbol, el atletismo y las dos ruedas para cumplir su sueño de ser deportista profesional.
Su padre, Umberto, presidente de la Federación Monegasca de Ciclismo fue el que le animó a hacer la goma al resto de deportes para vestirse de romano y dedicarse en cuerpo y alma a los pedales.
Su talento no pasó desapercibido en categorías formativas. El entonces ojeador de Quick-Step, el español Joxean Fernández 'Matxín', el hombre que forjó ciclistas como Óscar Freire y actual director del UAE, equipo del esloveno Tagaj Pogacar, se fijó en él y contactó con el equipo burgalés para su fichaje.
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Con la ilusión de un niño pequeño y feliz pese a costarle encajar en el grupo, el monegasco llegó a su meta de convertirse en profesional en 2018 de la mano del Burgos BH. Fue aquí donde su vida sufrió un corte que casi acaba con su futuro deportivo.
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«Dejé de vivir con mis padres y no tenía quién me controlara. Empecé jugando dos o tres horas al día, y llegó un punto en que no hacía otra cosa», relata el propio Langellotti sobre un infierno virtual que en la realidad duró tres años.
«Rompí con mi vida social. Jugaba al FIFA desde el desayuno hasta que me acostaba a las cinco de la mañana. Me convertí en una persona agresiva. Cada vez que perdía un partido, me enfadaba y rompía cosas, era un yonqui. Si me quitaban la Play, cogía el ordenador«, recuerda sobre su adicción a los videojuegos.
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Pese a ser consciente del problema, no conseguía alejarse de los mandos y centrarse en el manillar. «Me daba cuenta de que estaba dedicando mi tiempo a algo que no sólo no me daba nada, sino que me lo quitaba», explica sobre cómo le afectaba un problema que ha sido incluido por la OMS como enfermedad mental.
Por suerte, su familia y su entorno estaban ahí para apoyarle, cual gregarios en carrera, preparados para hacer de lanzadores al joven ciclista. «Mi novia intentaba hacérmelo ver. '¡Despierta! ¿Qué estás haciendo con tu vida? Había hecho realidad mi sueño y lo estaba tirando a la basura», reconoce el nuevo rey de la montaña en La Vuelta.
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Con la llamada de su padre para que participase en el Campeonato de Europa de 2020, Langellotti se quitó los 'grillos' que le perturbaban para centrarse de nuevo en su carrera.
«Pesaba 15 kilos más que ahora. Decidí marcarme esa carrera como objetivo y tratar de llegar a ella lo mejor posible. Vendí la Play, la Xbox, la Switch, el ordenador...», rememora el ciclista.
Fue su renacer. El preparador físico y director deportivo del Burgos BH, Alexis Gandía, trabajó con él para que volviese a su mejor nivel. Dos años de esfuerzo más tarde hizo historia. Se convirtió en el primer monegasco en ganar una carrera ciclista profesional.
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A cuatro kilómetro de la meta, sorprendió con un ataque en el repecho previo a la subida final y se alzó con la octava etapa de la 83ª Volta a Portugal en Fafe, en una victoria más de corazón que de piernas.
Cosas de la vida, su particular resurgir se iba a completar de la forma más inesperada. Preparado para vivir una de las Clásicas como la Vuelta a España desde casa, el positivo por covid-19 de su compañero de equipo, el santanderino Ángel Madrazo, hizo que fuese el elegido para ocupar su lugar dentro del equipo burgalés.
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Llegó a la concentración la medianoche antes de la CRI inaugural, sin hacer ruido entre gallos como el esloveno Primoz Roglic (Jumbo Visma), ganadores del Giro como el australiano Jai Hindley (BORA-hansgrohe) y el ecuatoriano Richard Carapaz (INEOS).
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Con el protagonismo de la montaña en esta 77ª edición y tras vencer en dos de los cinco primeros puertos, el monegasco vio la oportunidad de pelear por la montaña y, tras un corte con catorce ciclistas, tiró de coraje para alcanzar los 13 puntos que le vestían con el maillot de mejor escalador.
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Su demarraje le ha llevado a vencer una adicción, empezar de cero, ser el primero en ganar una etapa de carrera profesional y alzarse como líder de la montaña. Esa ha sido la lucha de Victor Langelotti para partir en la sexta etapa de La Vuelta este jueves vestido de blanco y azul.
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