«La Iglesia de El Palmar dio trabajo»

-¿Ha habido alguna reacción contra el documental por parte de los palmarianos?

-No. Su 'modus operandi' en estas cinco décadas ha sido la táctica de la tortuga. Se meten en casa, cierran la puerta y no quieren saber nada hasta que pase. Ahora que se estrena no sabremos lo que harán, pero seguramente será lo mismo. Adoctrinan así a sus seguidores: «Al otro lado del muro está el mal, el pecado, la excomunión; la salvación está aquí, donde estáis a salvo, protegidos, y donde debéis continuar».

-¿Son los únicos que han tenido acceso a la basílica?

-No somos los únicos, porque es un asunto muy recurrente y muchos se han infiltrado, con cámaras ocultas. pero sí creo que somos los primeros periodistas a los que ha invitado el papa a entrar. Me siento orgulloso, la verdad.

-¿Hay tensión entre los vecinos y los miembros de la secta?

-Para nada. La Iglesia es parte del pueblo, a ella pertenece no solo gente de allí. La organización tiene más adeptos en Irlanda o Alemania que en Sevilla. Sabemos de fieles en Canadá, Filipinas, Paraguay. No es una cosa que solo ocurra en un pueblecito a 30 kilómetros de Sevilla.

-¿Cómo perciben la presencia de esa Iglesia los vecinos que no pertenecen a ella?

-Hay que tener en cuenta que cuando Clemente y compañía compran la finca y deciden instalarse y construir una basílica a imagen y semejanza que la del Pilar, ese pueblo se convierte en el pueblo de España con menos paro. No es una invasión, sino que se produce una simbiosis maravillosa. Todo el mundo tenía trabajo con la construcción de una basílica durante 15 años. Y a raíz de eso se han acostumbrado los unos a los otros y llevan viviendo en paz y armonía mucho tiempo. De alguna manera, la Iglesia palmariana ha puesto en el mapa esa pequeña aldea.

-La serie cuenta con testimonios de expalmarianos.

-Eso fue muy bonito. Realmente, te hablan bien de los inicios de El Palmar de Troya. Te dicen: «Iba allí con mis amigos, jugábamos. y encima había milagros». Hemos conseguido que no nos hablen desde hoy, sino desde aquella época. La paciencia ha sido nuestra mejor arma.